Dowords have voices, instalación de Martin Boyce, ganadora del Turner.
Esta semana se ha entregado el Premio Turner con la confusión y el ruido habituales. El título de esta entrada lo he tomado de este artículo de Jonathan Jones en The Guardian, que me señaló Ángel de Compostela, y que defiende el premio con ese tipo de verdades simples, y categóricas, de las que es difícil escabullirse. Ahí va la traducción al español:
En una época en la que seguimos a multitud de artistas y glorificamos a lo más ordinario, el Premio Turner selecciona a un puñado de artistas extraordinarios que realmente merecen ese reconocimiento. Uno de los argumentos más fascinantes en el artículo de Charles Saatchi en The Guardian el sábado pasado es su afirmación de que muchas personas en el mundo del arte "simplemente no puede distinguir a un buen artista de otro peor" .
Esto nos lleva a una de las preguntas más interesantes de todo el panorama del arte contemporáneo actual. La misma cuestión que se plantea cada año cuando llega el Premio Turner, que es donde estamos ahora. Que se utiliza para denostar a todo el arte moderno y a los que les gusta, al igual que hace algún pintor Stuckista en una serie de pinturas caracterizandome a mí como su villano. Es mucho más difícil distinguir a las ovejas de las cabras que tratar de identificar lo que vale en el arte de nuestro tiempo. Eso es lo que dice Saatchi que no están haciendo los curadores, críticos, marchantes y coleccionistas. De hecho, él dice que no tienen tanto "ojo" como se les presupone, que sólo fingen que les gusta lo que esperan que les vaya a gustar a los demás. Es cierto. En un momento dado, hay olas de entusiasmo en el mundo del arte por algunos artistas en particular que van más allá de las cualidades reales del artista. Piensa por un momento en un buen grupo de artistas contemporáneos reconocidos y yo te digo que alrededor del 70% de ellos no son tan buenos. Es lógico. El número de artistas consagrados y reconocidos en Gran Bretaña superan cualquier cifra real de posibles artistas verdaderamente excepcionales en un país en un momento concreto. Cantidad, no calidad, es la razón de bienales y ferias de arte. Los críticos que visitan la Bienal de Venecia casi siempre aceptan que la gran mayoría de las obras son aburridas y triviales, las ignoran, y saltan sobre las cosas que les gusta. Este año sentí que era una buena Bienal porque me gustaron cinco o seis cosas entre varios cientos para escoger. Y es que realmente el arte es así: de entre los cientos de personas que quieren ser artistas, tienes suerte si uno tiene un talento genuino. Una gran imaginación y la capacidad de traducirla en arte se ve en raras ocasiones, e incluso a los mejores artistas puede que sólo sean verdaderamente bueno por unos pocos años. La discriminación debe ser la primera regla de la escena del arte, porque no hay valor para nadie si lo glorificamos todo. El trabajo consiste en encontrar lo extraordinario, y apoyarlo. Es interesante ver la pasión con la que el público de Nueva York respondió a la exposición póstuma de Alexander McQueen en el Met. Evidentemente, el mundo de la moda es mucho mejor que el mundo del arte discerniendo el talento real y celebrando a sus estrellas genuinas, y no a los *also-ran. El peor problema en el arte contemporáneo es esta suspensión de las facultades críticas, la disposición cobarde a afirmar que por definición lo nuevo y lo cool es siempre bueno. Por eso el premio Turner importa. Es un momento en el que los artistas son juzgados en lugar de agruparlos a todos en un alegre carnaval. Una vez al año, en diciembre, un jurado se sienta en una sala y discute acerca de lo que es verdaderamente bueno en el arte de ese momento. A veces las decisiones me dejan perplejo y me enfurecen. Hacen mucho más daño a los perdedores que ayudan al ganador. Pero el jurado Turner tiene una oportunidad única para resistir a la marea de la moda acrítica y reconocer lo auténtico, a un puñado de artistas originales que de verdad merecen ese aplauso. Espero que el Turner de este año vaya a George Shaw, un verdadero artista si es que alguna vez he visto alguno.Y espero que los desacuerdos de los visitantes que disfruten las obras sean profundos y amargos, porque la crítica apasionada es la única cura para la monótona y triste entrega del arte a lo cool. * Según el diccionario Oxford el término nació a finales del siglo XIX para nombrar a los caballos de carreras que no quedaban entre los tres primeros.