Después de tantos años practicando —y ayudando a las personas a aprender— el método GTD, me ha tocado ver y oír de todo. Tengo que reconocer que dominar el método de David Allen lleva su tiempo y algún momento que otro de gran frustración. Eso ha hecho que surjan toda una serie de falsas creencias entorno a GTD, y a los que hemos conseguido tener cierto grado de éxito nos coloquen un halo de súper héroes.
De todos esos mitos, hoy voy a intentar desmontar 3 que, como el mito de que “sólo usamos el 10% de nuestra capacidad cerebral”, de tanto repetirlos ya se han terminado por aceptar como verdades universales e indiscutibles. Veamos cuáles son.
GTD no es para todos
Cada vez que alguien dice “GTD no es para mi” me acuerdo de las personas que todo el tiempo repiten “es que el ejercicio no es lo mío”. Bueno, puedes tener muchas razones para no querer hacer ejercicio, pero no puedes decir que estar más saludable no es para ti, como tampoco puedes decir que tomar el control de tu vida, vivirla sin estrés y conseguir tus metas, no es lo tuyo.
Y desde luego, tampoco importa si eres ama de casa, estudiante, ejecutivo o profesional independiente. Los principios de GTD son universales y aplicables a cualquier situación. Todo el mundo tiene responsabilidades y tiene que tomar decisiones sobre ellas continuamente.
GTD me quita mucho tiempo
Esta es uno de mis mitos favoritos, y la causa principal por la que muchas personas terminan abandonando en favor de otros métodos más “ligeros”.
Es cierto que GTD supone algo de sobrecarga adicional, la justa y necesaria para hacer lo que tiene que hacer. Pero también es cierto que practicar GTD sin entender sus principios, hace que la sobrecarga sea aún mayor de la necesaria. Todavía hay mucha gente que no entiende que la manera de practicar GTD de un ejecutivo puede y debe ser muy diferente de la forma de practicar GTD de un ama de casa.
Al final, el objetivo de GTD es convertirte en alguien más eficaz y eficiente, es decir, ayudarte a conseguir las cosas que tú consideras que son importantes, y dejar a un lado lo que no te aporta valor. Y para conseguirlo, debes usar la herramienta adecuada.
Intentar ser eficiente con simplificaciones de GTD, colecciones de trucos o los llamados métodos de productividad “ligeros”, es como querer mover un camión con el motor de una motocicleta. Quizá logres hacer que se mueva, pero nunca vas a llegar igual de lejos, ni mucho menos a la misma velocidad.
GTD es muy difícil
Este es el más contradictorio de todos los mitos que conozco. Cuando explicas a alguien en qué consiste GTD por primera vez, se te quedan mirando con cara de ”¿y te pagan por contar estas cosas?”. Así, en frío, a ojos inexpertos, GTD no deja de ser una colección de conceptos de sentido común, de cosas que a cualquiera se le pueden ocurrir.
El cambio de parecer viene cuando se intentan poner en práctica todas esas cosas. Entonces, lo que antes era puro sentido común pasa a convertirse, como por arte de magia, en algo muy difícil. ¿Cómo puede ser?
Lo que sucede es que, cuando nos damos cuenta de lo difícil que resulta desaprender viejos hábitos, y aprender hábitos nuevos, inmediatamente le echamos la culpa al que no puede hablar. Honestamente, ¡cuánto nos cuesta asumir nuestra responsabilidad en las cosas!
GTD es simplemente una colección de hábitos, es cierto, pero unos hábitos que nunca hemos practicado, o hemos practicado mal. Es por eso que nos cuesta tanto trabajo dominarlo. No porque los conceptos de GTD supongan un reto intelectual, sino porque nos cuesta horrores cambiar. Da igual si se trata de hacer ejercicio, dejar de fumar o convertirnos en persona más eficiente y eficaces. Lo difícil siempre es cambiar.