En los colegios suele haber por lo menos una banda que se arma con más sueños y se mantiene con más perseverancia que talento. No es que esté en contra de las bandas juveniles, sólo no soy una gran fan. Yo pertenezco más bien a ese grupete de gente que le gusta las bandas consolidadas que no dejan lugar a dudas. No es que me molesten los nuevos talentos, es que me cuesta la inseguridad, la adrenalina de que nunca sabemos si esa gente tan nueva ha ensayado lo suficiente; nunca sabemos si los equipos de sonido son de buena calidad; nunca sabemos si los miembros de la banda saben presentarse ante un público. Ese riesgo es mínimo con las bandas consolidadas y por eso las prefiero.
Lamentablemente (para mí), mi sobrina comenzó su propia banda de rock escolar hace unos meses (bien por ella) y hace unos días me invitó a verla actuar. Yo que la amo tanto como para superar la tensión que me provocan este tipo de eventos, decidí asistir, claro, luego de haberle preguntado qué tocarán aquel día. Ella me dijo que harán un atributo a Queen. En ese momento mi miedo a las bandas escolares disminuyó porque comencé a poner atención a una nueva preocupación: ¿Tributo o atributo?… Vaya usted a saber.
Para resolver mi duda recurrí a la vieja confiable: consultar el DRAE. La palabra tributo en su tercera acepción arroja lo que sospechaba: “carga continua u obligación que impone el uso o disfrute de algo”. Es decir, se trata de algo que se da al recibir otra cosa a cambio, generalmente por parte de alguna autoridad. Mientras que atributo, se refiere a “cada una de las cualidades o propiedades de un ser”.
Al aclarar mi duda, me marché muy rápido a contarle a mi sobrina. Sin embargo, no fui en buen momento pues en cuanto llegué al lugar donde mi sobrina estaría con su grupo fui atropellada por una masa enloquecida de adolescentes que coreaban sin ningún atisbo de belleza las canciones de Queen. Allí, arriba de un escenario, mi sobrina lucía el ego propio de quienes aman ser vistos por un público, mientras yo sufría por el estridente ruido y la imposibilidad de hablar con mi sobrina de lo único que me quita el sueño, la norma que rige el cómo deben usarse las palabras de una lengua determinada. Sí, estoy consciente de mi egoísmo, por eso mismo me quedé hasta el final del concierto: para apoyar a mi sobrina… y bueno, también para poder comentarle cuanto antes la diferencia entre dos vocablos y de este modo poder recuperar la calma.