(Nacho Temiño, Varsovia, 05/10/2011, EFE)
El liberal Donald Tusk, primer ministro de Polonia desde 2007 y candidato ahora a renovar su mandato, es considerado en Bruselas como un líder europeísta y conciliador, capaz de consolidar a Polonia dentro de la UE y dejar atrás los malos recuerdos del Gobierno de los Kaczynski.
Donald Tusk, nacido en Gdansk (en el norte del país) hace 55 años, es el favorito para repetir al frente del Ejecutivo polaco en la que se ría su última legislatura, según ha asegurado durante la campaña electoral.
Tusk, considerado como el preferido por la clase media polaca, tiene a su favor la buena marcha de la economía, ya que Polonia fue el único de los Veintisiete que consiguió evitar la recesión en 2009, y una política exterior de reconciliación con sus vecinos, nada que ver con las polémicas protagonizadas por su antecesor, el nacionalista y conservador Jaroslaw Kaczynski.
Acelerar reformas económicas y privatizaciones son las principales propuestas del liberal, quien se ha definido a sí mismo como “un hombre de principios”, capaz de resolver los grandes problemas que aquejan al país.
Según diversos analistas políticos, durante esta legislatura ha adquirido la experiencia y la madurez política que le faltaban, ya que anteriormente nunca había ejercido un cargo administrativo de importancia, y se ha consolidado como un político de peso en estos cuatro años.
Lo cierto es que la política es la verdadera carrera de este licenciado en historia por la universidad de Gdansk, ya que es uno de los impulsores de la corriente liberal en Polonia, donde tras la caída del Muro de Berlín fue uno de los creadores del primer partido liberal del país, que desapareció tras su fracaso electoral en 1993.
Al igual que la gran mayoría de miembros del centroderecha polaco, Tusk proviene del entorno del sindicato Solidaridad y de la lucha contra el comunismo durante los ochenta, cuando trabajaba en la clandestinidad para denunciar la sistemática violación de los derechos humanos por parte del general Wojciech Jaruzelski.
De hecho, ha confesado que su interés por la política comenzó después de ver cómo la policía abría fuego contra manifestantes en Gdansk, en 1970, una imagen que le marcó y que siempre ha influido en sus principios ideológicos.
Más allá de la política está el Donald Tusk padre de dos hijos y casado por lo civil desde hace más de 30 años, lo que no impidió que en los pasados comicios de 2005 se volviese a casar, ésta vez por la Iglesia, como gesto de aproximación a la religión en un país en el que el 90 por ciento de la población es católica.
La clase media, por la reelección de Tusk y la normalización política polaca
La clase media es el principal soporte de Plataforma Ciudadana, formación liberal que gobierna Polonia y la favorita para repetir mandato tras los comicios legislativos del próximo domingo.
Esto sería un hecho histórico en la democracia polaca, ya que un partido nunca ha regido el país durante dos legislaturas consecutivas.
Polonia, acostumbrada al goteo constante de nuevos partidos y a la sucesión de diferentes formaciones al frente del Ejecutivo, ve ahora la posibilidad de alcanzar cierta normalización política en las elecciones del 9 de octubre.
El primer ministro, Donald Tusk, quien aspira a revalidar mandato, tiene como principal baza el éxito económico de su gestión, ya que el país centroeuropeo fue el único entre los Veintisiete que logró evitar la recesión en 2009.
“Si se cumplen los pronósticos va a ser la primera vez desde la caída del comunismo en que un Gobierno tiene la oportunidad de repetir legislatura”, explicó a Efe la socióloga Malgosia Wosi, que valora este hecho como un símbolo inequívoco de madurez en la sociedad polaca.
Esta “normalización política”, como define Wosi, es sin duda aplaudida desde Bruselas, donde se ve en Tusk a un mandatario comprometido con la construcción europea, un ardiente europeísta que quedó reconocido con la reciente concesión del premio Carlomagno.
Una europeización de la vida política polaca que también afecta a las relaciones exteriores, cada vez más lejanas de la dialéctica encrespada del anterior gobierno de los gemelos Kaczynski, donde Estados Unidos constituía el punto de referencia y las vecinas Alemania y Rusia el objeto de una dialéctica airada, como recordó a Efe la directora de análisis del Instituto Polaco de Asuntos Internacionales, Beata Wojna.
El partido Plataforma Ciudadana ha traído la estabilidad que Polonia necesitaba, opina Wosi, quien cree que la incipiente clase media es la principal beneficiada del proceso de transformación que vive el país.
Lo cierto es que, aunque Polonia sigue siendo uno de los socios más pobres de la UE, ha conseguido triplicar su renta per cápita desde 1990, y hoy es evidente el crecimiento con la proliferación de modernos supermercados, hoteles, centros comerciales o restaurantes.
Una de las primeras medidas del Ejecutivo de Tusk fue, de hecho, reducir sensiblemente el impuesto de sociedades, lo que ha favorecido la creación de nuevas empresas en el país y ha dado lugar a una generación de jóvenes empresarios.
La celebración de la Eurocopa de fútbol de 2012, que acogerán conjuntamente Polonia y Ucrania, supondrá la consolidación de ese avance económico y la definitiva apertura polaca a Europa, con un evento deportivo inimaginable hace tan sólo algunos años.
Para Wosi, la suma de todos estos factores es lo que ha hecho que el votante polaco se olvide de los escándalos de corrupción que han salpicado al Gobierno liberal durante esta legislatura, incluyendo la salida de un miembro del gabinete de Tusk por su participación en un lobby en favor de un importante casino.
Tampoco parecen presentes los problemas que el Ejecutivo tiene para completar las infraestructuras previstas para la Eurocopa, lo que evidencia las dificultades de organización y gestión de fondos europeos que tiene el país.
Pero aunque todo apunta a una victoria liberal, en los últimos días las encuestas revelan que su ventaja frente a los nacionalistas de Ley y Justicia se reduce poco a poco, lo que promete un último tramo de campaña vibrante y permite a la oposición soñar con una victoria que todavía parece lejana.