Revista Vino
Ayer hizo un año que salí de viaje por España para descubrir a las personas, los paisajes, los terruños con los que se hacían algunos de los vinos que me gustan de este país. No tengo excusas ni quiero un post melodramático. No me gusta el melodrama. Sí la tragicomedia. Pero mi viaje no fue ni lo uno ni lo otro. Los vinos fueron un pretexto. Ahora lo sé. Ahora lo veo claro. Lo importante, lo sustancial fueron las personas que encontré y que han cambiado mi vida. Sin ellas no hay vino, por supuesto: su mirada, su cabeza, sus manos se posan sobre un paisaje con cepas y la uva acaba en una botella. Este milagro de las fermentaciones, con todo, no es nada comparado con la fermentación que provoca en el espíritu de uno el encuentro. Viajar es conocer pero, sobre todo, es reconocerse en trozos de los demás. Sigo de viaje y todavía no sé dónde voy. Pero hoy se cumple un año del viaje más importante de mi vida pasada. Del futuro, no sé nada. Mañana será un buen día para pensar en voz alta sobre qué me ha pasado, cómo y por qué han sucedido las cosas. Y a lo mejor veo por dónde sigue el camino.