Hoy quiero trasladaros a un lugar mágico, de una belleza deslumbrante, que es para mí uno de los enclaves monumentales más importantes de España. Dos veces he tenido el privilegio de pasear por sus exuberantes jardines, de contemplar sus suntuosos palacios y de admirar su emblemática panorámica desde el mirador de San Nicolás en el Albaicín. Una de ellas fue en invierno y otra en pleno verano y las dos temporadas tienen su encanto. En verano, sus fachadas relucen con el sol durante los atardeceres tornándose doradas y los jardines resplandecen con su florida vegetación. En invierno, las cumbres nevadas de la sierra sirven como fondo a este impresionante escenario, embelleciéndolo con su manto blanco que refulge durante los días soleados. Siempre es por ello recomendada su visita y nunca hay excusa para retrasarla. Ni siquiera el motivo de haberla realizado ya un par de veces detiene mi anhelo por volver.
Fue Al-Ahmar, fundador de la dinastía nazarí quien decidió iniciar la construcción de la Alhambra y cambiar la sede de su corte, que residía en la Antigua Alcazaba del Albaicín. Desde entonces, se convierte en la capital del reino y en la ciudad palatina de los sultanes nazaríes y de toda su corte y soldados de élite. Su época de máximo esplendor llega en la segunda mitad del siglo XIV, durante los sultanatos de Yusuf I (1333-1354) y el segundo reinado de Muhammad V (1362-1391). Sufre diversas modificaciones y ampliaciones con el paso del tiempo, siendo engrandecida sobre todo a raíz del avance de las tropas cristianas y el consecutivo alojo de las poblaciones musulmanas que van siendo conquistadas.
Es convertida en Casa Real a partir de 1492 y los Reyes Católicos realizan en ella algunas reparaciones. Pero su apariencia se ve intensamente modificada con el reinado del emperador Carlos V, quien decide construir un palacio renacentista en 1526 y adapta otras muchas estancias a su gusto. Posteriormente, se van sucediendo los reinados y resulta bastante abandonada durante el siglo XVIII y dañada tras la invasión napoleónica. Es el orientalismo romántico y el viaje de numerosos escritores y pintores a la Alhambra lo que posibilita un creciente interés por su rehabilitación y cuidado. Así, es declarada monumento nacional en 1870 tras pasar a dominio del Estado con la revolución de 1868. Y, finalmente, en 1984 es reconocida como Patrimonio Mundial por la Unesco.
Nuestra visita a la Alhambra comienza en el Generalife, un palacio construido por los reyes musulmanes entre los siglos XII y XIV como lugar de descanso y de explotación agrícola. Cuenta para ello con una gran zona de pasto y cultivo y una dehesa, en la que tenían animales de granja, caballos y el sultán practicaba la cinegética. Externamente, el palacio guarda la apariencia de un cortijo de campo pero en su interior se encuentran verdaderas maravillas arquitectónicas.
La sala principal del conjunto es la denominada Sala Regia, a la que se accede cruzando el fantástico Patio de la Acequia. Antiguamente este patio estaba cerrado, pero quedó abierto al paisaje como un belvedere. Es llamado así por la gran acequia que recorre su longitud con chorros de agua que se cruzan, rodeada de una vegetación abrumadora. Una galería porticada, de cinco arcos y yeserías decoradas con paños de sebka y epigrafía, permite el acceso al pabellón norte.
La Sala Regia está bellamente decorada con trabajos de yesería. En éstos podemos encontrar principalmente motivos vegetales (ataurique) como roleos, palmetas o flores; geométricos como la lacería o los paños de sebka (redes de rombos) y epigrafía. Destaca sobre todo la labor de los capiteles, finamente tallados con mocárabes o la cornisa volada de mocárabes que se encuentra bajo la armadura de madera de la techumbre.
De la Sala Regia parten unas alcobas laterales y en su lado norte se encuentra el Mirador de Ismail I, que se abre al paisaje a través de unos arcos acanalados y enmarcados por un alfiz. La suntuosidad de este lugar es increíble. Toda la superficie muraria es decorada con yeserías de labor muy fina con diferentes diseños: paños con epigrafía, series de arquillos polilobulados, ataurique en los alfices, etc. Y, finalmente, un artesonado de madera que habla de las maravillas del trabajo de carpintería nazarí.
Si se accede por la alcoba lateral del este se continúa la visita por el Patio del Ciprés de la Sultana. Se trata de un jardín de gusto barroco con un estanque en forma de ‘U’, con otro central más pequeño en su interior. Posee una edificación porticada con dos galerías: una superior y otra inferior, que data de 1584, época de dominio cristiano. En este patio se encuentra el ciprés que fue testigo de la famosa leyenda de los amores de la esposa de Boadbil, Morayma y un caballero de los Abencerrajes. Cuando el sultán se enteró de lo ocurrido mandó degollar a los Abencerrajes.
Si deciden subir unas cuantos escalones por la Escalera del Agua, divisarán desde lo alto una magnífica panorámica del resto del conjunto palacial: los palacios nazaríes, parte del Palacio de Carlos V y la Alcazaba. Sino, pueden sumergirse entre la vegetación boscosa para llegar hasta esa zona.
Para acceder a la Alcazaba y a la antigua Medina es necesario cruzar la Puerta del vino. Fue construida en tiempos de Muhammad III (1302-1309), aunque su decoración es posterior. Debe datar del mandato de Muhammad V (2ª mitad del siglo XIV) pues la portada de poniente posee una lápida sobre el dintel con su nombre. Destacan las albanegas del arco con azulejos realizados con la técnica de la cuerda seca, la yesería que bordea la ventana geminada y los restos de pintura policromada que se conservan en la parte derecha.
Pasando por la base de la Torre del Homenaje, se llega hasta el interior de la Alcazaba, área denominada como Plaza de Armas. Se trata del lugar donde se debatían las estrategias de la batalla y dónde residía la guarnición de élite del sultán, que vigilaba permanentemente la ciudad. Su estructura urbana queda delimitada por una vía que divide el barrio castrense en dos zonas. La zona norte es meramente residencial, con viviendas de diferentes tamaños pero semejante estructura. La zona sur con una distribución distinta, parece tener una funcionalidad más relativa al almacenamiento y al espacio de la tropa. Si se sube a la Torre de las Armas puede observarse una magnífica vista de la Alcazaba, como la de la imagen inferior.
Volviendo a cruzar la Puerta del vino, se llega al Patio de Machuca, nombre del arquitecto que diseñó el Palacio de Carlos V, al que antecede. En este palacio renacentista, que se yergue en medio de la Alhambra contrastando singularmente con el resto de la producción arquitectónica, se encuentra el Museo de la Alhambra, imprescindible en la visita. Este museo cuentan con todos los tesoros encontrados en la ciudad palatina, dignos de mejor conservación y estudio. Pero también alberga otras obras de arte islámico de al-Andalus.
El recorrido por los palacios nazaríes comienza en el Oratorio y el Mexuar, lugar donde se celebraban las reuniones del Consejo de Ministros o Sura y donde el sultán también impartía justicia. Esta zona es la más antigua del palacio, que data de la época de Ismail I (1314-1325), aunque su apariencia ha debido variar enormemente desde entonces, por las múltiples transformaciones del lugar. La decoración fue modificada por Yusuf I (1333-1354) y luego por Muhammad V (1362-1391). En el siglo XVI fue transformado en capilla. Respecto al oratorio, hay que tener en cuenta que aparte de la mezquita de la Alhambra, había diversos oratorios para uso exclusivo del monarca y de su corte. Un polvorín en 1590 destruyó la estancia, que fue rehabilitada en 1917. En la inscripciones se alaba a Muhammad V y hay citas del Corán.
Desde aquí se pasa al Cuarto dorado y al patio en el que el sultán recibía a sus audiencias, donde se encuentra la espectacular fachada de Comares. Este cuarto es llamado así porque su techumbre de madera estaba pintada con detalles dorados. En él se aprecia la llegada de los Reyes Católicos por los símbolos del yugo y las flechas, sus escudos y algunas reformas mudéjares.
La fachada de Comares fue mandada construir por Muhammad V en 1370 tras la conquista de Algeciras. Su singular belleza radica en el cuidado de las proporciones, la simetría y su riqueza decorativa: un alero de carpintería magistral, alicatados geométricos de tonalidades azules para los marcos de las puertas y yesería muy fina y elegante recubriendo toda su superficie muraria con diseños geométricos, vegetales y epigráficos. Por la puerta derecha se accedía a las dependencias familiares y del servicio y por la izquierda al Patio de los Arrayanes a través de un corredor.
Este Patio de los Arrayanes, denominado así por los setos que bordean su alberca central, también conocidos como mirtos, es un lugar maravilloso que invita a la contemplación y al descanso. La lámina de agua refleja los edificios circundantes rompiendo la horizontalidad del conjunto, que adquiere así una mayor amplitud visual.
Cruzando el patio, al otro extremo, encontramos la Sala de la Barca, antesala del Salón de Embajadores, o Salón del Trono. Se trata de una estancia completamente decorada con paramentos revestidos de alicatados dorados y yeserías que vuelven a recurrir a las composiciones geométricas, al ataurique y a la epigrafía, haciendo más hincapié esta vez en la grandeza de Dios y del sultán, con una clara intención político-religiosa. Un ejemplo de ello lo encontramos en la frase “Sólo a Dios pertenecen la grandeza, la gloria, la eternidad, el imperio y el poder”.
El baño de Comares es el único hamman islámico que se ha conservado prácticamente íntegro en Occidente, salvando algunas restauraciones, sobre todo del siglo XIX. Tras la reconquista, los Reyes Católicos empezaron a usarlo asiduamente convirtiéndolo en ‘Baño Real’. Por su belleza, su estado de conservación y su halo de romanticismo y misterio fue enorme el interés que suscitó durante el siglo XIX, cuando pintores, escritores y viajeros románticos empezaron a visitar la Alhambra buscando nuevas historias y motivos para reflejar en sus composiciones. Por ello lo encontramos en numerosas pinturas y pasajes como en la obra de Henri Matisse por ejemplo. En las bóvedas del baño de Comares podemos ver las típicas lucernas estrelladas que permiten la salida del vapor en las salas de agua caliente. Después, una serie de arcos que separan las diferentes estancias, paneles de yeserías que fueron reparados y repintados con vivos colores durante la segunda mitad del siglo XIX y paramentos de alicatados formando composiciones de mosaicos.
El Palacio de los leones es el más conocido de la Alhambra por la famosa fuente que de forma simbólica y real centraliza todas sus dependencias. Como se encontraba en restauración durante mis dos visitas no cuento con ninguna fotografía que os permita paladear su belleza, pero como es por todos conocida, seguro que os viene a la mente su imagen frecuentemente. Gracias a esta restauración el patio ha podido recuperar su antiguo esplendor, con el enlosado de mármol característico que poseía en tiempos de Muhammad V, quien mandó erigir este palacio, durante la que resultó ser la mayor etapa de apogeo del sultanato nazarí.
La fuente de los leones es un complejo mecanismo hidráulico en torno al cual se articulan las dependencias del palacio. Su funcionamiento se alaba y se explica en los doce versos que hay inscritos en el borde exterior de la taza, tratándose de uno de los poemas epigráficos más bellos de la Alhambra. Bajo la taza, se alternan seis leones y seis leonas, individualizados con diferentes rasgos. Su carácter simbólico cuenta con innumerables precedentes en la Antigüedad, haciendo referencia siempre a elementos como la bravura, el poder, la fuerza o la justicia. Es muy frecuente encontrar surtidores con formas zoomórficas en fuentes, estanques o aguamaniles islámicos, por lo que no resulta nada extraño hallar este tipo de fuente emblemática aquí.
En cuanto al resto del patio, se conforma como un crucero marcado por los cuatro canales de agua que parten de la fuente. A él se abre un pórtico corrido que parece un bosque de columnas, en cuyos lados menores surgen dos pequeños pabellones de planta cuadrada, que se adelantan en los respectivos ejes del patio, este y oeste. Todas las columnas son de mármol, y los capiteles cúbicos poseen alabanzas al sultán Muhammad V. Por encima de los capiteles se levantan arcos de mocárabes y paños de sebka.
Las salas áulicas que dan al patio son de un carácter polivalente. Durante mucho tiempo se les ha querido otorgar un sentido residencial. Sin embargo, los últimos estudios indican otras funciones bien distintas para ellas. En primer lugar, en la crujía occidental, se encuentra la Sala de los Mocárabes. Se trata de un espacio vestibular o de recepción de planta rectangular, que se abre al patio mediante tres grandes arcos de mocárabes. Aunque su nombre no viene otorgado por estos arcos sino por la gran bóveda de mocárabes, ya desaparecida, que poseía. Fue dañada con la explosión de un polvorín en 1590 y actualmente la sustituye una de yeso de 1614, aunque aún quedan restos del arranque de la original. Los paramentos de la sala también debieron sufrir la destrucción, pues de otra manera estarían cubiertos de alicatados en la parte inferior y de yeserías en la superior como es común encontrar en el resto de estancias.
En la crujía oriental, justo enfrente, se halla la Sala de los Reyes. De ella surgen cinco alcobas, de planta rectangular. Su nombre viene dado por la pintura de la bóveda que la cubre: en ella aparecen una serie de personajes reunidos en aparente tertulia. Por sus actitudes, vestimenta y ubicación se ha querido interpretar como una representación de los sultanes más destacados de la dinastía nazarí. Y, por ello, popularmente se le ha dado ese nombre, sin que por ello sea correcta la identificación. El resto de las salas poseen pinturas de temática cortesana. Todas están realizadas al huevo y barnizadas a la cera, con una imprimación de varias capas de yeso. Se asientan sobre un soporte de pieles de carnero, pegadas sobre una tablazón de madera y atirantadas con clavijas de bambú. Según Juan Carlos Ruiz Souza, mi antiguo profesor de la Universidad Complutense, este espacio, que se ha querido interpretar asiduamente como un comedor, sería seguramente la biblioteca del palacio. Aunque tendría un uso claramente restringido. La ausencia de alicatados y yeserías demostraría la existencia de estanterías y su teoría de que todo el Palacio de los Leones estaría configurado como una madrasa real, gracias al conocimiento que tenía Muhammad V de la arquitectura meriní a raíz de su exilio en Fez entre 1359 y 1362.
La Sala de las Dos Hermanas posee una de las mejores cúpulas de mocárabes del occidente islámico. Está realizada en yeso mediante la superposición de prismas concéntricos y yuxtapuestos, desarrollados en torno a un motivo central estrellado, siguiendo su esquema geométrico y policromados. Unos portones de madera finamente artesonados y labrados dan el acceso al patio. Desde esta sala sobresale el llamado Mirador de Lindaraja, una rica ventana geminada con un techo de celosía de madera con cristales de colores, que da al patio del mismo nombre.
La Sala de los Abencerrajes, situada al sur, se haya a un nivel superior que el del patio y está centrada por una fuente dodecagonal de mármol, que en su origen se encontraba en la entrada. Posee una planta bastante atípica que suele corresponderse con la de los oratorios tipo qubba. Ello nos hace pensar en la existencia de un posible mihrab en el muro sur. Aunque los oratorios que se encontraban cercanos a una mezquita no siempre contaban con uno. Finalmente, la estancia se cubre con otra magnífica cúpula de mocárabes, similar en su concepción a la de las Dos Hermanas, de forma estrellada, con ocho puntas y sustentada por ocho trompas (también de mocárabes). El resto de su decoración se basa en yeserías restauradas en el siglo XVI y azulejos en la zona del zócalo dispuestos también durante esta época.
Después, la visita continúa por las habitaciones de Carlos V, reformadas durante su reinado, adecuándose a los gustos renacentistas de la época y contrastando en la austeridad de sus formas con la intensa decoración de la que participa el resto del palacio. Desde la antecámara de las habitaciones del emperador se pasa a una galería abierta al paisaje, desde la que puede verse el Peinador de la Reina en la torre de Abbu-l-Hayyay, a la derecha. Y de ahí, al Patio de la Reja, llamado así por su balcón corrido de rejería. Fue construido entre 1654 y 1655 para proteger las habitaciones inmediatas y servir de corredor abierto. Y por último, el Patio de la Lindaraja, a modo de claustro, centralizando las dependencias del emperador. La fuente central, de diseño barroco en su base, con antepecho y pilastra, poseía una taza nazarí de mármol con gallones e inscripciones epigráficas, que actualmente se conserva en el Museo de la Alhambra.
Saliendo del palacio por este bello patio se llega al Partal por un paseo ajardinado. Es un pequeño palacio, se cree que de época de Muhammad III (1302-1309), con una gran alberca central, presidida por un pórtico de cinco arcos. Tras éste se abre la estancia principal, en el interior de la torre de las Damas. Los paramentos se decoran con zócalos de alicatados, paños de yeserías hasta el arrocabe y la cubierta es de madera, como sucede en las otras estancias de la Alhambra. Alrededor del palacio hay un jardín de rica y exuberante vegetación, que embellece más si cabe su arquitectura.
Otras zonas visitables del conjunto monumental son la rauda (cementerio), el Paseo de las Torres que recorre la Torre de los Picos, la del Cadí, la de la Cautiva, la de las Infantas, la del Cabo de la Carrera y la del Agua (algunas de ellas cerradas al público); la estructura urbana de la Medina, el Palacio de Yusuf III o la muralla con las cuatro puertas: Justicia, Siete Suelos, Arrabal y Armas. Pero se trata de visitas opcionales que dependen del interés de cada uno y que alargan bastante más la jornada. Por eso sólo os he mostrado lo principal de la Alhambra. Y espero que os haya gustado! ;)