Allá por 1973, Martin Scorsese era aún un director novel recién salido de la Escuela de Cine de Nueva York. Su primer largometraje (‘Boxcar Bertha’, también conocida como ‘El tren de Bertha’) no había causado la misma sensación que el cortometraje ‘Who’s That Knocking at My Door?’ De hecho, John Cassavetes, con quien mantendría una estrecha relación durante años, le dijo tras ver el primer montaje: “Marty, acabas de pasarte un año entero haciendo una mierda. Es una buena película, pero tú eres mejor que la gente que hace ese tipo de cosas. No te quedes enganchado al mercado comercial. Intenta hacer algo diferente“.
Razón no le faltaba. ‘Boxcar Bertha’ era la apuesta del momento de un Scorsese aún imberbe, donde narraba las hazañas de una joven pareja al margen de la ley. “Cielos, se nos parece demasiado a Bonnie and Clyde”. Y rodaron a última hora una persecución de automóviles para diferenciarla un poco más. Una historia de moda en el momento, con unos planos que auguraban un estilo personal pero con un argumento que pecaba de austeridad.
Sandy Weintraub, que por aquél entonces era su pareja sentimental, tampoco se mostró demasiado entusiasmada con la historia. Muchas de las anécdotas que Scorsese le había contado sobre su infancia y juventud en Little Italy eran mucho más divertidas que aquella historia. ‘Boxcar Bertha’ pasó por los cines sin pena ni gloria y mientras, Scorsese intentaba hacerse un hueco en el cine más allá de papeles de actor o producción para terceros. Su cabeza continuaba trabajando hasta que surgió el guión de la que actualmente conocemos como ‘Mean Streets’ (‘Malas Calles’).
En un principio, el que sería su segundo largometraje iba a ser llamado ‘The Season of the Witch’, en el que el tema de la redención y la Iglesia Católica Romana adquiría un papel principal en la historia. Sin embargo, pronto desechó la idea y decidió acortar las escenas en las que el protagonista oraba en la iglesia. Sería la historia de las calles, de las malas calles. Un título que fue idea de Jay Cocks y que está sacado de un fragmento escrito por Raymond Chadler: “Un hombre tiene que dar la cara en esas malas calles”, pero que no gustó a los vecinos de Lower East Side: “¡No hay nada malo en estas calles!” Y, aunque al principio iba a ser un título provisional, lo cierto es que acabó por gustarle.
‘Means Streets’ cuenta la historia de Charlie (Harvey Keitel), un joven alter ego de Scorsese preocupado por complacer a su tío, un jefe local de la mafia a la vez que se enmarca en dos preocupaciones de su vida: su vida sexual con Teresa (una prima suya que sufre de epilepsia) y su amigo Johnny Boy (Robert De Niro). Boy es un chico alocado, irresponsable y con ganas de conseguir dinero fácil y rápido y, aunque Charlie lo mete en los negocios callejeros nocturnos, su conducta, las deudas y los problemas acabarán por arrastrarlo al fango. Alcanzar el sueño americano quizás no es tan fácil como parece, aunque se alcanza más rápido haciendo caja con las drogas. Sin embargo, los problemas con Boy y su relación con Teresa no irán del todo bien. Él se siente culpable por mantener una relación con su prima, incluso se autoinculpa pensando que la epilepsia que ésta sufre es un castigo divino. A lo largo de la historia vemos cómo ambos llegan a un destino fatal, inevitable quizás en un barrio donde el más fuerte es el que sale adelante. “El argumento no era gran cosa, lo importante eran los personajes”, diría el director neoyorkino.
El guión fue enviado a Francis Ford Coppola para proponerle a Al Pacino el personaje de Johnny, pero no obtuvo respuesta (desde su papel como Michael en ‘El Padrino’ empezó a recibir demasiadas ofertas) y finalmente cayó en un actor que Scorsese conoció gracias a Brian de Palma, Robert De Niro. Una vez dado el visto bueno y localizados a los productores, se comenzó a buscar las localizaciones para el rodaje. A pesar de que la trama está ambientada en Nueva York, todas las escenas de interior y gran parte de los exteriores están rodados en Los Ángeles (incluso el accidente de coche), mientras que algunas escenas de portales y la playa sí pertenecen a la ciudad de Scorsese. La falta de presupuesto obligó a tomar esa decisión, aunque apenas se nota. “El bar estaba rodado en un barrio chicano (de Los Ángeles), una zona muy dura, en la que la violencia diaria era mucho peor que todo lo que enseñábamos en la película”.
“Malas Calles fue un intento de ponerme a mí mismo y a mis amigos en la pantalla, mostrar cómo vivíamos, cómo era la vida en Little Italy”. Tal es así, que el personaje de Boy representa un amigo real de juventud de Scorsese. ¿Qué hay de autobiográfico y qué de ficción? Quizás haya que preguntarle al italoamericano.
La violencia y la vida nocturna acaparan toda la película. Un largometraje expresivo y con grandes dotes de experimentación artística. El mismo Scorsese reconocerá que existe más violencia a través de los planos y movimientos de cámara que la que realmente hubo. ¿Cómo muestra un director un áurea de violencia e inseguridad? Con técnicas vanguardistas que posteriormente volvería a utilizar en sus siguientes películas. Por ejemplo, el plano inicial en el que Charlie entra en el bar, sumido en un tono rojizo fue grabado a cámara lenta, con el operador de cámara andando hacia atrás sujetando la cámara con el pecho y con la grabación del sonido ralentizada. También, la larga secuencia de la pelea en el billar está rodada con planos largos muy impactantes y, a la par, montada al ritmo de “Please, Mr. Postman” de The Marvelettes. Son movimientos de cámara “chapuceros”, como él mismo diría, gran parte de ellos grabados con cámara al hombro por falta de presupuesto y tiempo, pero la verdad es que le otorgan a la historia más energía y ansiedad, y es que “la economía condicionaba el estilo”.
Además, la improvisación por parte de los actores fue fundamental para que la película mostrara ese realismo. Gran parte de la improvisación se grabó durante los ensayos y, después, se pasó al guión a partir de esas escenas. “Creo que lo más difícil para dos actores es simplemente estar sentados hablando. La histeria, las voces, los gritos y las peleas… de eso siempre se pueden sacar dos o tres tomas buenas”. Y, si existen rencillas reales entre los actores, más fácil es pincharles para que discutan con mayor realismo. “Rodé la escena culminante en la que Bobby de repente apunta a Richard Romanus con una pistola el último día de rodaje. Había pasado algo entre Booby y Richard, porque la animosidad entre ellos era real, y yo saqué partido de ella. Se habían exasperado tanto el uno al otro que habían llegado a un punto en el que querían matarse de verdad”.
Igual de importante es la banda sonora utilizada. Como en gran parte de las películas de Scorsese, cada canción, cada artista, está elegido con gusto y acierto. En muchos casos, incluso con problemas para localizar grabaciones con calidad. Es la música con la que Marty creció, la misma que escuchaba en la calle y en casa de sus vecinos. De hecho, existe tal exhaustividad a la hora de elegir las canciones, que muchas de ellas fueron cogidas de los LP’s que Scorsese tenía en su colección y, en algunos casos, llegaron a tener problemas con los derechos, ya que en su momento les fue imposible localizar a los propietarios legales y, años más tarde, cuando la película alcanzaba renombre, la Warner Brothers tuvo que hacerse cargo de los pagos.
La película fue aclamada en el Festival de Cine de Nueva York de 1973 y en la Quincena de los Directores de Cannes. Hoy en día, es considerada como una de las obras maestras de Scorsese. Para muchos, el mejor ejemplo de su vertiente menos comercial. ¿Es la mejor de Martin Scorsese? Juzguen ustedes.
Juanjo Sánchez
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