Revista Psicología

“Un paseo para recordar”

Por Rms @roxymusic8
(Image source: wide-wallpapers.net)

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Hay cosas que se nos escapan. Detalles que no se perciben. Gestos que se pierden. Luces que no se ven. Si alguno de vosotros no ha paseado entre semana por las calles de su ciudad cerca de la medianoche le recomiendo que lo haga. Pero para ello es necesario que a uno le guste pasear, disfrutando de cada paso y que sea enemigo del tiempo/reloj, es decir, que no le importe qué hora marque; pues si se está pendiente de esto no se puede apreciar lo que se tiene por delante ni esperar a que ocurra lo que tenga que ocurrir.

Decía que hay cosas que se nos escapan y pensaba en el silencio. En ese silencio que irrumpe de lleno a esas horas. Las calles ya no están transitadas por miles de personas y pocos son los coches que circulan. Es el silencio que nos adentra en la noche después de un ajetreado día marcado por el ruido. Ese silencio es delicioso, parece como si de repente sólo existiera la ciudad y tú. Te ves mano a mano con ella y sientes libertad. Disfrutas de tu ciudad, en el silencio y en silencio, en su estado genuino; luego ya vendrá  la actividad laboral para alterarla. Es en ese silencio cuando uno se siente parte de lo que tiene a su alrededor, se siente ciudadano; en ese silencio uno aprende a valorar el día y dejar correr esos pensamientos que no se han podido desatar de la vorágine rutina; en ese silencio se respira incluso diferente, dejando paso a una tranquilidad y paz interior.

También hay detalles que no se perciben y pensaba en el arte callejero. En ese arte callejero que aparece de repente sobre todo en plazas. Son flautistas, guitarristas, malabaristas, payasos, artistas de la orfebrería… Quizás salgan a esas horas de la noche donde ya no transita la gente normal y por tanto no serán juzgados por ellos. Sí, porque ese arte callejero es un arte expresado por gente de la calle. ¿Tienen menos arte por ello? Curiosamente, y en muchas ocasiones me he percatado, estos callejeros tienen y profesan más pasión y dedicación. Hay naturalidad y sonrisas entre ellos y da gusto pararse y contemplarles; escuchar su música o apreciar su habilidad.

Además hay gestos que se pierden y pensaba en los camareros y cocineros. En esos camareros y cocineros que se reúnen en la calle tras su jornada laboral. Si se pasea por una calle llena de restaurantes a esas horas, las únicas personas que hay en ella son aquéllos. El gesto que nunca hubiera imaginado encontrar y que la sociedad económica y laboral de hoy, tan competitiva y poco colaboradora, no nos dejaría repetir ni valorar positivamente, la descubrí entre esos camareros y cocineros. No eren del mismo restaurante, eran competencia. A medianoche el cocinero del restaurante A salió alegre y se encaminó a saludar al camarero del restaurante B de en frente. Éste, contento, le da un apretón de manos y empieza un bonito diálogo entre ellos. Y así ocurre también con otros tantos camareros, cocineros y demás que me encuentro a lo largo de esa calle. A ellos no les importa qué logotipo lleve su casaca, ni qué especialidad les diferencia ni a qué precio tiene su menú. Están en el mismo gremio y ya tienen suficiente con el ajetreo del día. Conocen su rutina y sólo quieren un poco de conversación y humanidad tras finalizar sus días.

Y qué decir de las luces que no se ven. Pensaba en las luces nocturnas. En esas luces nocturnas que resaltan los monumentos y edificios característicos de la ciudad. Una ciudad es bella si tanto por el día como por la noche se aprecia la belleza de sus calles, edificios y monumentos; de sus formas. Desconozco si os gusta más una ciudad diurna o nocturna, yo siento una especial inclinación por la noche y la ciudad iluminada. Los contrastes son bonitos y se aprecian mejor. El cielo y el monumento iluminado tiene un encanto único. Eso sí, si han sabido elegir la iluminación y establecer cuántos puntos de luz y focos poner. Lo sencillo es lo que hace bello. Así que las luces que envuelven las calles, los edificios y monumentos de una ciudad por la noche tienen una sencillez suprema, no daña a los ojos sino que los llenan de belleza, casi es natural.

Hay cosas que se nos escapan, detalles que no se perciben, gestos que se pierden y luces que no se ven si no nos decidimos a disfrutar de un paseo en vez de querer llegar a casa y ver la televisión, jugar a la play, perdernos por Internet e iniciar cientos de conversaciones por Whatsapp. ¿Encontrarías todo lo que sale a tu paso por la calle en estas últimas cosas?


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