“Una vida bien escrita es casi tan rara como una vida bien vivida.” – – Thomas Carlyle (1795-1881) Historiador, pensador y ensayista inglés.
Artículo original escrito por Jero Sánchez. Sígueme en Twitter.
Estoy firmemente convencido de que ser feliz y tener una vida plena no es cuestión de suerte, circunstancias o habilidades especiales. Cualquiera puede conseguirlo si sigue un método adecuado. El problema es que no existe –o al menos yo no lo conozco– un proceso sencillo y claramente definido, que integre tanto la teoría como la práctica necesarias. A lo sumo, existen multitud de ideas, técnicas y herramientas desarrolladas por muchos autores diferentes, cada uno tratando un aspecto específico del asunto, y con audiencias y objetivos distintos.
Así que después de varios años leyendo a los “grandes” de la productividad y del desarrollo personal, y tras unas cuántas semanas de maduración, decidí crear lo que he denominado mi propio proceso de desarrollo de plan de vida. Aprovechando mi formación como ingeniero, e inspirándome en los procesos ágiles de desarrollo de software, poco a poco le fui dando forma. Finalmente, creo que he conseguido crear un proceso natural, sistemático y flexible, pero sobretodo útil y práctico.
Hoy pongo a vuestra disposición un esbozo de este proceso, con la esperanza de que lo pongáis a prueba, y así recibir críticas constructivas para pulir, desarrollar y mejorar el proceso durante los próximos meses. ¿Me ayudáis?
El proceso de un vistazo
Como los procesos ágiles de desarrollo de software, el proceso de desarrollo de plan de vida (DPV) está basado en una serie de actividades que deben ser llevadas a cabo de forma continua y simultánea, con objeto de crear nuestro plan de vida. Cada cierto tiempo debemos poner a prueba el producto –nuestro plan de vida–, revisando su validez y funcionamiento. El objetivo es crear un plan que se adapte a nuestras especificaciones particulares –nuestra misión y pasiones vitales–, y que podamos ir adaptando, ajustando y mejorando en sucesivas iteraciones del proceso.
El proceso DPV está formado por 4 actividades principales: introspección, diseño de los pilares vitales, construcción del plan de vida y ejecución del plan. En cada iteración del proceso –que puede durar de 3 meses a un año– es necesario llevar a cabo las 4 actividades, aunque conforme vayamos puliendo nuestro plan, unas actividades irán ganando más protagonismo y otras lo irán perdiendo.
Generalmente, en las primeras iteraciones haremos un mayor hincapié en la introspección, trabajando solo un poco en los pilares vitales y en la construcción del plan, y apenas poniendo en marcha unas pocas ideas iniciales. Sin embargo, conforme vayamos ganando experiencia y afinando nuestro plan, será necesario trabajar más en el diseño y la construcción. Tarde o temprano, casi todo el esfuerzo terminará recayendo en la ejecución, el día a día, y sólo habrá pequeños cambios en los pilares vitales y el plan en la medida en que haya cambios en nuestra misión, pasiones, prioridades, fortalezas y valores.
Introspección
Hay sólo dos cosas que deberían importarnos en la vida: dedicar todo el tiempo que podamos a las cosas que nos gustan –nuestras pasiones–, y el legado que dejemos cuando ya no estemos en este mundo –nuestra misión. Todo lo demás debería estar supeditado a estas dos cosas. Por tanto, durante la instrospección debemos definir claramente qué es lo que nos apasiona hacer, y nuestra misión. Ambos deben permitirnos levantarnos por las mañanas con más energía, darnos claridad a la hora de tomar decisiones, y mantenernos enfocados para hacer lo importante e ignorar lo que no lo es.
Además de la misión y lo que disfrutamos hacer, también tenemos que averiguar cuáles son nuestras fortalezas naturales –habilidades que ya poseemos y que nos hacen distintos a los demás–, nuestras prioridades vitales –aquellas cosas que tienen más importancia para nosotros dentro del cuadro general–, y nuestros valores personales –que gobiernan nuestras conductas de forma innata. Las fortalezas serán fundamentales para impulsarnos durante todo el proceso; las prioridades nos ayudarán a tomar decisiones y mantener el enfoque; los valores serán los que darán cuerpo a los pilares vitales.
Diseño de los pilares vitales
Durante esta actividad trataremos de definir los 6 pilares básicos sobre los que se sustentará lo que nosotros consideremos que es una vida plena y feliz. A partir de nuestra misión, pasiones, fortalezas naturales, prioridades vitales y valores personales, tendremos que crear un esbozo de en qué dirección queremos desarrollarnos el los aspectos clave de nuestra vida: personal, familiar, financiero, profesional y social.
Hay que resaltar que estos pilares no son el plan, sino el plano con el que lo construiremos. Unos pilares sólidos –coherentes con el resultado de nuestra introspección–, facilitarán la construcción de un plan que funcione. Sin estos pilares, el plan será como un amasijo de proyectos y actividades sin forma ni propósito.
El sexto pilar, como no podía ser menos, es un sistema de organización personal que nos permita ser productivos, en el sentido de estar siempre enfocados en nuestro plan, haciendo lo importante e ignorando lo que no lo es.
También es importante notar que durante este proceso de diseño, es posible que surjan nuevas fortalezas y valores a desarrollar, con el fin de sustentar adecuadamente los pilares vitales. Por ejemplo, si pretendemos retirarnos con 55 años pero no somos fuertes en finanzas, quizá debamos aprendere sobre inversiones, o puede que sea necesario desarrollar el valor de la disciplina para poder ahorrar todos los meses una cantidad –o las dos cosas.
Construcción del plan de vida
Con unos pilares sólidos, coherentes y bien diseñados, es hora de construir una estrategia –qué tenemos que hacer–, y un plan de acción –cómo vamos a hacerlo– para cumplir con nuestra misión.
Por cada pilar vital, extraeremos una serie de objetivos y metas a alcanzar. Estas metas nos darán la pista de qué proyectos tendremos que acometer –teniendo en cuenta que los resultados sean medibles, alcanzables y limitados en el tiempo–, y qué recursos serán necesarios. Una vez definidos, y teniendo en cuenta las prioridades definidas en la introspección, podremos decidir qué acciones concretas deberemos llevar a cabo, y en qué orden.
Si durante el diseño de los pilares vitales descubrimos nuevas fortalezas y valores a desarrollar, tendremos que tenerlos también en cuenta, añadiendo las estrategias y planes de acción necesarios para desarrollarlos.
El resultado final será un plan de vida o mapa que nos guiará en la toma de decisiones y el trabajo diarios.
Ejecución del plan
Sólo falta probar si el plan de vida funciona. Para ello, con el plan en mano, deberemos trabajar según ciertos principios vitales universales –simplicidad, constancia, proactividad, interdependencia, desapego, etc.–, y ciertos hábitos de trabajo productivos –enfoque, recopilación, procesamiento, organización, revisión, ejecución, etc.
Tras un cierto período de tiempo, generalmente entre 3 meses y un año, deberemos analizar el resultado. Tendremos que ver en qué medida el plan de vida que hemos construido nos permite cumplir nuestra misión, y disfrutar de las cosas que nos gusta hacer. Y en función de ello, llevar a cabo la siguiente iteración del proceso –introspección, re-diseño de los pilares vitales, modificación del plan de vida y nueva puesta en marcha–, realizando los ajustes que sean necesarios.
Características del proceso
Después de haber visto muchas técnicas y enfoques de diferentes autores, creo poder afirmar que el proceso de desarrollo de plan de vida que propongo tiene algunas características únicas muy interesantes:
Es natural, pues permite desarrollar el plan de vida de manera progresiva por medio de las iteraciones –de la misma forma en que evolucionamos los seres humanos a lo largo de la vida–, adaptándolo, mejorándolo y puliéndolo con el paso del tiempo. Conforme ganamos experiencia, aclaramos nuestras ideas y cambian nuestra misión y pasiones, obtendremos idealmente un plan más perfecto, que nos permitirá vivir una vida plena.
Es sistemático, pues está compuesto de una serie de actividades, principios y hábitos perfectamente definidos, probados y repetibles por cualquier persona que lo desee. De hecho, este proceso está inspirado en un modelo de desarrollo de software bien conocido, denominado desarrollo ágil, que ha demostrado ser muy efectivo para este tipo de ciclos progresivos y naturales de desarrollar cosas.
Es flexible, pues se adapta a la misión, pero sobre todo a las cosas que nos apasionan, las prioridades, fortalezas y valores de cada uno. Se puede y se debe aprovechar cada iteración para construir, pulir y mejorar diferentes aspectos del plan de forma individual y progresiva. Así, por ejemplo, quizá quieras empezar construyendo un sistema productivo sólido –con el fin de tomar el control de tu día a día– y un primer esbozo de sistema financiero. Luego, en una segunda iteración, darle unos retoques a tu sistema productivo, desarrollar completamente la parte financiera, y comenzar con tu carrera profesional. En una tercera, esbozar el resto de pilares, mientras mejoras las finanzas y mantienes tu sistema productivo tal y como está… y así sucesivamente.
El plan de vida y la felicidad
Si definimos nuestra misión, pasiones, prioridades, fortalezas y valores honestamente; si diseñamos unos pilares coherentes; si construimos un plan de vida con base a esos pilares; si lo ponemos en marcha practicando ciertos hábitos productivos y siguiendo principios vitales universales… ¡entonces nos estaremos autorrealizando –quinto nivel de la pirámide de Maslow–, y estaremos viviendo una vida plena y feliz!
En definitiva, este proceso de desarrollo de plan de vida apoya perfectamente la idea de que la felicidad no es un fin, sino un estado o actitud hacia la vida. Es el resultado de vivir este proceso vital.
¿Qué te parece este proceso? ¿Crees que integra todo lo necesario? ¿Te animas a probarlo y compartir los resultados? Colabora dejando tu comentario.
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