(fotos tomadas en octubre de 2010)

“Big Jim” JameStirling es una gran broma. La misma broma que el Sgt. Pepper’s Lonely Heart’sClub Band supuso para el mundo de la música. Stirling es a la arquitectura loque los Beatles fueron al rock. Con la diferencia que a él sólo pudo jubilarlosu muerte en 1992.
Estamos en 1989. Acabade perder la Biblioteca Nacional de Francia a favor de la sobriedad (elaburrimiento?) de un Dominique Perrault de treinta años, que hace lo que sabehacer un arquitecto de treinta años: un proyecto fácil de entender. Y qué bienque quedas cuando ganas un concurso. Está construyendo el edificio de losCarlton Gardens, el excepcional No.1 Poultry, en plena City (¿cuántos devosotros habéis estado en Londres y no os habéis fijado en esta joya?), en elmismo solar donde a Mies van der Rohe no le cubía una torre, el conservatoriode Stuttart, edificio casi desconocido. Está empezando el Politécnico deTemasek, en Singapur, y terminando la Braun en Melsungen. Michael Wilford puedehablar de todas estas cosas.

Conservatorio de Stuttart, construido al lado de la Galería Nacional. El lleno y el vacío.



No.1 Poultry. La primera foto corresponde al estado original en 1986. La segunda al proyecto que Mies van der Rohe hizo para el mismo solar sabiendo que no podría construirlo hasta, precisamente, 1986, y, por tanto, después de su muerte. La tercera foto es una maqueta del proyecto ejecutado realmente, visitable hoy en día.
Se ha presentado alconcurso para los cines de Venecia, junto con Moneo y Holl. El edificio, que yosepa, no se ha construido. En medio de este panorama, la editorial Electa loescoge para construir su librería en los jardines de la Bienal de Venecia.
Venecia. Ciudad densa,calles tortuosas, plazas inacessibles, recorridos que nunca sabes si terminaráncon dos giros de noventa grados que te harán volver sobre tus pasos o en unpuentecito sobre un canal donde parece que no haya pasado nadie des de lostiempos de Casanova. La de las casas que ventilan por calles de tres metros, lade los palacios secretos. Alejándonos del centro, bajo el complejo gigantescodel Arsenal (ahora también usado para las Bienales) hay un barrio a penasturístico, donde se puede tomar mejor el pulso de la ciudad: canales congabarras des de donde se vende pescado, puestos de mercado al lado y encima delagua, iglesias usadas diariamente conviviendo con sedes del Partido Comunista.Densidad. Des de la plaza de San Marco, llegados al Palacio Ducal, giramos amano izquierda. Después del Puente de los Suspiros, de infinidad de hotelespijos y de dejar atrás el Arsenal y el Monumento a la Mujer Partisana, de CarloScarpa, se llega a los Jardines. En invierno están cerrados. De primavera aotoño están abiertos y se puede disfrutar de alguna de las bienales que allí secelebran. Se accede, encaramos el eje del pabellón de Italia y, a mano derecha,está la librería, rodeada de tilos centenarios. Ante suyo, escondido por unasmatas, está lo que queda del pabellón de Finlandia, de Alvar Aalto. Paralelos ala directriz del eje principal, España, Bélgica y Honanda. Y unos lavabos. Elpabellón holandés es obra de Gerrit Rietveld y merece un artículo a parte. Stirling no quiere seruno más en un lugar donde nadie quiere ser uno más. Los Jardines de la Bienalconcentran unas dosis de talento inusuales, rozado la obscenidad. Casi elanti-reino del kistch del que Kundera hablaba. Todos los pabellonesrezuman serenidad: el español, tan facha él, el belga, ídem, Rietveld y sugenialidad, el italiano e incluso las folies de Scarpa o las maravillas deHoffman, Aalto o Fehn. Todo el mundo sabe que quedándote quieto de van a mirarmás. Stirling también lo sabe, se queda quieto como los otros… y lo miras más. La librería no es unedificio. Ni un pabellón, Ni tan sólo el vaporetto que enuncia el título delartículo. La librería lo es todoa la vez. Un edificio que no es un edificio. Un pabellón que no es un pabellón.Un vaporetto varado con el grado de abstracción suficiente como para no tenerloque considerar una escultura pop vacía. La librería (no séponerle otro título más allá de ese) se define a través de sus contradicciones.De la suma de disyuntivas. Stirling habla, en la memoria de sus obras completas(Thames & Hudson, ed.), de la oposición entre el tráfico de la laguna (depequeñas barquitas particulares a petroleros o mercantes) y de la serenidad delos jardines. De jardines románticos, vacíos de personal en el invierno yllenos de vida, de gente, de vivencias, el resto del año. De pabellones y deárboles. De naturaleza y ciudad. Y lo recoge y condensa todo en un soloedificio.

La librería en los jardines. Está situada al lado del eje mayor de los jardines, muy desplazado al sur. Su entrada se produce por el lado menor recto y, por tanto, se ha de girar dos veces noventa grados para acceder. El pabellón mayor es el italiano. En la parte inferior del plano, de derecha a izquierda, los pabellones español, belga y holandés. El pabellón con un arco de círculo situado al otro lado del canal, a la izquierda de todo del plano, es obra de Hoffmann.
Es un edificio porquetiene fachada. Una sola. Su lado menor. La fachada del edificio es la de suacceso, del mismo modo que la fachada de la Ville Savoye es aquella que terecibe cuando te aproximas a la casa, la que te engulle para que te puedasmeter debajo. La que Siza dijo que era la fachada, vaya. A diferencia de losotros pabellones, que se enfrentan a los ejes o que crean semiejes cuando girasnoventa grados para enfrentarte a ellos, la fachada de este edificio estáescondida. Como el acceso al pabellón de Montjuïc de Mies van de Rohe, paraacceder a has de girar dos veces noventa grados. La fachada no es un recursobeaux-arts que dependa de la calle y cree calle. No hay eje.


Módulo de fachada. Todo conjuntado con la estructura: las gárgolas, la iluminación, la ventana corrida de la que no vemos el travesaño superior. Zócalo continuo... y una baldosa veneciana.
No es tanto unedificio para ser visto como un mirador. Su programa es simple: dentro haylibros. Singularmente de la editorial Electa, la que lo pagó. Entras, miras,compras y te marchas. Programa invariable bienal tras bienal, sea cual sea sutema. Accedes a la librería…y no ves libros. Tras tuyo queda la fachada. Delante, una vidriera que permitemirar, según tu posición de un mínimo de 180º de jardines a un máximo que debede superar los trescientos. Stirling no construye una librería. Construye unaventana corrida enorme. Absoluta. Doblada sobre sí misma para poder sercontinua abrazando los dos lados de la tapa. Si el edificio no tuviese fachadala ventana corrida tendría 360º.Los libros están enlos estantes bajo la ventana. Modernamente se han tenido que poner unossujetalibros para que algunos de ellos queden tan sólo un poco por debajo de laaltura de la vista, de tan radical que es la opción tomada.






Proyecto para el Departamento de Química de la Universidad de Columbia, NYC. Arriba, perspectiva del edificio. Abajo, perspectiva final realizada a la pérdida del encargo. Notad los dos barrenderos en el extremo inferior derecho, preguntándose cómo acabarán con todo este desastre... El edificio que se ha construido en este solar ha sido inaugurado recientemente y proyectado por Rafael Moneo.
