Los perros que (también) dirigen el tránsito, las motos y motitos que circulan a toda hora, el bazar especializado en souvenirs, la partida de truco entre varones veteranos, la previa y el boliche de los jóvenes, el riego sistemático de las calles de tierra, el entrenamiento y un partido del equipo local de rugby, el patio transitado de la Municipalidad, los pescadores que todavía saben vivir del río, el pibe que da vueltas a la manzana en bicicleta. A partir de éstas y otras pinceladas, Rodrigo Moreno retrata una porción de la Argentina sin mucha relación ni con Buenos Aires ni con ese interior que los porteños solemos calificar de “profundo”.
Colón es la ciudad de provincia (Entre Ríos) que inspiró la nueva película –esta vez documental– del autor de El custodio y Reimon. La diversidad y la capacidad representativa de los momentos, persona(je)s, sonidos, paisajes capturados sugieren que el realizador hizo un trabajo de campo importante antes de ponerse a filmar.
Entre los momentos más entrañables del largometraje, figuran –por orden cronológico– la interpretación en vivo de un acordeonista muy entrado en años y su acompañante guitarrista en un programa de radio local; el diálogo rico en regionalismos y jugosos chismes familiares que dos mujeres mantienen mientras circulan en moto a muy baja velocidad; el advenimiento de una tormenta eléctrica sobre el río Uruguay; el reconocimiento de distintas especies de pájaros, a partir de su canto, por parte del mismo guitarrista.