Revista Cómics

Universo Comic-Books! – Comics Code Confidential

Publicado el 14 mayo 2015 por Celesj

Al anunciarse su desaparición definitiva en Enero de 2011, la reacción de muchos aficionados fue de cierta perplejidad. “Entonces, ¿todavía seguía funcionando?”, me comentaba un amigo librero. “¡Yo creía que se había suprimido hace un montón de tiempo!”

comic code
Y es que el Comics Code Authority se había convertido en ese trasto inservible que acumula polvo en un rincón del armario. Como es bastante pesado, da un poco de pereza moverlo, pero un día decides que necesitas el espacio y acabas arrojándolo a la basura, que es donde siempre debió estar.

Lo primero que debería precisarse es que el Comics Code no fue una censura impuesta, como algunos creen erróneamente. En realidad, el Código se creó en 1954 a propuesta de las propias editoriales, agrupadas en torno a la CMAA, siglas de Comics Magazine Association of America. Así que lo correcto sería hablar de código de autocensura. Y no todas se adhirieron: Gilberton, la editora de Classics Illustrated, y Dell, que en aquella época gozaba de gran popularidad merced a sus licencias de Disney y Looney Tunes, optaron por no hacerlo y continuaron sus publicaciones con aparente normalidad. En cambio, el resto sí se plegó a las presiones políticas, considerando que autorregularse era la opción menos mala de las posibles para tratar de capear un temporal que había ido creciendo en intensidad hasta convertirse en una seria amenaza para la supervivencia de la industria.

Para entender la creación del Comics Code, es necesario enmarcarla dentro del clima social que se respiraba en los Estados Unidos durante los primeros años de la Guerra Fría, con la amenaza soviética siempre presente y el temor a un eventual conflicto nuclear. Aquel ambiente enrarecido era el caldo de cultivo idóneo para eso que se dio en llamar la “caza de brujas”.

En el ámbito del cómic, nuestro “inquisidor” particular resultó ser un reputado psiquiatra neoyorkino que respondía al nombre de Fredric Wertham. No fue el único, desde luego, pero quizá sí el más influyente. En su polémico libro “La Seducción de los Inocentes”, el doctor Wertham alertaba del peligro que, a su juicio, representaban los cómics por sus contenidos sexuales y violentos, llegando al extremo de vincular el aumento de la delincuencia juvenil con la lectura de historietas. Nada escapaba a sus diatribas: tan pronto acusaba a Superman de haber “conquistado las mentes” de los indefensos niños como arremetía contra la “homosexualidad latente” de Batman y Robin o el “lesbianismo” de Wonder Woman. Además, creía ver imágenes de desnudos femeninos ocultos en todas partes, ya fuera en los dibujos de los músculos o en la corteza de los árboles. Según Wertham, “en el peor de los casos, los cómics pueden ser demoníacos; en el mejor, son simple basura.”

Fredric Wertham abogaba por prohibir la venta de cómics a los niños porque consideraba que sus contenidos incitaban a la violencia. En su comparecencia ante el senado estadounidense, el psiquiatra llegó a afirmar que Hitler era un principiante comparado con la industria de los comic books.

Fredric Wertham abogaba por prohibir la venta de cómics a los niños porque consideraba que sus contenidos incitaban a la violencia. En su comparecencia ante el senado estadounidense, el psiquiatra llegó a afirmar que Hitler era un principiante comparado con la industria de los comic books.

Apoyándose en esa coartada presuntamente científica, diversas asociaciones ciudadanas se embarcaron en una cruzada que llevó a la quema de tebeos en improvisadas hogueras públicas, algo que ya había empezado a gestarse seis años atrás. Obligados por sus progenitores, a los pobres críos no les quedaba más remedio que deshacerse de sus preciadas colecciones y tenían que presenciar cómo terminaban siendo pasto de las llamas. En otros casos, eran los centros de enseñanza los que tomaban la iniciativa, y no faltaba quien celebraba todo aquello como si de una verbena de San Juan anticipada se tratase.

También en Canadá se vivieron episodios tan lamentables como el que refleja la fotografía. Véase el entusiasmo con el que este señor de Vancouver reduce a cenizas esos instrumentos de Belcebú que nosotros denominamos comic books. Para decir lo que pensamos de él y del doctor Wertham se nos ocurren unos cuantos calificativos, pero seguramente ninguno de ellos pasaría por la criba del Panini Code Authority.

También en Canadá se vivieron episodios tan lamentables como el que refleja la fotografía. Véase el entusiasmo con el que este señor de Vancouver reduce a cenizas esos instrumentos de Belcebú que nosotros denominamos comic books. Para decir lo que pensamos de él y del doctor Wertham se nos ocurren unos cuantos calificativos, pero seguramente ninguno de ellos pasaría por la criba del Panini Code Authority.

Pero los guardianes de la moral, lejos de darse por satisfechos con ello, intensificaron su ofensiva hasta conseguir que el poder político tomara cartas en el asunto. Así, el Senado estadounidense constituyó un subcomité adonde acudirían a testificar expertos, médicos, miembros de la industria del cómic y otras personalidades, entre ellas William Gaines, el responsable editorial de EC Comics.

La línea de terror de EC estaba en el ojo del huracán debido a los contenidos truculentos de gran parte de sus revistas. Desde nuestra perspectiva actual, aquellos tebeos pueden parecer casi inofensivos si los comparamos con cualquier película gore, pero hace sesenta años las cosas se percibían de una manera muy diferente.

Cuentan las crónicas que Gaines no salió especialmente bien parado de su comparecencia. Hubo un momento en particular en el que trató de defenderse argumentando que en sus publicaciones el único límite que se marcaba era el del buen gusto. Entonces el senador del Partido Demócrata Estes Kefauver, un político oportunista y demagogo con aspiraciones presidenciales, aprovechó para mostrarle la portada correspondiente al Nº 22 de la serie Crime SuspenStories. “Esto parece un hombre con un hacha ensangrentada sujetando con la mano la cabeza de una mujer que ha sido seccionada de su cuerpo”, le inquirió Kefauver. “¿Usted cree que es de buen gusto?” A Gaines no se le ocurrió otra cosa que replicar: “Sí, señor, así lo creo, para ser una portada de un cómic de terror. Una portada de mal gusto dejaría la cabeza colgando un poco más arriba para que se viera la sangre goteándole del cuello. Y desplazaría el cuerpo de la víctima con objeto de que se mostrara su cuello ensangrentado.” El senador le señaló: “En la portada se ve sangre cayéndole de la boca.” Y Gaines sólo acertó a balbucear: “Un poco.”

“¿Usted cree que es de buen gusto?” Poco podía imaginar Johnny Craig que su sobrecogedora ilustración para el Nº 22 de Crime SuspenStories terminaría convirtiéndose en la portada más célebre de la historia de EC Comics. Lo que estáis viendo es la plancha original de dicha portada.

“¿Usted cree que es de buen gusto?”
Poco podía imaginar Johnny Craig que su sobrecogedora ilustración para el Nº 22 de Crime SuspenStories terminaría convirtiéndose en la portada más célebre de la historia de EC Comics. Lo que estáis viendo es la plancha original de dicha portada.

Las declaraciones de Gaines provocaron un airado titular a toda página en el New York Times del día siguiente. Otros medios también se hicieron eco de la noticia, y un pliego de recomendaciones del Senado acabó instando a los editores a rebajar los contenidos violentos de sus publicaciones. Después de todo aquel revuelo, parecía que la suerte estaba echada… ¿o no?

¿Era inevitable la implantación del Comics Code?

Existen varias teorías al respecto, y las exploraremos a fondo en nuestra próxima sección.

Y aquí tenéis la cubierta a color, tal como apareció publicada.

Y aquí tenéis la cubierta a color, tal como apareció publicada.

UM - CB-EXTRA

El pasado mes de Abril exhibieron en el MoCCA Festival de Nueva York el libro de un coleccionista que se había dedicado a patearse salones comiqueros de medio mundo para conseguir que autores del más diverso pelaje le firmasen su copia de “Seduction of the Innocent”, el incendiario libro del doctor Wertham. Muchos de ellos acompañaban su rúbrica con un pequeño dibujo, en algún caso un tanto subido de tono, y lo alucinante es que te puedes encontrar allí toda clase de nombres, desde Stan Lee hasta Art Spiegelman, pasando por John Romita, Joe Simon, Marie Severin, Dan Adkins, Tony Isabella, Dick Giordano, Steve Rude, Jim Lee, Bill Sienkiewicz, Mike W. Kaluta, Moebius, José Luis García López, Jerry Ordway, Don Rosa, Matt Wagner, Stephen Bissette, John Totleben, Erik Larsen, Dave Sim, Joe Jusko, Fred Hembeck, Evan Dorkin y un larguísimo etcétera. Para hojear sus páginas desde la distancia, tan sólo tenéis que pulsar el play en este vídeo bendecido por el Comic Books! Autorithy:


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