Revista Vino
Entre zarcillos nace el primer vino de estos tres enamorados, locos apasionados de su tierra, en la DO Arabako Txakolina, entre Antomaña y Lezama. UNO se llama el txakolí pero tres son los espíritus emprendedores que lo ponen en la mesa. Los tres unieron sus viñedos, su pasión por las variedades propias (la Hondarrabi Zuri y la Hondarrabi Zuri Zerratia) y su visión, para nada profética (su nariz y su paladar se lo vendría diciendo desde tiempo atrás...), de que el clima y la variedad de suelos tenían que dar un txakolí que tuviera algo propio. Fueron, pues, tres los que se convirtieron en UNO: Juan José Tellaetxe, párroco; Jose Cruz Guinea, hostelero y Jose María Gotxi, ganadero. Los tres, viticultores además con viñedos entre la Sierra Salvada y el macizo del Gorbea, en zona de muy clara influencia atlántica, interior, alta precipitación, temperaturas templadas, suelos de textura arcillosa, pH altos y algo de materia orgánica. Se añadió un ángel al proyecto (de nombre Roberto Oliván, Tentenublo, en la Rioja Alavesa: os sonará por el repique de campanas...), que les tutela la agricultura y la vinificación. Por la elección se nota que saben dónde van...
Gestión integral de los suelos con cubierta vegetal espontánea (lo que da la tierra, sin más). Mínima intervención. Abono orgánico (será poco, digo yo, y de sus rebaños). Cada parcela se trabaja por separado. Cada viñedo fermenta con sus levaduras indígenas. Se usa una prensa vertical que aprovecha sólo el 60% de la materia. Desfangado natural: tiempo y basta. El vino fermenta en inox y se cría durante cinco meses con sus lías finas. Cada parcela fermenta por separado y cada orientación de viñedo, también. Batonage. Mínimamente filtrado y embotellado en marzo de 2013. No sé qué vale: me lo ha regalado un amigo. Lo he bebido con un rape a la andaluza en día flor dominado por la luz y la luna ascendente. La combinación ha sido espectacular. Peligro porque es adictivo. Manzanas ligeramente ácidas. Prado húmedo al amanecer. Acidez bajo control, muy matizada por las lías y la pequeña crianza. Frescura y agilidad. Cierro los ojos, veo y oigo el manantial donde los elfos susurran sus secretos de monte y bosque profundo. Corteza de limón. Txakolí amable. No chispea pero casi. Musgo y primavera. Este vino huele a primavera y a mes de mayo. Posgusto algo amargo, heno y quizás albaricoque. Coge esa manzana del árbol, muérdela en el campo cuando nace el día. Siente cómo el zumo fermenta en tu paladar. Huele las flores y el pasto. Así es este vino. Me perdonará el señor párroco, pero estos tres y su ángel han visto la luz a la primera, vamos. Vamos bien, quiero decir.