Revista Vino
De Porrera a la vinya del Mas de la Rosa hay un desnivel de 400 metros. Y para llegar a la cima de la viña, un poquito más. Una anciana, Rosa su nombre, andaba y desandaba este camino cada día. Era su viñedo de cariñena, plantada en 1900: un patrimonio del que vivir y que había que preservar. Historias poco conocidas, quizá, del Priorat: quienes se quedaron cuando el trabajo fácil estaba en las ciudades y lo más complicado era no romper el vínculo con la tierra y sobrevivir con lo que ella te diera (y en Mas de la Rosa da uva extraordinaria pero escasa...), salvaron muchos viñedos del abandono. El Priorat histórico nos ha llegado gracias a ellos y hoy podemos beber algunos vinos extraordinarios porque ese esfuerzo silencioso, ese sueño improbable, fue recogido, entendido e interpretado.
Por Lluís Llach y Enric Costa, por ejemplo, socios fundadores del Celler Vall Llach. Una mañana la anciana salió de casa. Había decidido que no subiría más a ese viñedo imposible...Se cruzó con Lluís y le preguntó si querría comprar su viña. Imagino una cierta mirada de sorpresa de él, pero reaccionó enseguida: "¡vamos a verla!" Ese mismo día, el viñedo de Mas de la Rosa pasaba a Vall Llach. Ellos, LLuís, Enric y ahora el hijo de Enric, Albert, sabían ya cómo era esa fruta. Una de las niñas bonitas del Priorat, una de las cariñenas orientadas al sur en viñedo de 700 msnm que sólo se puede trabajar con azadón por el tremendo coster en el que vive suspendida. Un viñedo centenario y, con los años, aislado. Entre brumas, soles impenitentes, garbinadas salvadoras y atardeceres amables, esta cariñena madura lenta como pocas. Su concentración y el momento de vendimia son sus secretos. Y en Vall LLach esto lo saben desde 1998 cuando el que, en aquel momento, era su vino emblemático, el Vall Lach protagonista de este post, recibía ya la mayor parte de su uva de los viñedos de Finca Cabacés y de Mas de la Rosa (50%).
En un atardecer mágico, en el que Lluís y Albert obsequiaron a algunos amigos con una extraordinaria vertical de este vino, desde 1999 hasta el ya presente 2008, yo me quedé con dos en mi corazón. 1999 Y 2005. Hoy recupero mis recuerdos de este 1999 (era la tercera vez que lo bebía y todo seguía encajando en mi álbum mental de vinos preferidos) para deciros de él que es un emblema, un símbolo de un Priorat que la gente parece casi rechazar. Enric Costa, LLuís LLach y el agrónomo que les acompañaba en ese momento, Ricard Pasanau, creían no sólo en la bondad infinita de esta tierra del Priorat y en sus uvas más enraizadas. También creían en que una mezcla equilibrada de cabernets sauvignons y merlots (entre otras...), podía hablarnos del alma de esta tierra desde la copa. No se equivocaban. Puede que no piense yo como ellos, pero siempre he reconocido (ante botellas como ésta) que el tiempo les ha dado la razón. No a todos, cierto. Pero a ellos, entre otros, sí.
Es un vino que muestra la finura y la elegancia propia de los inmortales. No está evolucionado ni en color ni en aromas ni en sabores. La cariñena histórica aporta profundidad y sentido de campo: suave perfume de llicorella oscura, ligero anís estrellado, frescura, avidez de las cerezas en su punto junto con la calidez de la ciruela del fraile. La altura y el reposo en la maduración de la uva dan cosas así. El merlot y el cabernet sauvignon (35 y 15%) siguen envejeciendo de maravilla y aportan equilibrio al conjunto y un aire bordelés, también. ¿Quién, amante de los vinos sin más, puede criticar esto si el vino que bebes es extraordinario? El Priorat era así en 1999 y este Vall Llach es una de las mejores muestras de que se hacían vinos finísimos, pensados para un largo goce y una vida placentera. El merlot trae recuerdos de fruta más roja de septiembre (madroño) y el cabernet sauvignon se ha integrado tan bien que permite, sin más, beber en la copa final de otoño y primer invierno: rescoldos, ceniza, calor de hogar. Humus. Recogimiento y reflexión. No hace falta añadir mucho más...
Es un gran vino y siempre lo ha sido por más que la añada sea una de las poco apreciadas en la DOQ... El auténtico valor que tiene para mí este Vall Llach 1999 llega cuando lo comparo con otros 1999 que he bebido estos últimos años y me doy cuenta de que se ha convertido, a la chita callando casi (hablar de 2000, 2001, 2004 ó 2005 es más sencillo y agradable), en un clásico inmortal del Priorat. Afortunados los que tengan alguna botella de las 9748 que se prepararon en abril de 2001: les esperan largas horas de placer. Elijan bien con quién la comparten...