Sí, llegó la Navidad, por lo menos, para aquellos que, como una servidora, están metidos en el saco de:
1) trabajo en casa-autónomo-estatus sin identificar
2) estoy buscando curro
3) estoy viéndolas venir
4) estudio por mi cuenta
5) indíquese otros.
Y en este día de fiesta, o de lo que sea para los de mi saco (1), voy a ponerme positiva, que nunca viene mal, y me voy a disponer a nombrar algunas de las ventajas que trae la Navidad, tan bonita ella.
En primer lugar, ¡nada que ver con las vacaciones veraniegas! Aquí se juntan dos factores: cerramos ventanas, por lo que nada de gritos del vecino al oído o peleas de infantes malcriados, lo que me lleva al segundo punto… ¡Hace frío! ¡Los niños no están por los patios! Y, si salen… se escuchan gritos, sí… ¡pero para que entren en sus casas! Sin duda, una bendición, ¡un milagro navideño!
En segunda posición, los olores. En invierno, todo huele a castañas, a luces (este año, por lo menos en Sevilla, de feria…), a regalos y dulces y chocolate. Nada que ver con los olores propios del verano, que la escasez de ropa obliga a destapar a metros de distancia y en los que la distancia corta te juega malas pasadas -malísimas, en algunos casos (huélase buses, tiendas, jaurías poco ventiladas).
Y, aún en el pódium, nos encontramos con el tercero de mi lista, la comida. No sé por qué, pero todo sabe mejor por estas fechas, aunque te comas un menú ahorro del Burger King, las patatas pequeñas te saben como a más… No sé, como a fritas con más cariño. Es la época del año por excelencia de los no remordimientos, de los “ya para el año que viene me pongo a dieta” o de “si con el frío que hace, ¡se quema todo!”. En fin, lo que se dice una época feliz de cachetes coloraditos (sí, aun más para algunas…) y de estufas que se estropean para que des uso a tu antigua bata de ositos y le des tregua a nuestra famosa amiga la crisis.
Pues sí, esa es para mí, en pocas palabras, la Navidad. ¿La familia, los amigos, las promesas, la nostalgia y el belén? Bueno, están todo el año acechándome con alegría, como a mí me gusta, pero para mis tres must haves navideños, estos.
Feliz entrada de fiestas y, por favor, alejaos de los infantes que corretean con mangas cortas por los patios de hojas caídas comiendo helados… Créanme, son los Grinch de la nueva generación.