Según el DRAE para el verbo "restaurar": "2. tr. Reparar, renovar o volver a poner algo en el estado o estimación que antes tenía." Ha sido una semana dura e intensa, en la que se han mezclado novedades y cosas muy interesantes con decepciones y algunos reveses. Se me quedaron cuerpo y espíritu algo magullados, con necesidad de restauración inmediata. Entre tanto vino probado (aunque la gente no se lo crea, probar más de 200 vinos en tres días es un ejercicio agotador, tanto para el cerebro como para las encías y la lengua...) y tanta decisión por tomar en otro ámbito de mi vida, resonó esta mañana uno de los consejos que el lunes mismo me daba mi amigo Barquín ("the Sherry guru", según Jancis Robinson), cuando hablábamos del concurso de cata por parejas de Vila Viniteca: "entre sesión y sesión, no hay nada como ir a un buen oriental". He dormido bien esta noche, por fin; he leído y trabajado un buen rato; me he puesto en la piel de Kostas Kharitos (cómo me gusta este tipo) y he salido a la calle. Una cita previa, también reparadora, ha puesto mi cuerpo en la buena senda (mi fisio tiene unas manos que habría que asegurar, os lo digo yo).Y tras una pequeña decepción (mi primera opción era Wakasa, en C/ Nàpols, 347, pero he encontrado el local cerrado...), mis pies me han llevado al lugar que un lector anónimo defendió hace unos días en estas mismas páginas: Can Kenji. El sitio me sigue pareciendo agradable, con una corriente de aire que ha permitido a la primavera compartir taburete conmigo (ha sido en la barra: me gustan las barras de los sitios de comida japonesa, para ver cómo manipulan los cocineros. Su sensibilidad y precision me tienen alucinado. Aunque hay que decir que en Can Kenji el único cocinero japonés es Kenji). La sopa miso ha entrado en mi estómago con la suavidad y sigilo de un gato. El sushi variado estaba recién hecho y ha hablado en nombre de las grullas que hace días ando buscando. Me he atizado pequeñas dosis de buen wasabi para despejar bien los poros de la nariz. Y he acompañado con un suave té verde sencha. El sencha abre el cerebro y calma el espíritu. La pequeña dosis de energía que me faltaba ha llegado con el acierto de un flan de gengibre, delicado y sabroso. Un buen paseo por nuestros Campos Elíseos de bolsillo (dicho con todo el cariño: el Passeig de Sant Joan), con parada en un banco frente a la espléndida Casa Macaya, han redondeado este Viernes de Restauración. Próximamente, en esta misma pantalla, tendrán Ustedes un resumen de impresiones de lo que Intervin y Alimentària han dado de sí para mí.