Revista Cultura y Ocio

Vikingos en Cantabria

Por Yorga @javieramosantos

Pocos personajes existen en España que sepan tanto de la cultura vikinga. Manuel Velasco es uno de ellos. Escritor y fotógrafo manchego afincado en Madrid, es uno de los mayores divulgadores de la historia de los normandos en idioma español, tanto por los numerosos artículos publicados en una treintena de publicaciones españolas y extranjeras como por su blog Territorio Vikingo, una referencia con más de diez años de existencia o por sus libros previos, siete de ellos de temática vikinga. Ha publicado Breve historia de los vikingos, Breve historia de los celtas y Territorio vikingo, entre otras obras.

Conocemos el paso de los vikingos por las costas gallegas durante el periodo de la Edad Media, que cada año celebra el pueblo gallego de Catoira en unas fiestas declaradas de Interés turístico Internacional. Navegantes formidables y diestros jinetes, armados con hachas y espadas, los intrépidos guerreros vikingos sembraron el pánico en las costas de Europa entre los siglos IX y XI. Durante aquel periodo, la lucha entre cristianos y musulmanes hizo de Santiago de Compostela una de las capitales del mundo conocido, destino de tesoros y riquezas. Uno de los lugares con historia de por aquel entonces. La atracción por estos botines es lo que llevó a los rudos hombres escandinavos a intentar someter a los habitantes de la península en diferentes ocasiones.

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La localidad gallega de Catoira rememora en sus fiestas el paso de los vikingos por aquellas tierras.

También arribaron a Cantabria. Y Manuel Velasco, firma invitada hoy en Lugares con historia, nos narra su paso por esas tierras. En el año 843, los vikingos descendieron hasta el sur de Europa hasta alcanzar las costas de Francia. Se establecieron en Bayona y continuaron por la costa cántabra hasta que desembarcaron en Gijón, el primer lugar en el que los vikingos hicieron de las suyas, saqueando todo lo que se encontraban a su paso. Alcanzaron la Torre de Hércules, luego Lisboa y después el estrecho de Gibraltar. Tomaron Cádiz para extenderse por el Guadalquivir.

Las crónicas medievales tanto cristianas como musulmanas citan en repetidas ocasiones los asaltos vikingos que se sucedieron en diferentes lugares. A diferencia de otros países, nuestras costas nunca estuvieron en la amplia red comercial de los nórdicos, pero en Cantabria han quedado un par de interesantes leyendas de lo que podría haber sido unos encuentros de carácter muy distinto a los habituales.

Un día del siglo XI desembarcaron en la playa de Laredo unos vikingos. Como la mayoría los hombres de esa zona estaban lejos de allí, enzarzados en alguna de las habituales guerras veraniegas, les tocó a las mujeres resolver el problema. Y lo hicieron invitando a los vikingos a una fiesta en la que se les sirvió vino de Ribadavia con generosidad. Alguna bruja debía haber entre aquellas mujeres, pues dentro de la bebida habían echado una sustancia hecha a partir de las hojas de boj. Y los fieros guerreros vikingos se quedaron totalmente paralizados en cuanto el bebedizo les hizo efecto. Y tal que así fueron depositados en una gran caverna que había debajo del pueblo. Y allí deben seguir…

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A la costa de Laredo desembarcaron los vikingos en el siglo XI.

Tiempo más tarde, unos pastores cántabros vieron a lo lejos las características velas cuadradas de los barcos vikingos y corrieron a dar la voz de alarma. Los habitantes de esa región se escondieron donde pudieron mientras el conde de Laredo se preparaba para repeler el ataque. Cuando se acercaron a la playa, se encontraron con que los vikingos simplemente querían descansar un poco tras una larga y fatigosa travesía.

Justamente por eso expresaron su intención de regresar a aquel lugar con el fin de establecer un puerto donde los vikingos pudieran hacer escala cuando realizaban viajes a y desde el Mediterráneo. La petición les fue admitida, pero con la condición de que no usasen sus armas en tierra y respetasen a los cristianos, aunque se les permitió que pudiesen tomar mujeres del valle como compañeras.

No hay noticias de que tal proyecto llegara a realizarse, pero es posible que aquellos vikingos no llegaran a irse de aquel bonito paraje donde había tantas bellas mujeres. Su perdición. De ahí puede venir el hecho de que, durante siglos, las mujeres del valle de Liendo sólo quisieran casarse con hombres que consideraban descendientes de aquellos vikingos. También resulta curioso que en el folclore cántabro haya permanecido la figura del ojáncanu, un gigantón barbudo con un solo ojo al que acompañan dos cuervos que le informan de los que ocurre por los alrededores, como si fuera una deformación de Odín, el dios principal de la mitología nórdica.

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Drakkar vikingo similar al que llegaría a la costa cántabra.

Fue en Cantabria donde se halló la piedra vikinga que ya no existe. Fue destruida en los años 80 del siglo pasado. Apareció en Gornazo (Miengo, Cantabria) y era un bloque calizo de 2,5 por 2 metros y casi 1 metro de espesor, aparentemente natural y de color ligeramente amarillento. Se encontraba tumbada en un prado junto a la cueva de La Zorra (actualmente tapada), que se localiza en una pequeña elevación dominando la desembocadura de la ría del Pas que tal vez sirvió de oteadero de ballenas.

Originalmente enterrada, la piedra se descubrió al construirse un camino en la zona, pero desafortunadamente fue picada hasta quedar totalmente destruida. Su particularidad reside en que hacia el centro de una de las caras, planas, tenía grabado en incisión fina-media una serie de dibujos entre los que se podía observar la figura de un gran barco del que salía una gran cabeza humana y posibles velas, así como otros dibujos de más difícil clasificación, como un posible arpón.

Dónde dormir: Ramona; Padre Ellacuría, 4; 39770 Laredo (Cantabria); teléfono: 942612556; [email protected].

Dónde comer: Casa Felipe; Travesía de José Antonio III, 5; Laredo (Cantabria); teléfono: 942603212.

Plano Laredo


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