Revista Vino

Viña Corrales, de Peter Sisseck, y Fino Camborio, de Piñero.

Por Guillermo Manuel De Villena

Viña Corrales, de Peter Sisseck, y Fino Camborio, de Piñero.

Como hermanos separados, figuradamente, claro.

Viña Corrales, de Peter Sisseck, y Fino Camborio, de Piñero.
Esta historia podría empezar hace unos 5 o 6 años, pongamos 2015, por ejemplo. El Fino Camborio vivía en la calle San Francisco Javier, en Jerez de la Frontera, en su tranquila y pequeña casa-bodega. Había sido bautizado años atrás con el nombre de otro conocido fino, el desaparecido Fino Camborio de Terry, de El Puerto de Santa María, pero poco o nada tenían en común salvo el nombre.

El Fino Camborio jerezano, al cuidado de su "padre" Juan Piñero, y sobretodo de su "padrino" el enólogo Ramiro Ibáñez, había llegado a ser uno de los mejores finos del Marco, o el mejor, según algunos. Su larguísima crianza biológica, sus escasas sacas y sus rocíos con los mejores mostos y sobretablas fueron claves. En esa época recibió 91 Puntos Parker - yo creo que merecía alguno más - por el Wine Advocate español, Luis Gutierrez.

Viña Corrales, de Peter Sisseck, y Fino Camborio, de Piñero.
Más adelante llegó el momento de protagonismo del Fino Camborio en Rama, es decir, cuando se embotella un fino sin apenas filtracion, tratando de mantener las mismas propiedades y características del vino que se haya en la bota. Y también apareció en formato magnum, una delicia de vino, primero en 2017 y otra saca al año siguiente que sumó un punto Parker más y llegó a los 92, en la llamada Saca de Floración de 2018, o Saca de Primavera, un vino procedente de unas 20 botas - aquí viene el spoiler - que Piñero no vendió a Peter Sissek y se las llevó a la bodega de Sanlúcar de Barrameda donde se cría la Manzanilla Maruja, otra emblemática marca de Terry.

Viña Corrales, de Peter Sisseck, y Fino Camborio, de Piñero.
Nos encontramos ya entre 2017 y 2018 cuando entra en escena Peter Sisseck, el de Pingus, en asociación con Carlos Del Rio Gonzalez-Gordon, propietario de la bodega Hacienda Monasterio, en Ribera del Duero, y compran a Juan Piñero nada menos que 470 botas de fino y la propia bodega de la calle San Francisco Javier, con la idea de elaborar su propio fino, partiendo de una base, una buena base, de Camborio. Sisseck además pilla unas hectáreas, diez en total, de viñedo del bueno, en el Pago de Balbaina y también en el de Macharnudo, para ir refrescando cosecha tras cosecha su nuevo vino, embotellado en Abril de 2020 y bautizado como Viña Corrales, que alcanza los 96 Puntos Parker, conformando una solera de 74 botas, Solera Fino PS, y presentado en botella borgoñona estandar, pero solo unas escasas 1200 unidades, la mayoría habrán cruzado ya el atlántico.

Por otro lado, seguimos en 2020, este año fatídico para unas cosas, una nueva saca del Fino Camborio en Rama, ahora subtitulado como Seleccionado, acaba de salir al mercado, casi simultáneamente al Viña Corrales. Durante este tiempo ha sido refrescado con mostos de Añina y Macharnudo; un fino viejo, Fino Amontillado, con 12 años de crianza, y un tono más ámbar, presentado en botella de 50cl, transparente.

Viña Corrales y Fino Camborio en Rama, como hermanos separados, el primero con influencias y educación "foránea", hijo de Sisseck, educado y bien vestido; Fino Camborio en Rama Seleccionado, mudado a Sanlúcar de Barrameda, pero jerezano jerezano. Con su acento local. Figuradamente, claro.

Viña Corrales, de Peter Sisseck, y Fino Camborio, de Piñero.
(Foto de la bodega)


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