Revista Cocina

Vinos de 1955 degustados en Haro

Por Altosdelvino
Vinos de 1955 degustados en Haro
Hay muy pocas bodegas en el mundo donde se den la mano las costumbres, útiles y modos centenarios, con lo más innovador de la tecnología del siglo XXI. En Haro, uno puede encontrar a enólogos y especialistas que se mueven en edificios levantados hacia 1900 trabajando, por ejemplo, en confundir los deseos de los gusanos de la viña e impedir que sus padres, las polillas, copulen en el campo.Eso sucede todos los años en Bodegas Bilbaínas. La empresa, que posee el registro embotellador más antiguo de La Rioja, usa imágenes de satélite para elaborar mapas de “vigor y de cosecha” que les indican cuándo y dónde aplicar sus esfuerzos o vendimiar. También dispersan entre las viñas feromonas, esas sustancias químicas que secretamos los seres vivos como parte del protocolo sexual, para confundir a las mariposas ‘Lobesia botrana’ y evitar que se apareen. De ese modo se evitan la presencia en los majuelos de los dañinos gusanos de la vid.Solo así, con esa dualidad, se puede entender que, en la segunda cata realizada en la III Estación de Benjamín Romeo, en San Vicente de la Sonsierra, Bodegas Bilbaínas fuera capaz de presentar botellas para ser degolladas de Viña Pomal 1955, 1970 y 1985 junto a dos monovarietales (Garnacha y Graciano), que suponen un guiño a la modernidad y que se presentaron por primera vez en público.El enólogo Diego Pinilla fue el encargado de aplicar las tenazas al rojo vivo que hicieron saltar, tras una pincelada de agua fría, los cuellos de las botellas más viejas. Pinilla, y Antonio Jesús Casares, sumiller de Martín Berasategui, establecieron un diálogo sobre los caldos fragrantes que respiraban en las copas Riedel. “Al 1955 se le notaban los años y estaba un poco apagado, con toques anisados. No se le podía pedir más a un vino de 58 años. Un vinazo, por otra parte. En boca estaba muy bien: vivo, con sabor a higo muy maduro y con una ácidez limpia... Así es como se hacían antes las cosas, vinos sin grado (11,5º), pero muy sutiles. Hoy son más directos, con más taninos”.El Viña Pomal 1970, “muy neutro en nariz”, según Casares, explotó, sin embargo, cuando su 100% tempranillo antiguo le llenó la boca. “Pura elegancia y potencia. Un vino nervioso”, resume el sumiller del tres estrellas Michelin de Lasarte. “El 85 fue el mejor. Fuerte, con estructura. Poco a poco se fue abriendo: noté higos chumbos, fruta compotada... Un vino muy mineral con sus notas de madera muy pulidas y toques especiados. La entrada en boca es golosa, con un amargo final que le da longitud”, apunta este especialista echando mano de su memoria. “Esas cosas no se te borran tan fácil. Beberse un vino de 1955 es algo grande, algo que provoca recuerdos imborrables”, sonríe.La bodega, hoy en manos del Grupo Codorníu, se especializó en sus comienzos en los llamados vinos de finca. Nació Bodegas Bilbaínas en Haro con un capital social de 6 millones de pesetas aportado por inversores bilbainos. En 1902 era una barbaridad, un bilbainada, pues lo habitual en la época era comenzar un negocio de ese estilo con poco más de 200.000 pesetas, de ahí la calidad de los calados y edificios de la bodega. Hoy, continúan con esa idea de vinos “elegantes, redondos en boca, con aromas sutiles y suaves”, apuntaron en la cata celebrada en el bar de vinos La III Estación de San Vicente de la Sonsierra. Toda una declaración de principios en estos tiempos dominados por los taninos y las macedonias de frutas.
Fuente: El correo.com

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