Revista Vino

Viticultor de la Ribeira Sacra: En primera persona

Por Rumbovino @rumbovino

Finalmente la lluvia esperada cayó… y con eso llegó tranquilidad, la mía, no la de los viticultores que nunca la vieron llegar en tal mal momento. Esta tarde la lluvia me impidió salir de casa, luego de casi 30 días sin parar una sola tarde y la lógica consecuencia de no poder escribir más que a ratos y a las carreras.

Desde que estoy en Galicia, hace poco más de un mes, he conocido de cerca a los verdaderos viticultores de la Ribeira Sacra, por el Sil y por el Miño. Pude trabajar con alguno de ellos tardes enteras codo a codo, he trepado los bancales descolgados en pendientes interminables, he desojado y aireado vides preparándolas para la cosecha, he vendimiado, he acarreado escaleras arriba cajas llenas de uvas frescas que pronto serán vino… En estos días pude sentir en propio cuerpo, aunque un sea un poquito, el duro trabajo que realizan estos labradores del vino durante todo el año. Desde ahora, queridos amigos, les aseguro que voy a ser muy cauteloso a la hora de juzgar un vino desde la comodidad del sillón de mi casa. Pido disculpas si hasta ahora no he sido capaz de entender bien de qué va realmente esto de elaborar vino.

Viticultor de la Ribeira Sacra: En primera persona.

 Agradezco a Primitivo de Adegas Lareu por aquel precioso día que nos dedicó a recorrer todos sus viñedos, entre piedras, explicándonos con el detalle y sabiduría que solo tiene aquella gente que deja las horas de su vida trabajando en la viña todos los días. Sus vinos, en la pequeña bodega, me supieron a gloria…tienen la frescura y la fruta sincera que transmiten los granos en este maravilloso lugar. Hasta se ha atrevido a meter unos meses en barricas las uvas salidas de unos bancales extremos, obteniendo un producto desbordante, mineral, intenso y con un potencial que entusiasmaría a cualquiera (más adelante le dedicaremos una nota más extensa a aquella visita). 

Viticultor de la Ribeira Sacra: En primera persona.

Primitivo Lareu


El 2013 lo recordaré por varias cosas, se los aseguro. Pero una de ellas es porque este año pude trabajar y hacer el vino por primera vez en mi vida. Y si el destino me lo permite, el año que viene tendré el placer de beber una copa, y todas las copas, de un vino que tendrá parte de mí pasión en él.  Ya se está haciendo… Y esto es gracias a otra de los grandes tipos que conocí en este viaje a Galicia. Mario, colega de profesión y colega de afición, porque este amigo y su pequeño viñedo localizado en las pendientes del Sil en Doade me han permitido emborracharme de viticultura.

Trabajar la viña allí, donde los romanos lo hicieron hace 2.000 años, tiene mucho de heroico más allá que suene a cuento.  Mientras el sol te cuece lentamente con el calor que desprenden las piedras, uno debe andarse atento de donde pisa sin permitirse siquiera un segundo admirar el paisaje que lo rodea mientras camina, un mal paso te depara como mínimo un magullón de varios días o alguna fractura. Entre silvas (zarzamoras) rabiosas uno debe buscar algunos de los caprichosos racimos escondidos en las vides añejas. Los foráneos como yo no salimos nunca ilesos de esos menesteres, porque al menos unos rasguñazos profundos nos llevamos en el cuerpo.

Viticultor de la Ribeira Sacra: En primera persona.

Probando uvas en la bodega. Intento aprender algo de Mario (a la izquierda)

Pero claro, hay que reconocer que no todo es sacrificio… La naturaleza que se empeña en complicarnos las labores, también quiere que disfrutemos un poco, e inunda el piso con unos “pexegos”  silvestres que endulzan el trabajo. Nunca un durazno me supo tan bien! Pero lo mejor, sin dudas, es la merienda luego del trabajo ya cayendo la noche. Sentados sobre las terrazas pedregosas, mirando el horizonte que se pinta de azul oscuro entre las montañas, respirando profundamente, en silencio, admirando la paz y tranquilidad que transmite ese lugar increíble, llega la hora de deleitarse con la tortilla de papas, feita por sua nai, chorizos caseros inmersos en aceite, increíbles y picantes a dios, y un queso fresco de vaca gallega, feito por el veciño, regados por la dulzura del Demo negro (el blanco) y la frescura y mineralidad de Xan Vaca (el tinto), los vinos artesanales que Mario elabora con el fruto de todo un año trabajando las viñas. Sus cepas principales son Palomino para el blanco y  Mencía para el tinto… El vino se hace solo dice él, yo solo pongo las uvas a fermentar.Como les decía antes, el Demo Negro y Xan Vaca 2013 tendrán un poquito de mi trabajo, y para mí es todo. Estoy seguro que no voy a probar mejores vinos en toda mi vida, ahora lo tengo claro.

Viticultor de la Ribeira Sacra: En primera persona.

Glicérico, mineral, fruta roja fresca. Xan Vaca y la vista desde el viñedo

Esto es lo que puedo transmitirles de mi corta, pero inolvidable experiencia. Unas líneas complejas de seguir, escritas de una vez y casi sin revisar, cargadas de exaltación, que intentan expresar la admiración que siento por esta gente y las maravillosas tierras gallegas.Gracias por leernos amigos,Salute, Rumbovino. 



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