La W no es una letra fácil. Más que nada porque no forma parte del castellano. Pero afortunadamente tenemos a nuestra disposición la lengua de la modernidad, la de las nuevas tecnologías y de Internet. De eso hablaré hoy: de cómo Internet nos cambia la vida, cómo nos influye y sus puntos positivos y negativos, así como la forma de prevenir la ciberadicción. En realidad afecta a todo: a nuestra comunicación con seres queridos (véase Facebook o Instagram), a la forma en la que nos informamos de las noticias, incluso afecta a cómo cuidamos nuestra salud… Hoy, por así decirlo, bastaría una simple pantalla de ordenador o incluso smartphone y una buena conexión Wi-Fi para que tengamos todo a casi todo a nuestro alcance.
Noticias de última hora, fotografías de nuestros amigos que se han ido de vacaciones, nuestros familiares que residen por culpa de la crisis en el extranjero con los que nos comunicamos vía Skype de forma completamente gratuita, e-commerce o compras de vuelos y ropa de marca por Internet, cursos online, webinars, libros para descargar en PDF, innumerables blogs del tema que se nos ocurra: desde recetas de cocina y consultorios de salud hasta consejos de cómo ganar más dinero o estar más guapa. Ipads, smartphones y relojes inteligentes, pantallas LED y 4K curvas… juegos online, apuestas online, mundos online.
Pero pese a quien le pese, la verdadera revolución nos llegó con el Facebook, qué duda cabe. Es nuestra ventana al mundo y como se dijo en una conferencia reciente en el Salón de Mi empresa en Madrid, si antes nos levantábamos y encendíamos la radio o la TV, ahora la mayoría se conecta a su timeline de Facebook, para ver qué ha pasado en el mundo y cotillear noticias de sus familiares, amigos o tal vez no tan amigos. Hace unos años escribí un artículo hablando de cómo nuestro muro de Facebook nos puede desvelar nuestra identidad psicológica: Muéstrame tu muro y te diré quién eres.
La existencia de Internet sin duda alguna nos cambió la vida en pocos años. Recuerdo aún mi primer ordenador de mesa, comprado allá por el año 2000. Mis primeros trabajos de universidad a ordenador, la famosa enciclopedia Encarta de Microsoft, los disquetes donde grabábamos documentos importantes, las interminables conversaciones por Messenger y su iconito verde que indicaba que esa persona tan esperada se encontraba conectada o el zumbido del modem tratando de conectarse a la red, impidiendo a mi madre realizar alguna llamada importante por teléfono.
Ahora todo aquello nos resulta casi infantil: Internet ya no es lo que era, la mayoría usamos portátiles o teléfonos inteligentes para conectarse en cuestión de segundos al mundo virtual y lo primero que buscamos es enterarnos de las noticias, cercanas o lejanas, así como compartir nuestras alegrías o también nuestras desgracias. Parece que toda nuestra vida gira entorno a esa imperiosa tecnología, algunos han conseguido vivir y hasta enriquecerse sólo gracias a sus blogs o páginas web que han creado.
¿Pero a dónde nos lleva todo esto? El uso que le damos la mayoría de los usuarios a Internet ronda las 8 horas diarias en total. ¿Es bueno esto? Lo cierto es que la respuesta no es fácil. Lo que está claro es que el tiempo que le dedicamos a Internet se lo quitamos a otras actividades: dar un paseo, tomar algo con los amigos, o simplemente comunicarnos con nuestros hijos o nuestra pareja.
Pero si el tiempo empleado en Internet lo hacemos de forma positiva, estaremos sacando provecho de la tecnología. Las posibilidades de formación son infinitas: desde blogs especializados en temas concretos y sus consiguientes vídeos gratuitos o de pago en canales como Vimeo o Youtube hasta plataformas de formación especializadas como Lynda o Udacity por poner algunos ejemplos.
Yo por ejemplo no tendría la posibilidad de comunicarme con vosotros si no fuera gracias a Internet y la existencia de blogs. Ni tampoco llegaría a conocer la folosofía de los Vedas a la que llegué a través de un foro en ruso. Escribir es algo que me apasiona, pero no todos tenemos acceso a las editoriales ni podemos vender nuestros libros. Gracias a la existencia de los blogs, cualquiera con un mínimo de conocimientos informáticos puede convertirse en divulgador, escritor o simplemente tener una voz. Otra cosa es su tesón comercial y la cantidad de usuarios a los que llegue.
Dicen los expertos que el futuro de las nuevas tecnologías es la llamada sindicación o redifusión web, que según nuestra omnipresente Wikipedia (la que ha venido a suplantar generosamente a la ancestral Encarta que venía de regalo con el paquete de Microsoft) se refiere a la redifusión o redistribución de contenido web, mediante la cual parte de la información de una página se pone a disposición de otros sitios web. Se trata de algo así como un espacio agregador de noticias en el que el usuario consume toda la información a la vez.
Pero tal vez el problema en eso de consumir datos sea precisamente la saturación de información. Disponemos de tantos canales, tantas fuentes, tantas plataformas… que a veces es muy difícil discernir lo útil de lo inútil, lo que es válido de lo que no o simplemente no caer en la tentación de tratar de abarcar lo inabarcable, porque nuestro tiempo no es ilimitado y no toda nuestra vida gira entorno a Internet.
El otro problema es saber parar a tiempo. Las redes sociales, así como vídeos de youtube o blogs pueden llegar a ser muy absorbentes. A veces el hecho de seguir a una persona u otra, hace que su intensa vida, sus ocurrencias o sus consejos, lleguen a resultar tan sumamente atractivos para nosotros, que nos encontramos horas navengando entre páginas y páginas de su diario para ver qué vestido se ha puesto el otro día para tomar el café de la tarde o en qué lugares tan guays ha estado con sus amigos hace 6 años. Me ha pasado a mí y sospecho que le puede pasar a cualquiera.
Internet también puede volverse adictivo. Si nos levantamos y lo primero que hacemos es encender nuestro iPad para ver lo que sea (el resumen del partido de anoche, el muro de nuestra red social preferida o la noticia tan esperada de los Oscars), comemos viendo alguna serie online y nos acostamos con el móvil en la mano, chateando con nuestros amigos por Whatsapp… es posible que tengamos un problema. Ya sé que a muchos no nos cuesta nada pasar el día entero sin conexión, aunque a algunos les cueste más, porque es su medio de trabajo, pero los hay también que se sienten perdidos y vacíos al no tener a su alcance el cacharro que les conecta a esta otra “vida”.
Es cada vez más difícil trazar la línea entre lo que es un uso positivo de Internet y una adicción al mismo. Supongo que si una persona es capaz de llevar una vida normal, relacionarse con sus amigos y familiares, aunque pase horas en internet por temas de educación, autoexpresión o comunicación online, no puede considerarse adicta. Pero si hablamos de alguien que ha descuidado por completo su vida social y se pasa el día pegado a la pantalla, prefiriendo las relaciones cibernéticas a las habituales, puede estar teniendo un problema.
Como siempre, debemos buscar ese balance entre nuestra vida virtual y real. Con Internet podemos mejorar nuestra autoestima, expresarnos, ser creativos, aprender, informarnos, estar en contacto con personas que están lejos, comprar, compartir conocimiento, aficiones, gustos, opiniones… pero también podemos llegar al uso extremo de la tecnología y si lo que se resiente es nuestra salud, nuestras relaciones sociales y nuestra calidad de vida, estamos ante el síntoma de que hay algo que debemos cambiar. Como siempre, todo tiene que ver con el uso responsable que le demos a las cosas. Y para desarrollar nuestra responsabilidad, nada mejor que aprendizaje y conocimiento.