He tenido la oportunidad, a lo largo de mi vida periodística, de entrevistar a un puñado de estrellas internacionales, la mayor parte del mundo de la música, la danza y el teatro. Me vienen a la memoria Mikhail Baryshnikov, Maya Plisetskaya, Julio Bocca, Ute Lemper, Cecilia Bartoli, Daniel Barenboim, Björn Ulvaeus (ABBA), Cameron Mackintosh..., amén de muchas figuras españolas de talla internacional, como Penélope Cruz, Antonio Banderas, Plácido Domingo, Montserrat Caballé, Raphael, Sara Baras o Tamara Rojo.
Y después de treinta años de profesión, me sigo poniendo nervioso cuando tengo ante mí un reto como el que tuve hace un par de días: entrevistar a Whoopi Goldberg, que vino a Barcelona para el estreno de «Sister Act», musical en el que es una de las productoras. Y es que este tipo de entrevistas suele tener un tiempo muy limitado, y con una presión que hace muy difícil establecer un clima de confianza. Mi inglés no es lo suficientemente bueno, por lo que necesito intérprete, y eso distancia un poco más al personaje. Que suele, por otro lado, estar allí por obligación, y puede no apetecerle ni un poquito enfrentarse una y otra vez a las mismas preguntas (suelen ser, para los que no conozcais este mundillo, varias entrevistas seguidas, individuales o en pequeños grupos).
El jueves, cuando ví a Whoopi Goldberg en el photocall, me temí lo peor. Posaba con desgana, educadamente pero sin un rasgo de simpatía. En la rueda de Prensa posterior, sin embargo, se soltó un poco, y eso me animó. Cuando Quique Comyn, el jefe de Prensa de Stage Entertainment, me dijo que tenía veinte minutos, me sentí completamente aliviado, porque además había visto que el traductor era espléndido y se había creado una gran complicidad entre la actriz y él (no sabéis lo importante que es que el entrevistado sepa, siempre lo saben, que se traducen correctamente sus palabras).
Whoopi Goldberg fue extremadamente amable; no solo educada (lo único que yo lo exijo a cualquier entrevistado), sino cálida, atenta siempre, mirándome a los ojos mientras hacía las preguntas, aunque no las entendiera, porque yo preguntaba en español. No llevaba aprendido de memoria el discurso promocional, algo también bastante frecuente: hay personajes que preguntes lo que preguntes, contestan siempre una cantinela sobre el trabajo que están promocionando. No fue el caso. La conversación derivó por un terreno no diré que personal, pero sí relacionado solo tangencialmente con el musical, y ella caminó por él con naturalidad y con respuestas relajadas y sencillas, pero no monosilábicas, y desprovistas de cualquier afectación. «Si los terroristas tuvieran sentido del humor -me dijo-, no serían terroristas; no he conocido a ninguno con sentido del humor». Tiene, además, una voz grave y acogedora, de acentos dulces. Y transmite buen rollo. Al menos esa es la impresión que yo saqué del encuentro.
La entrevista completa la tenéis en ABC, pero yo quería en este blog dejar mis impresiones sobre esta estrella de Hollywood.