Sábado tarde, CCCB, World Press Photo, o el equivalente artístico a una sesión de cine con abundantes efectos especiales y palomitas. No es halago, ni tampoco demérito, es lo que es: la creación como entretenimiento efectivo. Y aunque en su conjunto la cosecha de 2012 no ha sido una de las mejores del prestigioso premio fotográfico, puede decirse que siempre hay una excusa para dejarse llevar por las historias tras sus imágenes ganadoras, sea cual sea el criterio recurrido en su selección. Porque al ciudadano de a pie siempre le quedarán dudas de porqué una fotografía supera a otra entre las miles que han participado en el certamen, en especial la gran ganadora, ese abrazo protector inmortalizado por Samuel Aranda que la organización juzga de gran belleza y que, nosotros, los suspicaces, encontramos fascinante (y desafiante) por evocar al imaginario cristiano en territorio musulmán.
Por otra parte, al margen de la exposición y las entrevistas a algunos de los ganadores (aspecto quizá insuficiente), encontramos un nuevo esfuerzo por parte de la museística de congraciarse con las nuevas tecnologías (con tendencia a envejecer rápido), una app basada en códigos QR, cargada de buenas intenciones pero de dudosa efectividad durante la muestra. No solo por las características del propio CCCB, con secciones de baja cobertura, sino por la saturación que puede darse en momentos de mayor afluencia. Y sin ser una adición crucial, aporta un nuevo valor a un conjunto que, más que una muestra, es una radiografía a las fuerzas políticas, religiosas y sociales que mueven nuestro mundo, y que una vez más, son fuente de emoción y tremendas contradicciones.