Adiós a la luz; hola, tinieblas. Parece que a los rusos Motorama, aquel grupo que parecía haber conseguido arrancar algo parecido a una sonrisa al espíritu de Ian Curtis, han empezado a molestarles los rayos de sol que tímidamente se colaban en la penumbra de sus canciones, y han decidido finalmente correr las gruesas cortinas sobre sus ventanas al mejor indie-pop ochentero.
De modo que aunque no son exactamente los mismos Motorama de antes, sí que siguen siendo los mismos, sólo que de otra manera (¿Tiene sentido?). Veamos: una canción tan esplendorosamente luminosa como “To The South” (hasta la fecha, su mejor tema) no tendría encaje en “Poverty“, el primer largo oficial de los rusos desde que muchos los descubriéramos en 2012 con “Calendar“, y sin embargo en el nuevo disco seguiremos disfrutando de la ya conocida pulsión post-punk, la voz de barítono de Vladislav Parshin (algo así como un Matt Berninger con exótico acento del este), y el inevitable guiño al primer indie británico. Los Motorama de 2015, se muestran, sin embargo, más afilados que nunca, incluso rayando en lo obsesivo cuando dejan que los riffs de los teclados (sobre todo, los teclados: qué importantes son en este disco) se apropien del primer plano de las canciones.
El caso es que “Poverty” quizás no es tan redondo como su predecesor, pero sí tiene algunos (varios) temas excelentes. Y ojito, que los tíos son tan chulos que se han permitido el lujo de no incluir finalmente algunas de esas magníficas canciones sueltas con las que nos han tenido entretenidos en el hiato transcurrido desde”Calendar“. Ni las contenidas en “Eyes“, ni la dupla que conformaba “She Is There” han acabado por entrar en el largo, aunque quizás todo lo que hubiera ganado el disco en pegada lo hubiera perdido en cohesión: demasiado optimistas para estos nuevos Motorama que parecen escapados de los celuloides de Murnau. Las líneas de bajo y batería se procesan hasta el punto de sonar sintéticas (dadle una escucha a “Lottery“), y el reverb añade un cierto temblor que no por sombrío deja de ser fascinante: nueve canciones que se pasan en un suspiro, y que conforman una atmósfera de gran densidad y expresividad.
Vaya por delante que cuando apareció en noviembre del pasado año “Dispersed Energy (la carta de presentación de este nuevo trabajo) la sensación fue algo agridulce: bien -en la medida en que el tema resultaba tremendamente eficaz como single- pero para mi gusto se les había ido un pelín la mano, y la filiación con Curtis resultaba demasiado explícita. Otra cosa (mucho mejor, en mi humilde opinión) es esta “Write To Me“, la cabalgada post-punk con que se cierra el disco: construida a partir del diálogo entre el sombrío fraseo de Parshin y el omnipresente sonido de un órgano, la pista concede a este último intrumento el peso que habitualmente se le da en el género a otros instrumentos, como el bajo, y el resultado es realmente hipnotizante. No se me ocurre mejor forma de terminar un disco, que hacerlo con una de esas canciones que en lugar de saciar el apetito del oyente, generan el ansia por la inmediata repetición. Otra dosis, por favor, que apenas se ha terminado y ya necesito volver a experimentar ese cuelgue: otros cuatro minutos más de (turbio pero adictivo) arrebato.