Revista Cine

Y gritó basta

Publicado el 20 enero 2011 por Alfonso

Mientras en la Unión Europea nos preguntamosmbrados si los países más poderosos serán el rescate y la garantía de los más pobres, y en los USA se empeñan en interpretar a Hú Jǐntāo, sin saber que, según reza una milenaria tradición china, un hombre no puede ser retratado hasta que no se reúne con sus antepasados y que los pintores, para dejar constancia del que no posaba, se valían de unos catálogos en los que se incluían mil rasgos y detalles de mil rostros distintos que, escogidos adecuadamente, daban el resultado más fiel posible, resultando así un hombre que era suma, y resta, de otros muchos, mientras tanto, en el norte de Äfrica, que no han leído a Adam Smith para saber que los bancos están sujetos a crisis de confianza, naturaleza del negocio del que acopia para el préstamo, engaño al ajeno, y la usura, satisfacción propia, pues tan pobres son, pero que si tienen televisores que les muestren el atracón occidental de los próximos años, tan ricos les decimos que son, prenden fuego a las calles y entorchan la libertad.
El resplandor se avista en esta orilla desde el 17 de diciembre de 2010. En al-Jumhūriyya at-Tūnisiyya, país en el que el idioma árabe es de iure, el francés de facto, y a escasos 100 millas mediterráneas de la isla de Sicilia, aquí al lado, Mohamed Bouazizi, que se formó para una de esas profesiones con salida en el mercado, la informática, y que terminó a sus 26 años de vendedor ambulante de frutas, hortalizas y verduras, vendedor ilegal y gracias (parece ser que no pudo hacer pago de las tasas para obtener una licencia, impuestos con sello o corruptos pagos según unos u otros: por mi como si no quiso pasar por la ventanilla administrativa correspondiente, pagó cara su decisión; si era su primer día en el mercado y fue abofeteado por policía, sólo aceleró sus tambaleantes pasos), desconvencido del presente, sin esperanza en el futuro (el 40% de la población de los países árabes, es decir, más de 140 millones de personas, está por debajo del índice de la pobreza; el paro censado de la población tunecina es de más del 14%), decidió rociarse de gasolina frente a la residencia del gobernador de Sidi Bouzid, capital de la región agrícola en la que nació y residía, e inmolarse. El pasado 5 de enero fallecía en el hospital: las quemaduras cubrían prácticamente toda su piel, y su suicidio ha sido el desencadenante de una revuelta, que ya sabemos que con la chispa adecuada todo arde, sucediéndose un desconcierto de disparos, vehículos envueltos en llamas, sirenas atravesando las noches, gritos de venganza, cánticos loando al mártir, disturbios, gobernantes pidiendo el sacrificio del presidente, llamadas pidiendo asilo, respuestas negándoselo, manifestaciones, ondear de banderas que llaman a la unificación, confusión, toques de queda ignorados, ataques a las webs oficiales, contradictorios discursos de las fuerzas de seguridad, ministros que no quieren serlo más, aplausos de los religiosos cerriles, ríos revueltos, libros obsoletos, hoteleros descontentos, turistas apresurados y analistas de medio mundo hablando, con tal autoridad y convicción de un tema que no olieron hasta que no se les chamuscaron los pelos de la nariz, que te llevan a rezar porque el don de la palabra abandone sus cuerpos.
Los gritos y el descontento, que algunos han bautizado como Revolución de los Jazmínes, y hacen de Mohamed un padre, un mártir, ha terminado con el mandato de más de dos décadas de Zayn al-`Abidin Ben Ali, y nos ha mostrado lo que todo occidente se empeñaba en ocultar: que era un dictador. Da igual si en las elecciones de 1989 y 1994 obtuvo un 99% de los votos: en 2002 modificó la constitución de su país para seguir presentándose y ganar, y hay que añadir que los islamistas y los partidos de izquierda se encuentran ilegalizados y denuncian el continuo fraude electoral -por otra parte, si cambiamos de país, nos situamos en otro mar y ponemos el nombre del salvador adecuado, lo,s parecidos son más que razonables, y el resultado salvo que seas venezolano contento, está claro-. Además de un dictador y un ladrón de joyas -¿alguno no lo ha sido?, algún dictador, quería decir- Ben Ali ha sido un sinvergüenza capaz de ir a visitar al hospital al moribundo Mohamed, que agonizaba entre vendas y goteros, sin saber que su acto tendría tan amplia repercusión fuera de las fronteras de un país que, tampoco conviene olvidar, era, y es, de los más avanzados y progresistas de la zona, destino turístico de amantes y soñadores, de superfluos y muy ocupados, de leídos y lerdos, con un aire hoy algo más limpio y puro.
El fuego, que nunca miente, que todo lo arrasa, y la euforia son una combinación peligrosa, y lo peor quizá esté por llegarles a los tunecinos, tal vez en forma de líder religioso o de imposiciones del Fondo Monetario Interncional, pero al menos no podrán decir que ellos no lo han intentado. De momento, la revuelta despierta de la larga siesta medieval a algunos egipcios, argelinos, mauritanos o marroquíes, lo que preocupa a los eternos jefes de la zona.
Con sueños imitadores, abren los ojos y se fijan en la desesperación a lo bonzo de Mohamed Bouazizi, un hermano que supo morir sin pedir nada para él.
Y GRITÓ BASTA
Ben Ali visita a Mohamed Bouazizi

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