En Argentina Yo los declaro marido y… Larry se estrenó en 2007, y la televisión paga la proyectó varias veces este año, meses antes de que el Congreso de la Nación aprobara la ley de matrimonio igualitario. En caso de descubrirla recién ahora, los compatriotas detractores del casamiento entre personas del mismo sexo encontrarán en este largometraje otro motivo para engrosar la lista de consecuencias diabólicas.
El film que protagonizan Adam Sandler y Kevin James juega con la posibilidad de que dos amigos heterosexuales se unan civilmente para usufructuar de la seguridad social. Cuesta creer que uno de los autores del guión sea Alexander Payne, el mismo que escribió y dirigió Entre copas.
A diferencia de aquella “feel good movie“, esta película “de buddies” (como se dice ahora) explota un humor más bien burdo. Para botón de muestra, basta señalar que el indigesto Sandler interpreta a un bombero cavernícola por fuera y tierno por dentro, y el reparador James (reparador porque sabe sacar las papas del fuego cuando se lo permiten) encarna a un servidor público cuya sensibilidad a flor de piel ayuda a simular la conveniente homosexualidad.
El macho gay que se declara abiertamente activo y que casi-casi acosa al paleolítico Chuck, la relación entre tipo de basura y orientación sexual, el mito de las mujeres hétero que se sienten atraídas por hombres homo son algunos de los clichés que generan gags previsibles, y por lo tanto poco graciosos.
La exigencia de corrección política se nota a la legua en Yo los declaro… El hombre de las cavernas aprenderá a combatir su homofobia (el amor por una mujer todo lo puede), y su amigo flojito aprenderá a reconocer la fortaleza de su parte femenina (que sanará el dolor por la muerte de su esposa).
Por otra parte, no falta la caricaturización de quienes integran los movimientos defensores de la familia tradicional, y de quienes reaccionan mal cuando se enteran de que un compañero de trabajo salió del closet.
Vaya uno a saber. Quizás para los compatriotas nada gay friendly(s) la bajada de línea obvia de Yo los declaro marido y… Larry termine siendo la prueba irrefutable de que ni el cine puede exculpar a los perversos homosexuales.