Aún no tengo la edición "en papel" publicada el domingo pasado (16 de diciembre) con mi artículo semanal de Astronomía en el Suplemento El Zoco de Diario Córdoba, pero como lo dediqué a las chorradas del fin del mundo para el día de hoy lo incluyo debajo para compartirlo con todos.
El próximo viernes, 21 de diciembre de 2012, a las 9:21 de la mañana hora peninsular española, ocurrirá un fenómeno astronómico explicado en infinidad de libros de textos: el solsticio de invierno (solsticio de verano en el Hemisferio Sur). Se trata de uno de esos momentos del año relevantes para la gran mayoría de las culturas de la Antigüedad. El solsticio de invierno señala el día en el que el Sol, en su continuo deambular por la esfera celeste como consecuencia del movimiento de translación de la Tierra, alcanza su punto máximo hacia el Sur. Dicho de otra forma, es el día en el que el Sol está menos tiempo sobre el horizonte. A partir del solsticio de invierno las horas de Sol comienzan a incrementarse. Cuando el Sol alcanza el Ecuador Celeste ocurren los equinoccios, y cuando llega a su máximo punto hacia el Norte tiene lugar el día más largo del año, el solsticio de verano. La tradición de adorar al dios Sol justo el día más corto del año ha permanecido hasta nuestros tiempos: el hecho de que la Natividad de Jesús coincida (salvo por 3 días que se explican por los caprichos de nuestro calendario) con el solsticio de invierno no es circunstancial. Se debe a que los primeros cristianos adaptaron la festividad romana del “Sol Invictus” (“Sol Invicto”), a su vez basada en ritos de civilizaciones más antiguas que tenían el solsticio de invierno como día clave, para celebrar tal efeméride. En realidad, los historiadores saben que Jesús ni nació en el año 1 de nuestra era ni lo hizo en diciembre.
La constelación de Orión se pone hacia el oeste detrás del volcán del Teide, en Tenerife, visto desde el Observatorio de Izaña, el 19 de diciembre de 2011. Esta imagen es una combinación rápida que espero mejorar luego, donde considero por un lado una toma de las estrellas (30 segundos a 800 ISO y F5.6) y por otro una toma durante el amanecer, donde el Sol da directamente sobre el Teide y las Cañadas del Teide. Se tratan de dos tomas de la secuencia de imágenes que conseguí esa noche, mientras observaba galaxias Wolf-Rayet en el infrarrojo cercano usando el Telescopio Carlos Sánchez, para luego hacer una película timelapse del movimiento del cielo desde aquí. La imagen de las estrellas está algo desenfocada para hacer destacar el color de las estrellas. Crédito de la imagen: Á.R. L-S.
Pero este 21 de diciembre de 2012 es especial. O al menos eso es lo que piensa mucha gente: según una encuesta internacional el 10% de la población de nuestro planeta cree que el mundo podría acabar ese día. El revuelo e incertidumbre es tal que incluso científicos de NASA, la Agencia Espacial Estadounidense y, posiblemente, la entidad científica más famosa e importante del mundo, han tenido que escribir artículos dedicados a desmentir la enorme cantidad de bulos, tonterías y chorradas que se han vertido a nivel internacional en medios de comunicación e internet. Muchos aún nos preguntamos ¿cómo puede ser que ya en pleno siglo XXI, con todos los medios que existen y la tecnología que disponemos, aún existan tantas personas en este mundo que crean en supersticiones absurdas, sean la astrología, la hipótesis creacionista, la homeopatía, la parapsicología, la numerología, la ufología, la grafología, el psicoanálisis o, simplemente, que los calendarios que nos inventamos los humanos tienen una conexión cósmica más allá de contar los días y los años? ¿Dónde está el pensamiento crítico y racional en todo esto? Y, encima, ¿por qué encima a veces nos tachan a los científicos de querer ocultar información por mandato de gobiernos u oscuras organizaciones internacionales supuestamente creadas hace milenios?
Todas las disciplinas anteriores se enmarcan dentro de las “pseudociencias”, esto es, “falsas ciencias”. Todas incluyen afirmaciones, creencias o prácticas que se presentan como “científicas” pero que en realidad ni están basadas en el método científico, ni poseen evidencias científicas que las apoyen (normalmente ocurre lo contrario), ni se pueden verificar de forma fiable e independientemente por cualquier grupo de investigación. Como astrofísico quizá la que más sigue doliendo es la pseudociencia de la astrología, que intenta predecir el comportamiento y destino humano a partir de la posición aparente de los planetas en el cielo. Aparte de la ingente lista de errores astronómicos que posee, la astrología cae en la ignorancia de querer dividir a más de 7,000 millones de personas en sólo 12 clases. Lo peor es que esta pseudociencia está tan inmersa en nuestra sociedad que casi todos los periódicos aún incorporan una sección diaria de “horroróscopos” vagos. No, ni la astrología ni el resto de pseudociencias son correctas. Pueden ser puro entretenimiento, pero cuando pasan a cobrar cantidades desorbitadas por su uso personal pasan a ser un timo.
¿De dónde viene el revuelo del fin del mundo el 21 de diciembre de 2012? Del calendario maya, como explicamos aquí en una edición anterior (15 de julio de 2012). Los mayas tenían una forma muy curiosa de contar los días en forma de ciclos según un calendario vigesimal (de 20 en 20) no repetitivo que denominaban “la cuenta larga”. El calendario maya puede contar 1 872 000 días sin repetir ninguno. Esto son unos 5123 años de los nuestros considerando años bisiestos. El fin del ciclo coincide con el 21 de diciembre de este año. Al final de la “cuenta larga” los mayas incorporaban un “cambio de era” y comenzaban a contar los días de nuevo desde el principio, al igual que nosotros el 1 de enero quitamos el calendario de pared del año que ha terminado y colocamos el calendario del año que acaba de comenzar. Insisto: un calendario es sólo una herramienta que nos ayuda contar el paso del tiempo, y aunque los orígenes sean astronómicos el fin del calendario no es otro que organizar y servir a la sociedad. No existen “fechas mágicas” aunque algunas pseudociencias las busquen.
Hay varias hipótesis, todas ellas astronómicas, que se han lanzado al ciberespacio para explicar cómo sucederá este fin del mundo. Una sugiere un “mágico alineamiento” entre el Sol, la Tierra, y el centro de la Vía Láctea. En efecto, cuando el Sol entra en la constelación de Sagitario (alrededor del 19 de diciembre) se alinea con el centro de nuestra Galaxia. ¡Pero esto lleva pasando miles de años y nunca ha habido una catástrofe! Otra “teoría” sugiere que existe un planeta loco, Nibiru lo llaman algunos “iluminados”, que va a chocar con la Tierra el viernes que viene. ¿Dónde está ese cuerpo que ningún astrofísico ha visto de forma directa (imagen) o indirecta (su acción gravitatoria modificaría la trayectoria del resto de los planetas). Como en aquella pésima película de Nicolas Cage, “Señales del Futuro”, podría ocurrir una gigante llamarada solar que barriera la Tierra. Pero los estudios científicos del Sol sostienen que es algo completamente imposible, dada la “tranquilidad relativa” de nuestra estrella y de encontrarnos a 150 millones de kilómetros de distancia.
¿Cree el lector que el mundo se acabará el viernes que viene? Si ha hecho planes para Navidad o fin de año o si tiene un décimo de Lotería de Navidad en su bolsillo dudo mucho que sea así.