El Bayern Munich sufrió y necesitó de los penales, pero reivindicando el fútbol ofensivo y bien jugado eliminó contra todo pronóstico al Real Madrid y se clasificó con absoluto merecimiento a la gran final de la Uefa Champions League.
Sorteó absolutamente todos los obstáculos que se le presentaron el Bayern, que sobreponiéndose a una desventaja tan sorpresiva como injustificada desarrolló el fútbol que lo ha definido a lo largo de toda la temporada y ejerció una superioridad que dejó sin respuestas al Madrid, deslucido y desequilibrado.
En todo momento fue mejor el conjunto alemán, incluso en los minutos posteriores a los dos tantos con los que el Madrid se colocó 2-0 arriba. Basicamente porque se exhibió valiente y autoritario y adueñandose de la iniciativa avanzó hacia al área contraria con peligro e insistencia.
Lo opuesto hizo el once comandado por José Mourinho, que tras ese esperanzador inicio en el que en base a actitud y determinación pasó a comandar el resultado gracias a dos tantos de Cristiano Ronaldo, quien a los 4 transformó en gol un penal sancionado por el juez luego de una mano que no fue intencional de David Alaba y a los 14 capitalizó, en off side, un gran pase de Mesut Özil, cedió metros, apostó al contragolpe y jamás asumió el control.
El Bayern jugó casi siempre como quiso y tuvo como principal aliado al balón, al que manejó con criterio y precisión de la mano de Bastian Schweinsteiger y Toni Kroos -de aportes esenciales flotando detrás y a los costados de Xabi Alonso y Sami Khedira- y condujo siempre a las bandas, en los que el desequilibrio representado en las figuras de Frank Ribery y Arjen Robben, sobre todo, fue total.
Fundamental también resultó Mario Gómez, quien moviéndose por todo el frente de ataque, pivoteando y aguantando el balón mantuvo atenta a la zaga local en todo momento y además propició el penal con el que llegó el descuento al recibir y abrir para Kroos e ir a a buscar el centro al borde del área chica, donde Pepe lo empujó. Se hizo cargo Robben, quien con el encuentro 1-0 había errado un gol de forma increible, y no falló.
Dicho tanto no solo hizo justicia, sino que además acentuó más el dominio del Bayern, que no se conformó y continuó siendo mejor, tanto en ese tramo final del primer tiempo -intenso e inolvidable- como en el complemento, en el que aunque perdió precisión y progresivamente fue asumiendo menos riesgos dada la importancia de lo que estaba en juego siguió teniendo chances más claras que el Madrid, que pasó largos minutos protegiéndose, vio perder protagonismo a Cristiano y se encomendó a Karim Benzema, quien sin lugar a dudas fue su futbolista más peligroso.
Ese recaudo en el que comprensiblemente cayeron ambos conjuntos fue justamente lo que propició el alargue, en que el Madrid avanzó con más determinación pero igual dosis de timidez y como suele pasar hubo realmente poco para destacar tanto en un tiempo como en el otro.
Y asi llegaron los penales, en lo que si bien pudo haber ocurrido cualquier cosa Manuel Neuer se calzó el traje de justiciero conteniendo los remates de Cristiano y Kaká, que le dieron ventaja a un Bayern que acertó de la mano de David Alaba y Mario Gómez y transcurridas las paradas de Iker Casillas frente a Kross y Philipp Lahm se benefició del defectuoso disparo de Sergio Ramos para terminar asegurando su pase gracias a Schweinsteiger.
No mereció llegar a dicha instancia el Bayern Munich, pero por esas cosas que tiene el fútbol lo hizo. Poco importó. La clasificación llegó igual y ahora la final lo espera. Y nada menos que en su estadio, el Allianz Arena, en el que intentará transformarse en el primer campeón de Europa que festeja de local. Lo merece, por lo hecho en el Bernabeu y por jugar como juega. Si lo logra el fútbol estará agradecido.
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