Revista Cine

Aparentando

Publicado el 19 noviembre 2021 por Josep2010

AparentandoFingiendo, disimulando, figurando, son las cuatro traducciones que a uno se le ocurren de inmediato para señalar en castellano el acto de presentarse una persona en una condición que no le corresponde exactamente, que es lo que viene a significar la palabra que en inglés da nombre a una novela y a su adaptación a la pantalla, Passing (exhibida por aquí como Claroscuro gracias a la inopia de alguien de Netflix, que nos la trae a casa), película dirigida por una novel Rebecca Hall que después de hacer caja como actriz en alguna película interesante (por aquí ya apreciamos su trabajo en Professor Marston and the Wonder Women) y más de una alimenticia, nos presenta una opera prima en la que ejerce de adaptadora de una novela de éxito (que no tengo el gusto de haber leído) publicada en 1929, todo un clásico de la literatura estadounidense debida a la pluma de Nella Larsen (1891-1964).
Dice la mercadotecnia que Rebecca Hall se interesó por esa novela cuando supo que tenía un antepasado de raza negra pero vista la película me da que eso no es más que un factor coadyuvante a una decisión tomada por la actriz que sentía la necesidad de expresarse, de formular cuestiones, de interrogar públicamente a la sociedad en que le ha tocado vivir, teóricamente distinta de la que habitaba Nueva York en 1929, año de presentación de la novela que sigue siendo el año en que transcurrirá la trama.
Hall asume la responsabilidad de su película desde el momento en que sólo ella es la autora del guión literario y evidentemente también del guión técnico. Ambos sobresalientes. Cortos, pero muy bien confeccionados.Para mí, mejor el técnico, inesperadamente.
Cabe suponer unos condicionantes de índole económica que de alguna forma ayudaron a Hall a tomar tres decisiones que influye en el resultado final: el formato de pantalla es el clásico 4:3 y la fotografía es en B/N y la duración no llega a hora y tres cuartos, todo lo cual ayuda al ahorro y además proporciona una apariencia de clásico más pendiente de lo que nos va a proponer que de la estética, amén de reforzar la presencia de lo abstracto que se siente siempre cuando hay una ausencia de color aunque lo cierto es que el aspecto fotográfico está muy cuidado gracias a la participación de Eduard Grau.
Las sinopsis que usa la propaganda e incluso el póster principal abundan en dos aspectos:la relación de las dos protagonistas del relato, Irene (fabulosa composición de Tessa Thompson) y Clare (muy bien Ruth Nega) y el hecho que ambas son de raza negra pero con una piel bastante pálida, más en el caso de Clare, que se hace pasar por blanca e incluso está casada con un blanco racista con el que tiene una hija, por suerte blanca.
Ambas gozan de una posición económica envidiable gracias a sus maridos. el de Irene es un médico negro que se gana muy bien la vida: viven en una espaciosa casa con sus dos hijos, tienen una sirvienta y un coche que Irene sabe conducir. En 1929, no lo olvidemos: en 1929.
Las dos protagonistas, que coincidieron en la escuela sin ser muy amigas, coinciden en el bar de un hotel de lujo al que Irene va a reponerse un día que ha salido de compras: uno de esos días en que ella admitirá luego "se disfraza de blanca" y se encontrará con Clare, a la que empieza admirando sus piernas enfundadas en delicadas medias y su melena rubia y quedará sorprendida cuando al girarse se levanta y se va hacia ella reconociéndola como antigua colega, iniciando unas confidencias que pondrán de manifiesto la complejidad de ambos caracteres mucho más allá de su condición de negras que pueden aparentar no serlo en una sociedad clasista y racista en extremo, como queda muy bien puntualizado gracias a los comentarios que Brian, el esposo de Irene, hace de las noticias de linchamientos frente a sus vástagos, lo que provoca discusiones en el matrimonio.
Irene es el eje en torno al que se mueve la cámara de Grau siguiendo las ideas de Rebecca que con el valor propio de quien arriesga en su primera aventura se vale de un lenguaje cinematográfico inusual en las pantallas de este siglo porque además del formato también tiene la osadía de valerse de planos ¡desenfocados! para expresar la confusión y el desconcierto que siente su protagonista ¡y lo hace en varias ocasiones! y también se vale de los silencios absolutos y primeros planos que la Thompson aguanta impertérrita en una composición que debería valerle reconocimientos. Esa Irene es una mujer queda, callada, meditabunda y observadora y nosotros gracias a la planificación de Hall intuímos y sabemos extremos de la relación de Irene con Clare y el efecto que ésta causa en todos esos negros que conforman un grupo socialmente confortable pero ¡ay! con la cuestión del color de la piel como freno, como límite a unas perspectivas que forzosamente admiten sin que haya ninguna escena de disgusto o rebelión ante una situación clasista admitida, con lo que la película como representación de clamor antiracista resulta floja. Adrede, creo: le interesa más, a Rebecca Hall.
Sin haber leído la novela, uno intuye que la cuestión racial no es más que un elemento que configura una realidad compleja en la vida de ambas protagonistas pero no llega a mediatizarla y hay ahí unos elementos personales de soterrada homosexualidad e infidelidades varias que uno cree haber visto apuntados en el discurso cinematográfico de la novel Rebecca que sin embargo no los resuelve y llegaremos a un final abrupto que nos deja con la pregunta en los labios.
De esta forma, Rebecca Hall se alinea con el grupo selecto de cineastas que no tratan de aleccionarnos pero se esfuerzan en presentarnos ideas, sugerencias, motivos para un debate o una conversación interesante; directores que huyen del didactismo, que nos ofrecen la oportunidad de observar una problemática en las interrelaciones humanas y nos dejan elegir, nos dejan tomar partido o no; llega al final de su discurso como diciendo: ahí queda, apañaos.
El conjunto queda bastante lejos de lo que uno espera cuando se trata de una ópera prima porque siempre hay una especie de condescendencia tácita y lo cierto es que de no haber conocido el nombre de la directora de antemano por sus trabajos como actriz, vista que ha sido la película no hubiese sospechado que es una primicia:la planificación es muy competente, el uso del blanco y negro y los desenfoques oportunos acertadísimos -y valientes, en la época en que estamos, llena de tebeos y juegos de acción- y además Rebecca Hall se vale de la música y de los silencios absolutos como medio de expresión; supongo que el largo tiempo que estuvo acariciando el proyecto le permitió configurarlo a su gusto y manera y francamente, la espera ha valido la pena.
Como cinéfilo lo que me importa es que me seduzcan, que me sugieran, que me muevan la neurona; no que me lo den todo mascado. Por eso, amigos, no debéis perderos esta ópera prima.

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revista