En medio de tormentas de arena desenvuelve su talento y aptitudes con el esférico en los pies. Las principales espadas de nuestra tierra quisieron adquirir sus servicios, pero no lograron su cometido. Integrante de un clan de músicos, admirador del rock y promotor de un perfil bajo, casi subterráneo, se inclinó por la caprichosa bola de cuero. Leonardo Pisculichi escribe la parte más importante de su carrera lejos de su patria natal, donde el petróleo qatarí domina las orillas de las costas del Golfo Pérsico y el fútbol se separa de la histeria que usualmente lo atrapa.
Sin dudas, las melodías podrían haber sido el pilar fundamental de la vida del hombre de que llegó al mundo el 18 de enero de 1984 en Rafael Castillo. Bajista y guitarrista aficionado, junto a su hermano Federico y sus primos creó la banda ‘La Dorsal’, demostrando su faceta artística en reuniones familiares y con amigos. Sin embargo, su deseo nunca consistió en saltar a la fama por intermedio de las cuerdas y las baterías. “No me interesa sacar un disco, cada uno tiene su propia vida. Me gustaría mostrarme pero lo mío es el fútbol. Canto y toco la batería, pero soy realmente malísimo”, confiesa.
En épocas de juventud, Pisculichi endulzaba sus oídos junto a su padre al escuchar los Rolling Stones, e intentaba retratar su aspecto ‘rollinga’ al salir a la calle con zapatillas de lona y campera de Jean. Marcado por Las Pelotas, Viejas Locas y los Ratones Paranoicos, el hombre surgido del semillero de Argentinos Juniors supo desde sus primeros años que el deporte se convertiría en el responsable de su popularidad.
Su primera experiencia como jugador tuvo lugar en el Club Los Ángeles, de Morón, cuando corría el 1990. Luego pasó a Castelar, al reconocido Club Social y Deportivo Parque -cuna de figuras emblemáticas de nuestro fútbol- y finalmente a la cantera del cuadro de La Paternal. En 2002 hizo su aparición oficial en el primer equipo del Bicho, con Sergio Batista como entrenador y al año siguiente consiguió el Torneo Sudamericano Sub 20, que se disputó en Uruguay, con una Selección Argentina que también la conformaban Fernando Cavenaghi y Carlos Tevez, entre otras figuras. “Integrar los seleccionados juveniles fue lo más grande de mi carrera. Mi sueño sería jugar en la Mayor”, continúa.
“Siempre me dicen que soy ventajero, sobre todo (Gastón) Machín. Por ahí soy rápido, en cualquier boludez estoy primero”, reconoce Pisculichi, quien se divertía en la noche de Buenos Aires siempre y cuando al otro día no tuviera un compromiso futbolístico. Además, se confiesa como un pésimo cocinero y reconoce a su familia como una parte vital de su vida, y quizá por ello sufrió tanto al despegarse de ellos en los tiempos en los que vivía solo en Ramos Mejía.
En 2004 alcanzó el ascenso a Primera División con Argentinos Juniors, y en la máxima categoría Osvaldo Chiche Sosa comenzó a moldearlo como generador de juego, el encargado de crear y abastecer a los delanteros. Por su magia sorpresiva, Independiente, Boca y River quisieron arrastrarlo a sus filas, pero el que se hizo con su nombre fue el Mallorca español, donde aparecían sus coterráneos Guillermo Pereyra, Francisco Maciel, Eduardo Tuzzio, Jonás Gutiérrez, Adrián Peralta y el técnico Héctor Cúper. “Pensaba que si iba a River o Independiente podía salir campeón y tener otra vidriera, pero me incliné por jugar en la mejor liga del mundo”, afirma.
Las esperanzas de disputar el Mundial de Alemania 2006 se desvanecieron rápidamente. Esa ilusión se escapó de sus manos como si fuera arena que cae entre los dedos. Es que su rendimiento en la escuadra de la isla inició su bajada estrepitosa por un tobogán enjabonado. Pisculichi integraba la formación titular de manera indiscutida, pero poco a poco perdió terreno y en 2007 fue transferido a Qatar para defender los colores del Al Arabi (institución donde Gabriel Batistuta finalizó su carrera profesional). Allí conquistó en dos oportunidades la Qatar Sheikh Jassem Cup, título que su elenco no conseguía desde 1994.
“Los dueños de los clubes son todos de la familia real. Antes no nos concentrábamos y los entrenamientos son fuertes, pero a veces mis compañeros no van y no pasa nada; aquí se mete más fuerte y se corre mucho pero con menos calidad”, relata Piscu, quien en sus primera épocas en medio oriente no conocía la actualidad del equipo en la tabla de posiciones ni el nombre de su entrenador. “De España se extraña el nivel profesional y de Argentina, la hinchada. Uno piensa que retrocede en lo futbolístico al venir acá, pero el torneo es muy competitivo”, agrega.
De la tierra de los lujos, donde la venta pública de alcohol está prohibida -De hecho, sólo se pueden consumir bebidas en una cena de restaurante o en un hotel-, Pisculichi quiere escapar. No obstante, el jeque Faisal Bin Qassim Al Thani, presidente del Al Arabi y sobrino del Emir, máxima autoridad de Qatar, no lo quiere dejar ir.
Declaraciones: El Gráfico, Perfil, Olé y La Nación.