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Casi soy gay

Publicado el 08 octubre 2011 por Cluisa

Casi soy gayÚltimamente me he percatado de que la tontería y violencia masculina de algunos (no es bueno generalizar) va en ascenso.  No soy una dama, nunca me ha interesado  que me abran la puerta del carro,  me extiendan la silla o me sostengan para caminar.  La amabilidad no molesta cuando sale natural y no es impostada, en mi caso, por ejemplo, he cuidado a mis novios, he acariciado sus caras, los he invitado a comer, por amabilidad y no por un rol.Insisto: la amabilidad no estorba seas del sexo que seas, pero aclaro que no soy “del tipo” que especialmente busca  actitudes empalagosas (y pavosas) que no se porqué… perdón… me parecen falsas, impuestas.  En fin… ese no es el tema, me gusta la gente real y normal, pero ser real y normal no es ser abusador ni grosero.
Quizás es una falta de educación generalizada en el país, quizás nada tenga que ver el género, pero casualmente he sorprendido actitudes absurdas (en su alto contenido de abuso y pedantería) llevadas a cabo fundamentalmente por algunos  hombres.  Las actitudes de algunos, sus altos niveles de tontería y violencia en partes iguales, que he presenciado en días recientes, como lo comenté en mi articulo anterior, me han llevado a fijarme en las virtudes que los roles sociales femeninos poseen.
Siempre me ha parecido que las mujeres tienen un rol (características que no son  inherentes a nacer con tetas, simplemente son comportamientos aprendidos)  bastante… por decirlo menos: tonto y pasivo. Por mi naturaleza no soy pasiva y siempre he luchado por ser menos tonta, así que en lo absoluto me he sentido identificada. Y no hablo de lo mucho que trabajan, de lo bien que crían a sus hijos, de lo inteligentes que son, etc., hablo de cierta dependencia emocional y social que (nos) inculcan para con la gente del sexo masculino.  
Como siempre me ha causado ruido las aspiraciones femeninas de las que crecí rodeada (no digo que todas las mujeres las tengan: somos individuos, hablo de las que he presenciado en mi familia) sin formar parte de ellas: el matrimonio como lo más importante y único de la vida, los 15 años: la presentación de la damita en sociedad (¿por qué no hay 15 años para varones?), la falta de ideas independientes, el poco interés por el conocimiento (no por graduarte de una carrera, por el conocimiento que es otra cosa), los escasos gustos e intereses intelectuales, entre otros, siempre traté  rabiosamente de apartarme de ese  paradigma de Mujer florero como en la canción de Ella baila sola o para ser más moderna, traté de no padecer el síndrome Ally McBeal.  
En fin… con mis prejuicios en la espalda, siempre dejé de lado que, a diferencia de los hombres, las mujeres (en su rol social de mujeres) poseen algunas características que las ennoblecen, a diferencia de la mayoría de trogloditas que pululan por esta podrida city. Las mujeres no te insultan con sus arrebatos lujuriosos en plena avenida, no te miran con desparpajo, dicen: disculpa, permiso y gracias. Son conversadoras, educadas, pacientes en la desgracia de las colas, se ríen con mayor facilidad y no tienen esa violencia masculina de imponerse. Si te sientas al lado de una mujer en un autobús no te hará conversación inadecuada en todo el camino, o lo que es lo mismo, no te va a contar (juro que esto me paso con otro idiota) como ella hace “sentir” a su marido. Si una mujer te pusiera  el servicio de gas en tu casa  (así seas hombre) no te va a preguntar detalles de tu vida intima, si vives sola o acompañada, que edad tiene tu marido, tampoco te va a “ordenar”   que le hagas el almuerzo “porque si no… no hay servicio” (es increíble lo confianzudos que son algunos  frente a una mujer sola).Las mujeres no se toman atribuciones que no les han dado, no avasallan, no ofenden, no van por la vía pública intentando agarrarle el culo a nadie, ni diciendo barbaridades. En su mayoría, ahora si generalizo, las mujeres en sociedad se conducen mejor, quizás no porque posean una mayor educación o porque tengan más respeto por el otro, quizás porque no han sido educadas bajo la creencia de que son “las machas” de la partida y pueden hacer lo que les da la gana.

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