Revista Cocina
El pasado 29 de mayo tuvo lugar en Bodega Selección de Alicante una cata especial en la pudimos degustar cinco grandes vinos riojanos elegidos por su calidad, historia e innovación, y con el añadido de ser añadas muy difíciles, por no decir imposibles, de encontrar en el mercado.
Poco hay que decir de la familia Eguren, con cinco generaciones que desde 1870 elaboran vinos de calidad en varios sitios de la geografía española. Viñedos Sierra Cantabria nace con la idea de transmitir las virtudes de algunos de los mejores viñedos que la familia posee en La Rioja, en unos vinos excepcionales. Sierra Cantabria Colección Privada 2002 (DOCa Rioja, tinto con crianza 100% Tempranillo, Viñedos Sierra Cantabria) se elabora con uvas procedentes de las fincas Los Terreros y Jararte situados en San Vicente de la Sonsierra; viñedos de más de 50 años y vendimia con ligera sobremaduración. Una de las características distintivas de este vino es su elaboración, con un 50% de maceración carbónica de larga extracción (21 días) y un 50% de elaboración tradicional, despalillado y con 25 días de maceración con los hollejos. Fermentación con levadura seleccionada y control de temperatura, maloláctica en barrica y crianza de 18 meses en barrica nueva de 225l, 50% roble francés y 50% roble americano. El resultado de este proceso es un vino de color rubídeo acaobado, de capa alta y algo apagado. A copa parada muestra una buena carga frutal, sobre todo frambuesa y moras, algo compotadas, para dar paso luego a regaliz, cuero y alguna punta de barniz; con el tiempo en copa aparecen el café y los torrefactos. En boca destaca su buena acidez y cuerpo, tanino bien presente aún y una retronasal que marca sobre todo torrefactos; con el tiempo en copa se abre, suaviza y redondea. Un muy buen vino, sabroso, complejo e intenso, que veo sobre todo para acompañar a una comida.
Marqués de Murrieta es una bodega con más de 160 años de historia, y Luciano Murrieta y García–Lemoine tiene el honor de haber elaborado el primer vino fino de Rioja, siguiendo la filosofía bordelesa, y exportarlo. Dalmau 2000 (DOCa Rioja, tinto con crianza 85% Tempranillo, 8% Cabernet Sauvignon y 6% Graciano; Marqués de Murrieta) es un vino elaborado a partir de los frutos del Pago Canajas, viñedos centenarios situados en la parte media-alta de la finca Ygay, a 465 metros de altitud. Vino de edición limitada, vendimia manual en cajas, fermentación de cada variedad por separado con temperatura controlada, el Tempranillo en pequeños depósitos de acero inoxidable y el Graciano y el Cabernet Sauvignon en un pequeño tino de roble. Crianza de 18 meses en barricas nuevas de roble francés de Allier y 12 meses en botella antes de salir al mercado. Esto da lugar a un vino de color picota profundo con ribete acaobado aún bastante brillante. Inicialmente cerrado en nariz, necesitó tiempo y agitación de la copa para dejar salir notas de ebanistería, pimienta, fruta negra muy madura y recuerdos de bosque. En boca se mostró más frutal que en nariz, con un cuerpo medio, sedoso, redondo, fino y elegante. No mostró una gran evolución en copa, pero mantuvo su presencia. Me pareció un gran vino.
El origen de La Granja de Remelluri es muy antiguo, y aunque no hay una fecha exacta, se ha encontrado una necrópolis del siglo X en el centro de la finca, y el libro de cuentas más antiguo conservado en el Ayuntamiento de Labastida, fechado en 1596, reseña ya todos los años y hasta el siglo pasado la aportación de vino en cántaras de la Granja Nuestra Señora de Remelluri. Sólo en añadas excepcionales elaboran su vino insignia, La Granja de Remelluri, que tiene como característica principal la participación de uvas blancas en su elaboración, más allá de sólo ayudar a la fijación del color. Así en esta ocasión pudimos catar La Granja de Remelluri Gran Reserva 1996 (DOCa Rioja, tinto con crianza, Tempranillo, Garnacha, Graciano, Moscatel, Viura y Malvasía; Remelluri), que mostraba un color caoba de capa media con un ribete de color caramelo y el borde atejado. A copa parada aromas minerales, maderas finas, café, fruta ya muy atenuada al fondo y alguna nota vegetal. En boca es un vino sedoso, con buena acidez, tanino muy dulce y pulido y torrefactos en la retronasal. Fue perdiendo presencia con el tiempo en copa y fue el vino que más me costó entender de toda la cata, se nota la calidad, pero está ya entrado en años.
Las Bodegas de la Real Divisa son unas de las bodegas más antiguas de La Rioja y de Europa, y es la bodega riojana más antigua aún en activo. Además, fue la primera bodega de Rioja en recibir una Medalla en la Exposición de Burdeos en 1895. Elaboran tres vinos, de los que catamos su vino emblema, elaborado sólo con uvas de viñedos propios y en añadas de calidad óptima del fruto. Marqués de Legarda Reserva de la Familia 1995 (DOCa Rioja, tinto con crianza 91% Tempranillo, 7% Graciano, 2% Mazuelo; Bodegas de la Real Divisa) viste ya de un color caoba con ribete caramelo, de capa muy baja. Aromas de larga evolución, con cueros, maderas, caza y uvas pasificadas. En boca es ligero, delicado y sedoso, conservando aún una acidez agradable. Con el tiempo en copa no evolucionó mucho, manteniéndose en una discreta elegancia. Un viejuno que me ha gustado.
Terminamos la cata con la joya de la corona de Marqués de Murrieta. Elaborado exclusivamente en las añadas excelentes de los mejores viñedos de la bodega, selección de uvas procedentes del pago La Plana, en la zona más elevada de la Finca Ygay, a 485 metros de altitud. Fermentación de cada variedad por separado en depósitos de acero inoxidable de 30.000 litros con temperatura controlada. Encubado entre 20 y 25 días con continuos remontados y bazuqueos. 48 meses de crianza en barricas nuevas y usadas de roble americano de 225 litros y mínimo de 36 meses en botella antes de salir al mercado. Con estas credenciales se presentó Castillo Ygay Gran Reserva Especial 1995 (DOCa Rioja, tinto con crianza, 78% Tempranillo, 15% Mazuelo, 6% Garnacha tinta, 1% Graciano; Marqués de Murrieta). Colores granates pálidos, acaobados y ribete atejado donde ya asomaba también el caoba. En nariz tostados, algo mineral, cueros, flores secas, café, tabaco, confitura, hojarasca... un sin fin de matices y recuerdos aromáticos. En boca se mostró sedoso, ligero, redondo pero con un tanino aún presente y elegante y con un fondo frutal que deja un muy buen final. Con el tiempo en copa mantiene su elegancia y presencia al tiempo que todo se va asentando. Para mí el vino de la cata sin ninguna duda, un auténtico vinazo.
Fantástica tarde-noche de cata de cinco enormes vinos que han representado un recorrido por la historia y las distintas formas de elaboración en La Rioja, desde la tradición más arraigada a la modernidad en elaboraciones y uso de castas foráneas.