Revista Cine

Cine en pequeñas (y antiguas) dosis

Publicado el 17 febrero 2012 por Manuelmarquez
Cine en pequeñas (y antiguas) dosis* Esta reseña fue publicada originalmente en mi antiguo blog -El (viejo) glob de Manuel- el 23 de marzo de 2006.-
- Les hablaba hace sólo unos días del centenario, gozosamente celebrado, incluso a nivel institucional, del escritor granadino Francisco Ayala: viene hoy de nuevo este autor a colación, dada su fuerte y notoria vinculación con el mundo del cine, arte por la que siempre proclamó su afecto, querencia y admiración, con la particularidad de que lo hizo desde muy temprano momento (sus primeros escritos sobre cine datan de la decada de los 20" del pasado siglo), y a contracorriente de lo que era posición imperante en la intelectualidad de la época, poco proclive a considerar el cine un territorio cultural digno de atención (motivo más que suficiente para considerar a Ayala un hombre de una honestidad e independencia de pensamiento verdaderamente admirables). Como recomendación, una obra: El escritor y el cine, editada por Cátedra, en su colección Signo e Imagen, en 1996; se trata de una recopilación de artículos periodísticos (recensiones generales, críticas, reflexiones...) relacionados, todos ellos, con el mundo del cine, y que, como elemento quizá más curioso y significativo, nos ofrece una gran diferencia en tono y lenguaje entre los primeros escritos y los últimos: circunstancia fruto, sin duda alguna, del enorme arco temporal que se abre entre unos y otros.
- A veces (sólo a veces, y procurando dosificar con mesura frecuencias y cantidades), uno se concede ciertas licencias (u homenajes, más bien): hace apenas un par de semanas, era incapaz de resistir la tentación –allí estaba, flamante y reluciente en la estantería de la sección de cine de unos grandes almacenes, esperando que mis ávidas zarpas se posasen sobre él, y lo trasladaran a la caja de pago más cercana-, y me agenciaba –edición especial en dos discos, plagadita de extras de calidad a contrastar (nunca se sabe...)- un DVD de uno de mis films de culto particular: El precio del poder, versión Brian de Palma (1980), con Toni Montana, esto, ejem... perdón, Al Pacino componiendo uno de las interpretaciones más espectaculares de toda su carrera cinematográfica. No me fustiguen, amigos lectores, que ya me fustigo yo solito: el film es excesivo, tramposo, efectista, ultraviolento, tendencioso, truculento... sí, cierto, no se lo discutiré, pero hagan un experimento muy sencillo: siéntense a verlo en su butaca preferida, intenten levantarse de ella a lo largo del visionado (dudo que lo consigan) y, cuando termine, miren su reloj y comprueben que, pese a lo que les pueda parecer, el tiempo transcurrido desde el comienzo no son veintinco ó treinta minutos, sino casi tres horas. Pasa, les aseguro que pasa (al menos, a mí así me sucede, y no una, sino en las mil y una ocasiones en que he "reproducido" el experimento en cuestión). Una auténtica gozada, aunque no, obviamente, para todos los paladares (faltaría...).
- Transcurrido poco más de un año desde que la viera por primera vez, con ocasión de su estreno en la pantalla grande, reveo Milion dollar baby, y vuelvo a rendirme fascinado ante la grandiosidad de la propuesta, ante el torrente emocional que se desata en la pantalla a medida que se va desgranando la historia y ante la capacidad de un Autor, con mayúsculas, para transmitir de una manera tan viva como profunda, todo el dolor que exhala de la peripecia vital de sus personajes. Sin ánimo de extenderme en consideraciones sobre las que ya tuve ocasión de hacerlo en su momento, con motivo de la crítica publicada en La Butaca -y a la que se puede acceder desde el enlace precedente-, sólo quería añadir un par de apuntes más, a vuelapluma: la confirmación de una convicción que, no por extendida y compartida con miles y miles de cinéfilos, deja de ser más clara, y que es la de que nos encontramos ante un clásico incontestable, de ésos que, por las extrañas químicas del celuloide es capaz de alcanzar tal condición sin someterse al veredicto del único juez que suele otorgar tal condición -el tiempo-; y, ligada a la anterior, la seguridad de que ésta será una de esas películas que, lejos de acusar el paso de los años, irá ganando en aprecio y estima generalizadas con el transcurrir de los mismos. Tiempo al tiempo (y ustedes perdonen, amigos lectores, si lo que he hecho no ha sido, en cierto modo, un ejercicio de ventajismo: es difícil equivocarse con obras de tantísima -y tan contrastada- calidad).
* Grageas de cine VIII.-
* Antecedentes penales (El viejo glob de Manuel) XVI.-

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