Revista Arte

Clasificación vs. desclasificación

Por Deperez5
Clasificación vs. desclasificación
Una de las tendencias más eminentemente constructivas de nuestro espíritu es el rechazo del caos. Todo lo que es azaroso, desordenado o indeterminado nos hace sentir en riesgo e intelectualmente indefensos. Por razones nada misteriosas, tenemos una necesidad innata de orden y armonía, que asume diferentes rostros y denominaciones: simetría, ritmo, rima, estilo, reglamento, estadística, límite, código, clase, categoría, clave y canon son algunas de las múltiples expresiones de esa necesidad primordial, que se expresa en todas nuestras invenciones y actividades.
Si esta inclinación espiritual no tuviera su contracara, el mundo civilizado sería un placentero paraíso, pero hasta el vecino menos despierto sabe que el bien y el mal se mezclan en la condición humana como el ying y el yang o lo blanco y lo negro.
En una muy celebrada e irónica visión de de la parte menos grata de nuestra naturaleza, dominada por un secreto cónclave de monstruos amantes del caos, la anarquía y las pasiones inconfesables, Borges transcribió el simulacro de clasificación contenido en “cierta enciclopedia china que se titula ‘Emporio Celestial de Conocimientos Benévolos’. En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas”.
Clasificación vs. desclasificación
El efecto humorístico de esta enumeración engañosa, que ensaya el juego inocente de fusionar entidades inasimilables, se apoya en la subversión de la racionalidad construida a lo largo de muchos siglos de civilización.
Pero no todo es juego literario: muy a menudo, el impulso de rechazar los valores establecidos para promover aperturas hacia lo nuevo o lo desconocido, se manifiesta dramáticamente como afirmación del caos y la anarquía. En esos casos, la anulación del orden vigente, la negación de las categorías y la eliminación de los límites operan como un agudo revulsivo: las reglas, jerarquías y clasificaciones son suplantadas por la abolición de las normas y límites que definen la identidad de las cosas, generando un proceso de desclasificación, que nos separa simultáneamente de la racionalidad y de nuestras raíces culturales.
Este proceso se verifica puntualmente en la última reedición del “Emporio Celestial de Conocimientos Benévolos”, hoy conocida como arte contemporáneo, donde la clasificación formal encubre la desclasificación real, y donde se esgrimen la “abolición de los límites del arte” y la afirmación de que “todo es arte” para llenar las grandes bienales y museos con: (a) ruidos indescifrables, (b) animales embalsamados, (c) fotos desenfocadas, (d) artefactos de baño, (e) esculturas de algodón, (f) adoquines, (g) videos de gente que duerme, (h) caramelos surtidos, (i) zapatillas de colores, (j) cartones sacados del basural, (k) diagramas geométricos, (1) etcétera, (m) 2302 líneas rectas entrecruzadas, (n) manchas de pintura que de lejos parecen manchas”.

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