Revista Cine

Crítica de cine: Eva

Publicado el 06 noviembre 2011 por Lapalomitamecanica
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
Crítica de cine: Eva

Nota: 7

Lo mejor: no tiene absolutamente nada que envidiar a una película norteamericana de género.Lo peor: la trama se sostiene – entre otras cosas - en un giro final algo predecible.

Son diversos los roles que ha llegado a adoptar una figura tan arquetípica como la del robot en la historia de la ciencia ficción cinematográfica: desde el clásico villano (Gort en Ultimátum a la Tierra, 1951), al el perfecto criado (Robby en Planeta prohibido, 1956) pasando por el escudero fiel (R2D2 y C3PO en la saga de Star Wars). Sin embargo es aproximadamente por la época de Blade Runner (1982), que los robots comienzan a experimentar un proceso de humanización en el que se les atribuyen sentimientos propios; incluso capacidad de amar. Recordemos a algunos de los replicantes de la cinta de Ridley Scott, a Haley Joel Osment en Inteligencia Artificial (2001), al entrañable Wall-e (2008) o a los robots protagonistas del mediometraje de Spike Jonze, I’m Here (2010). El proceso parece invertirse: en una especie de acto involutivo, los seres humanos ven mermada su capacidad emocional mientras que los robots desarrollan nuevas habilidades afectivas. Es aquí donde se incorpora un filme como Eva, consciente de la complejidad progresiva de las máquinas y por ello enmarcado en una sociedad futurista en la que a un personaje le encargan dotar de inteligencia emocional a un niño robot. ¿Qué ves cuando cierras los ojos? Esta es la pregunta que le susurra nervioso un alumno de la Facultad de Robótica al oído a un caballo robot en miniatura. Acto seguido, el robot se desploma y queda inmóvil en la mesa. Bruhl, atraído por el percance, advierte a los alumnos: Podéis reiniciarlo, sí, pero como lo habéis desconectado, os habéis cargado toda la memoria emocional, su alma. ¿Lo veis? Muerto. Si lo reiniciáis, parecerá el mismo caballo pero nunca jamás será el mismo. Esta escena nos proporciona una de las claves de la película de Maíllo, que concibe un futuro no muy lejano en el que los robots son capaces de desarrollar sentimientos al margen de cualquier base de datos implantada artificialmente.

Crítica de cine: Eva

La trama de Eva nos sitúa en el año 2041, época en la que los seres humanos conviven en paz con robots perfectamente civilizados. Tras diez años ausente, Alex (Daniel Bruhl) regresa a Santa Irene, la Facultad de Robótica donde estudió con la intención de llevar a cabo un trabajo para Julia, la directora del centro (Anne Canovas). Nada más y nada menos que crear un niño robot. Es en esa universidad donde trabajan su hermano David (Alberto Ammann) y su antigua novia Lana (Marta Etura), quienes ahora están casados y tienen una hija, Eva (Claudia Vega). En lo que respecta a las actuaciones, hay que señalar que son algo dispares. Por una parte, Claudia Vega, resulta la gran sorpresa de la cinta y uno de los talentos infantiles del momento ofreciendo un buen retrato de un personaje cargado de simbolismo. Lluís Homar (La mala educación, 2004) sabe destacar en un papel secundario, el de Max, un robot amo de casa ofreciendo gran variedad de registros y aportando matices cómicos en la historia. Aunque Maíllo se sumerge en el género fantacientífico, no se abstiene de incluir un triángulo amoroso, es decir, un drama convencional insertado en una historia de sci fi. Es en este triángulo en el que participan Marta Etura (Mientras duermes, 2011) correcta como acostumbra, Alberto Ammann (Lope, 2010) algo soso; y el tercero en discordia, Daniel Bruhl (Good bye Lenin!, 2003), algo contenido en el rol de genio enigmático y frustrado (mad doctor, si queréis) escenificando el célebre “complejo de Frankestein” o miedo humano ante una posible rebelión de las máquinas. Uno de los grandes logros de este filme está en la parte estética, que constituye todo un acierto. Por un lado, la convicción de la puesta en escena se alcanza mediante una cierta mezcla de elementos retro, consiguiendo una ambientación futurista muy verosímil. La fotografía, a cargo de Arnau Valls, nos ofrece frecuentes paisajes nevados cuyas características parecen mimetizarse con la frialdad de las emociones falsas e implantadas en el primer robot que intenta diseñar Alex. La técnica visual se complementa con unos efectos especiales destacables y justamente premiados en Sitges. Todo ello acompaña y refuerza a una estructura narrativa sólida y bien medida, cuyo único defecto es que permite entrever un detalle importante antes de tiempo.

Crítica de cine: Eva
Vivimos en la época de lo efímero, de la rapidez, del pleno auge de internet que se antoja imprescindible; un tiempo en el que necesidad y tecnología van de la mano para proporcionar soluciones cómodas a casi cualquier situación. Es por eso quizás que el director ha vislumbrado un porvenir en la que las máquinas avanzan y progresan más rápido que nosotros y han logrado emanciparse del dominio humano adquiriendo características similares. Por ello, a nadie en el filme le resulta fácil dominar sus sentimientos: ni a los humanos, como Lana y Alex, que se siguen atrayendo mutuamente y son incapaces de reprimirse, ni los robots (El primer robot lanzando un cuchillo para desahogar su ira). Eva es el primer largometraje del catalán Kike Maíllo, quien a pesar de haber contado con un presupuesto modesto, ha sabido defender sus ideas con dignidad dando lugar a un producto tan arriesgado como apetecible y haciéndose un hueco en el prácticamente inexistente panorama de la ciencia ficción española. Con esta cinta, Maíllo se revela como toda una promesa y un director a seguir en sus próximos proyectos dejando el listón muy alto a la vez que parece recoger el testigo que nos dejó Urbizu con No habrá paz para los malvados hace un par de meses.

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