Revista Cine

Crítica de cine: Los Descendientes

Publicado el 03 febrero 2012 por Lapalomitamecanica

Clooney, el humano
Crítica de cine: Los Descendientes
Nota: 7
Lo mejor: que es totalmente inofensiva.
Lo peor: la subtrama ecologista.
Más allá de que estemos ante la quinta y muy continuista -en todos los sentidos- película de uno de los abanderados del cine indie reconvertido en comercial, Alexander Payne (Election, Entre Copas), Los Descendientes, como ya avisa su póster, está centralizada en torno a un George Clooney que ha convertido en tradición el ofrecer una tragicomedia oscarizable cada poco tiempo. El tipo, que a estas alturas no necesita demostrar que de tonto no tiene un pelo, ha llegado a ese punto en el que puede permitirse rodearse de gente con el suficiente renombre como para confeccionar un pack atractivo pero sin el peso necesario para robarle protagonismo. Esa estrategia le ha llevado a recaer en un bucle recurrente de películas correctísimas que no alcanzan la excelencia sencillamente porque no están pensadas para ello, sino para que el intérprete se lleve un Oscar al mejor actor protagonista de una vez por todas. Y eso, en el fondo, es hacer las cosas a medias.

Con ese panorama, no es de extrañar que el trabajo del actor sea lo mejor de Los Descendientes. Sí. Clooney clava al hombre medio que tan bien inmortalizaba Jack Lemmon con su cara de desconcierto logrando la perpetua complicidad con el espectador, pero como ya nos avisa la siempre tramposa voz en off al inicio de la cinta, todo en The Descendants está orientado a que empaticemos con el personaje hasta tal punto que no existe otro eje en la película. Y es precisamente esa intención de Clooney de cargarse la montaña a las espaldas la que termina dejando cojo al film por muy bien que este lo haga.

Crítica de cine: Los Descendientes

Su trama, por ejemplo. Con una premisa suculenta que llega a donde llega por y a pesar del personaje. La cosa empieza con un abogado que descubre una infidelidad por parte de su esposa justo cuando ella se encuentra en coma irreversible por culpa de un accidente. Mientras la cosa se queda en el retrato de una familia disfuncional que ahora depende por completo de un padre ausente y desorientado la cosa funciona. La idea de Matt de emprender un viaje para conocer al amante de su mujer con la excusa de darle la trágica noticia es tan excéntrica como efectiva a la hora de mantener al espectador a la expectativa. Y una vez sucede, ¿No quedamos sin historia? No, porque es entonces cuando se empieza a hacer grande una subtrama que ya venía avisando desde el principio de la cinta.

Resulta que la familia del protagonista posee en herencia una playa paradisíaca en Hawai sobre la que perderán los derechos en poco tiempo, y depende del personaje de Clooney el tomar la última decisión sobre vender el terreno para que construyan un complejo hotelero. Casualidades de la vida, sus parientes implicados viven en la misma isla en la que se encuentra su objetivo (Matthew Lillard correcto en un "¿y tú qué haces aquí?" en toda regla), que, nuevas casualidades, es uno de los principales representantes de la otra parte. ¿Hace falta decir más? El universo del film se alinea de una forma demasiado perfecta en torno al personaje hasta tal punto que no solo empatizamos con él, sino que llegamos a predecir su futuro sin el mínimo margen de error.

Crítica de cine: Los Descendientes

Es por ello que Alexander Payne intenta buscar la emoción en el retrato conjunto de una familia que ha de aprender a vivir coja. Sus personajes, aunque ya tópicos en este tipo de films (el abuelo cascarrabias, el tío vividor, la adolescente rebelde, la niña rarita...), resultan lo suficientemente efectivos como telón de fondo para el recital de Giorgio. Pero una vez más, la omnipresencia del canoso de moda no nos deja conocer si hay algo más allá del estereotipo ni que un veterano como Robert Foster o la joven Shailene Woodley saquen jugo a sus roles. En esta dirección es donde más mano ancha tiene Payne con momentos como ese plano final que dice tanto con tan poco, y que deberían haber estado más presentes a lo largo de la película en lugar de tanto Clooney con la mirada perdida.

Pero que lo que pudo ser no os impida disfrutar lo que Los Descendientes ofrece, ya que entre toda esa previsibilidad también hay espacio para las medias sonrisas que provoca un relato cotidiano (por parte del noviete de la hija, por ejemplo), e incluso hay quien puede encontrar una especial empatía con la evidente dureza de la situación que atraviesa la familia protagonista y su forma de afrontarla (la primera conversación en el hospital). Mostrar en pantalla sentimientos tan descarnados como el odio hacia una persona en estado terminal, e incluso el deseo de que todo llegue a su fin, no es una tarea fácil. Y menos sin caer en el dramatismo o perder el tono amable. Quizás no sea suficiente como para terminar de llenar ese ansiado pack del que os hablaba al comienzo, pero a este ritmo es solo cuestión de tiempo que Clooney termine consiguiéndolo.


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