Never give up
Nota: 7
Lo mejor: Es una crítica bastante afilada de la sociedad actual.
Lo peor: pierde ritmo en su segundo acto.
Las primeras imágenes de Reality nos muestran las instalaciones exteriores vacías de un hotel de lujo. Pronto se nos traslada a un gran salón donde se está celebrando el banquete de una boda. Como en toda celebración de tal calibre, se impone la música alta, el griterío y los estilismo horteras tanto de ellos como de ellas. Todo se desarrolla con normalidad, cuando, de repente, entra en escena un tal Enzo y los comensales, en un arrebato de histerismo, comienzan a corear frenéticamente su nombre, mientras el susodicho se dirige a la tarima de los novios con paso resuelto, saludando y sonriendo a la multitud enardecida. Una vez arriba, tras saludar a los novios emocionados, se coloca entre ellos y con micrófono en mano, se dirige gritando al público hipnotizado que sigue todos sus movimientos: "¿No es ésta la novia más guapa del mundo?". Tras pronunciar un discurso algo vago y apresurado sobre la importancia de perseguir los sueños, suelta la coletilla "Never give up" (que por supuesto, nadie entiende) y se despide calurosamente de los recién casados mientras intenta abrirse paso entre la muchedumbre y salir sano y salvo del palacete. Enzo es el concursante de un reality.
¿Cómo hemos llegado a esto? Vivimos en la época del culto a lo visual, a la representación visual de cualquier cosa. De la adoración súbita por la imagen fugaz, efímera que capturamos en el instante de una fotografía, y de la imagen vaga que apenas puede retener nuestra memoria. Dos imágenes contrapuestas: la estanca y manipulada de la fotografía, frente a la imagen activa aunque impostada de la televisión. Se otorga a la ficción y a la imagen muerta y desnaturalizada un valor que no ha tenido ni tendrá nunca. Parece existir una voluntad (¿o debería decir necesidad?) de deformar la realidad cotidiana, de disfrazar la intrascendencia y lo anodino de nuestras significantes vidas por medio de un cúmulo de artilugios (internet, cámaras, photoshop, smartphones, la televisión, etc), filtros mágicos y tutoriales al alcance de la comprensión y conocimientos de cualquiera. La saturación, la sobre información, el exceso en todos los ámbitos, el hastío al fin y al cabo, dan lugar a la impostura, a la esencia que caracteriza el formato general de este tipo de programas (realities). Conscientes del poder de la imagen, sabemos perfectamente qué hacer dentro de los límites del encuadre, no importa lo desorientados que estemos en la realidad, convirtiéndonos así en esclavos del fascismo que implica la propia ficción que creamos (como le ocurre a Enzo).
Tan consciente de su herencia neorrealista como varios de sus contemporáneos (Nanni Moretti, los hermanos Taviani, e incluso Sergio Castelitto a su manera), el director arremete contra todo esto, contraatacando con un realismo, naturalismo brutal. Retrata fielmente la realidad, sin dejar a un lado lo grotesco y caricaturesco de la situación que denuncia. Reality está basada en hechos reales y se sitúa en Nápoles, contando la vida modesta de Luciano (Aniello Arena), un pescadero, que se presenta a las pruebas del Gran Hermano italiano y poco a poco se va obsesionando hasta el punto de vender su negocio para hacer mejoras en casa por si vienen los del casting a entrevistarle. Así, la influencia de la tradición cinematográfica italiana se hace más que patente, tanto en la elección de actores no profesionales (el protagonista de Reality, Aniello Arena, es un ex sicario de la camorra napolitana que lleva veinte años en la cárcel por doble asesinato; Garrone se interesó por él tras comprobar su talento en el grupo de teatro de la prisión donde cumple la pena), como el estilo narrativo realista y la decisión de retratar el modo de vida humilde de los personajes.
Matteo Garrone ofrece un relato pesimista de la era de la televisión post Berlusconi, no exento de sarcasmo y pequeñas pinceladas cómicas (las pruebas de Gran Hermano se realizan en los estudios del Cinecittá). El director italiano reflexiona con ironía sobre la poderosa atracción que ejerce la telebasura en sus víctimas, que conciben estos programas como un revulsivo y una vía rápida hacia la fama y el dinero instantáneos. Fenómeno social en el que cae su público, quien, aunque lo conciba como una distracción ligera, a menudo proyecta sus esperanzas y posibilidades en la cercanía de los concursantes. Aunque cuenta con una más que digna trayectoria, fue a partir de la increíble y compleja Gomorra (2008), cuando Garrone comenzó a darse a conocer en la esfera internacional. Reality, cuyo guión escribe él mismo con ayuda de algunos colaboradores habituales, ha sido premiada por los jurados del festival de Cannes y Sevilla, y no hace sino confirmar el talento evidente de un realizador italiano que dio sus primeros pasos en el mundo de la pintura y ahora promete en el campo cinematográfico.