Revista Cine
Que Michael Fassbender se ha convertido en una de las revelaciones del 2011 no lo duda nadie. San Sebastian ha sido espectador de lujo de la evolución del actor. "Malditos bastardos" de Quentin Tarantino hace dos años y "Shame" este último, tuvieron pase muy especial en Donosti. De nuevo con Steve McQueen, con el que ya colaboró en "Hunger", logran un retrato potente, audaz y devastador de un hombre, aparentemente triunfal, que vive con fuertes carencias afectivas que se reflejan en su vida sexual.
Cuesta encontrar en la cartelera un drama psicológico tan potente como "Shame". Las miradas y los detalles suplen a las palabras, el transtorno no es evidente. En ningún momento conocemos la historia de Brandon (Michael Fassbender), un treintañero con graves problemas en sus relaciones sexuales. Nada le satisface, cuantos más encuentros sórdidos y oscuros vive, más necesidad le crea. Y ese círculo vicioso no encuentra fin, ni siquiera su hermana (Carey Mulligan) consigue encauzar a este hombre solitario.
La información sobre el personaje principal llega en pequeñas dosis. El deterioro físico y mental del protagonista es espectacular pero apenas detectable en un primer vistazo. No vive con normalidad su sexualidad, sin duda por algo que ocurrió en el pasado pero que nunca llegamos a conocer. Lo importante es que lo tiene y le impide disfrutar. Saciar su hambre es imposible, lo sabe, y persiste en su autosatisfacción egoísta al margen de personas y sentimientos.
Las imágenes son explícitas y necesarias. Es fácil que el espectador repela tanto deterioro sexual, tanta necesidad física que saciar. Pero todo eso lo hace más real y necesario. El impacto en el público es aún mayor al ver que el antihéroe es un hombre atractivo, bien posicionado, que vive en una magnífica casa y con un encanto personal difícil de superar. Lo que llamaríamos un soltero de oro. Si lo tiene todo... qué le impide ser feliz y disfrutar de sus encuentros sexuales? Nunca lo llegamos a saber y eso aún nos descoloca más.
Michael Fassbender ("Un método peligroso", "X-Men: Primera generación") está excepcional. No imagino a nadie más en ese papel. Mantiene el encanto hasta en las situaciones más confusas y complicadas. Recrea a la perfección el estado de ánimo de una persona que se autodestruye poco a poco. Venecia, Sevilla y Los Angeles se han rendido a su interpretación y la crítica en masa ha destacado este papel como el gran salto en su carrera.
El actor aleman no está mal acompañado. Carey Mulligan ("Drive", "Una educación") da la réplica con descaro y suficiencia. Borda un papel que muchos podrían considerar innecesario, pero que en manos de esta singular actriz cobra tintes imprescindibles. Su futuro estará plagado de éxito por este camino de cine de calidad que ha elegido.
McQueen, por tanto, nos consigue seducir y sorprender con este arriesgado film. Su riesgo tiene recompensa, nos encontramos ante uno de los títulos más interesantes del año, que provocará todo tipo de sensaciones pero a nadie dejará indiferente. De lo mejor que pude ver en San Sebastian el año pasado.
José Daniel Díaz
Cuesta encontrar en la cartelera un drama psicológico tan potente como "Shame". Las miradas y los detalles suplen a las palabras, el transtorno no es evidente. En ningún momento conocemos la historia de Brandon (Michael Fassbender), un treintañero con graves problemas en sus relaciones sexuales. Nada le satisface, cuantos más encuentros sórdidos y oscuros vive, más necesidad le crea. Y ese círculo vicioso no encuentra fin, ni siquiera su hermana (Carey Mulligan) consigue encauzar a este hombre solitario.
La información sobre el personaje principal llega en pequeñas dosis. El deterioro físico y mental del protagonista es espectacular pero apenas detectable en un primer vistazo. No vive con normalidad su sexualidad, sin duda por algo que ocurrió en el pasado pero que nunca llegamos a conocer. Lo importante es que lo tiene y le impide disfrutar. Saciar su hambre es imposible, lo sabe, y persiste en su autosatisfacción egoísta al margen de personas y sentimientos.
Las imágenes son explícitas y necesarias. Es fácil que el espectador repela tanto deterioro sexual, tanta necesidad física que saciar. Pero todo eso lo hace más real y necesario. El impacto en el público es aún mayor al ver que el antihéroe es un hombre atractivo, bien posicionado, que vive en una magnífica casa y con un encanto personal difícil de superar. Lo que llamaríamos un soltero de oro. Si lo tiene todo... qué le impide ser feliz y disfrutar de sus encuentros sexuales? Nunca lo llegamos a saber y eso aún nos descoloca más.
Michael Fassbender ("Un método peligroso", "X-Men: Primera generación") está excepcional. No imagino a nadie más en ese papel. Mantiene el encanto hasta en las situaciones más confusas y complicadas. Recrea a la perfección el estado de ánimo de una persona que se autodestruye poco a poco. Venecia, Sevilla y Los Angeles se han rendido a su interpretación y la crítica en masa ha destacado este papel como el gran salto en su carrera.
El actor aleman no está mal acompañado. Carey Mulligan ("Drive", "Una educación") da la réplica con descaro y suficiencia. Borda un papel que muchos podrían considerar innecesario, pero que en manos de esta singular actriz cobra tintes imprescindibles. Su futuro estará plagado de éxito por este camino de cine de calidad que ha elegido.
McQueen, por tanto, nos consigue seducir y sorprender con este arriesgado film. Su riesgo tiene recompensa, nos encontramos ante uno de los títulos más interesantes del año, que provocará todo tipo de sensaciones pero a nadie dejará indiferente. De lo mejor que pude ver en San Sebastian el año pasado.
José Daniel Díaz
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