Revista Ciclismo

Crónica de la III Ciclomarcha Carlos Sastre

Por Alejandro


Crónica de la III Ciclomarcha Carlos Sastre

Un año más, y ya van tres, nos hemos ido al Barraco en la provincia de Ávila para disfrutar de la jornada de cicloturismo del año. Una vez más, la FDPVS ha organizado la Ciclomarcha Carlos Sastre, sobre el mismo recorrido de todos los años. La gran fiesta del cicloturismo.

La marcha estaba abierta a un total de 1.250 corredores, número en el que cerraron las inscripciones. Cada uno recibíamos un maillot conmemorativo y una bolsa de corredor, así como un novedoso (al menos para mí) chip que iba en la zapatilla atado con alambres. A la recogida de los dorsales se nos trató con suma amabilidad, como siempre, y aunque este año no hubo actividades para los más peques ni posters para todos, Carlos estuvo allí firmando lo que le ponían y dejándose fotografiar con todo el que quisiera las veces que hiciera falta. Siempre tan amable y cordial con todos nosotros.

Crónica de la III Ciclomarcha Carlos Sastre

La salida fue increíble. Aunque partíamos a las 9, a las 8:30 ya había un buen número de corredores (porque no sé si a eso podríamos llamarlo cicloturismo) que habían cogido sitio en la línea de salida para no perder tiempo y superarse a sí mismos. A los que andamos bastante menos aquello no nos preocupaba, yo de hecho me quedé a cola haciendo estiramientos y me incorporé a las 9 y cuatro minutos, cuando todavía no se había dado la salida. Unos minutos antes una persona de la organización me había informado de que iba a salir Pedro Delgado, y a eso de las nueve y cinco apareció por donde estábamos nosotros. Habló con unos y con otros, se fotografió con ellos, y luego marchó para adelante sin problemas, este no es de los que hacen cola desde las 8 de la mañana. Está fino, tiene mucho mejor aspecto que el año pasado, y por lo que he leído la Sastre se le dio bien.

Este año he visto la marcha desde otra perspectiva. Me la tomé con más tranquilidad y pasé disfrutando por todas partes. Pasé por Navalacruz preguntando dónde estaba la casa de Iker y nadie quiso decírmelo (discretas las gentes del lugar), subí, bajé, me avituallé, volví a subir Barajas y disfruté como un enano en las bajadas, se ve que como este año he cogido unos kilos no se me soltaba tan fácilmente. Además las carreteras estaban impecables, el bache del año pasado en la bajada de Barajas había sido tapado cuidadosamente.

El recorrido acumula la mayor parte de las subidas en los primeros 60 kilómetros, después tiene tramos de bajadas para disfrutar y algunas subidas para freírte un poco antes del descenso a Burgohondo y la terrible ascensión a San Juan de la Nava. Allí siempre hace un calor que te torras, y rampas aparentemente suaves se convierten en infiernos. No resistí la tentación de levantar los brazos al llegar arriba, me sentía orgulloso de haberlo superado después del pajarón del año pasado. Luego, se baja a Barraco, se sube al Polideportivo y se cruza la meta. Sensacional.

Sobre las cuestiones logísticas de la marcha, puedo decir que han incrementado el número de avituallamientos, añadiendo a los dos habituales de sólido y líquido (perfectamente dotados de bebida isotónica este año, aunque la organización se ahorraría un buen dinero comprando botellas de litro y medio de marca blanca en lugar de botes de 33 cl. de Aquarius) otro de sólo agua al principio de la infernal ascensión a San Juan de la Nava. La situación de los avituallamientos, sobre los kilómetros 40, 77 y 110, es perfecta para recobrar fuerzas aunque me consta que muchos de los integrantes de la marcha no se detienen en ellos. Está bien, se ahorran como 5 minutos en cada uno.

Este año se nos han colado más coches dentro de los grupos que en los anteriores, e incluso en una ocasión un miembro de la organización me detuvo en un cruce unos segundos para que pasara uno. Confieso que no me gustó, pero es fácil entenderlo. Recuerdo un descenso en el que una casa rodante y un Seat Ibiza iban más lentos que nosotros y resultaba difícil adelantarles. Para que luego las bicis sean las lentas. Al final acabamos pasándoles en cuanto tuvimos oportunidad.

El punto negro de la marcha posiblemente esté en Navaluenga, en una curva donde hay una buena cantidad de público que nos vitorea, nos aplaude, y nos moja. Mientras my family esperaba con paciencia mi paso por allí una hora y algo después de que lo hicieran hecho los primeros, me contaron un buen número de incidentes entre coches y ciclistas que se saldó sin heridos gracias a la pericia de los últimos y a la colaboración de los espectadores. Me consta que eso ocurre todos los años, lo que convierte a esa curva en una zona altamente conflictiva. Este año además había un todo terreno aparcado que parecía acercarse rápidamente a ti en cuanto cogías la curva. ¿No sería posible pedir que no se estacionase en ese lugar? Ya sé que es una marcha cicloturista y no una carrera, pero...

Otro punto a mejorar es la cola a la hora de la comida. La carpa mostró tener la suficiente capacidad como para acogernos a todos los comensales que allí nos metíamos y la gente de la organización estuvo superamable como siempre con nosotros. Pero antes de entrar, a eso de las tres de la tarde (entre que llegas, te duchas, te peinas y demás) la cola era gigantesca y caía un sol de justicia que no tenía nada que envidiar al de las laderas de San Juan de la Nava. Por allí se oyeron algunas protestas, pero supongo que es difícil dar de comer a 1.250 personas más acompañantes cuando vienen todos a la misma hora. Aun así, si al menos hubiese habido una sombra para no asfixiarnos más habríamos sudado menos.

Comemos tarde, y muchos estamos en la carpa cuando comienza el sorteo. Este año hubo premios increíbles, sobre todos las bicis Fuji y KTM. Me parece increíble que todavía haya marcas y distribuidores que donen productos tan costosos, con la que está cayendo y viendo cómo los patrocinadores de estos grandes eventos desaparecen como por arte de magia. Un aplauso para ellos. Inteligentemente, la organización pospuso el sorteo hasta las 4 de la tarde y así casi todos pudimos presenciarlo.

Después del sorteo, la vuelta a casa. Yo ya me voy haciendo mayor y sé que me quedan pocas ediciones de la Ciclomarcha para disfrutar, pero espero animar a Alejandro cuando cumpla 18. Ay, qué miedo voy a pasar...

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