Revista Arte

Cuestión de ‘tempi’

Por Felipe Santos
Cuestión de ‘tempi’

Cabe preguntarse a priori cómo le sentaría la música de Verdi a una propuesta escénica como la de Bob Wilson, tan estática, cromática y conceptual. Al final, el minimalismo del director texano no casa mal con esa melodía verdiana, tan desnuda de artificio orquestal, sobre todo en los pasajes de mayor lirismo. Es en la música de fiesta donde los personajes de Wilson parecen ir algo más desacompasados, pero ese es el misterio de sus propuestas, la capacidad que tienen para ser contempladas. Si los dos primeros actos navegan en un azul intenso, tan sólo adornado por cristales blanquecinos, es en la segunda escena del segundo acto, con el coro de los matadores, donde hace aparición por primera vez del rojo y de los fluorescentes estilo Dan Flavin, utilizados en otras producciones. En el tercer acto, el de la agonía de Violetta, se acentúa aún más el onirismo de la escena, con una cama alargada y angulada en el centro, como salida de una pesadilla.

En esta Traviata, estrenada hace tres años en Linz, el debate lo provoca Teodor Currentzis con una discutible elección de los tempi. Y ahí es donde radica la excepcionalidad de este director, acostumbrado a la controversia en materia interpretativa. Nadie podrá acusarle nunca de que sus orquestas suenan mal o que no son refinadas. Es una cuestión exclusivamente que atañe a sus decisiones empuñando la batuta -que en su caso no utiliza-: dónde colocar tal o cual acento o cómo ejecutar las dinámicas. Así, los compases del "Addio del passato" pueden prolongarse hasta la extenuación, mientras que la segunda escena del segundo acto o el comienzo del tercero pueden transcurrir con una energía e intensidad excepcionales. MusicAeterna es una orquesta de virtuosos que obedecen al milímetro las indicaciones de su director. Por eso resultó tan dúctil en sus manos y, a la vez, tan peligrosa. El rubato, si se aplica en exceso, puede terminar restando expresividad a los pasajes. Y más en Verdi, que más bien ha sufrido de haber sido dirigido demasiado aprisa. Pero, por ejemplo, en el "Amami, Alfredo!" todo se escuchó en su sitio sin restar un ápice de la violencia del estallido orquestal que se armaba bajo las voces. Algo verdaderamente difícil y que solo es posible escuchar en su mayor dramatismo en muy contadas ocasiones.

A ello le ayudaba, sin duda, la voz de Nadezhda Pavlova, una soprano lírica de coloratura, de voz timbrada y con volumen, que atacó un agudo afinado, metálico e incisivo. Su técnica le permitió filados muy bellos, aunque suele engolar un poco cuando apiana. El tenor español Airam Hernández, de bello timbre verdiano, cantó muy bien el "Lunge da lei", algo nada habitual en la mayoría de los Alfredos que pueden verse, y se quedó algo más justo en la cabaletta posterior. Por último, al Germont de Dimitris Tiliakos le faltó volumen y fluidez en algunos pasajes.

Artículo publicado en Ópera Actual.

Verdi LA TRAVIATA. Nadezhda Pavlova, Airam Hernández, Dimitris Tiliakos, Natalia Buklaga, Elena Yurchenko. Coro y Orquesta MusicAeterna. Director de escena: Robert Wilson. Director musical: Teodor Currentzis. Grand Théâtre de la Ville (Luxemburgo). 14 de octubre.

Fotos: GrandThéâtredeLaVille ©LucieJansch

Publicado por Felipe Santos

Cuestión de ‘tempi’

Felipe Santos (Barcelona, 1970) es periodista. Escribe sobre música, teatro y literatura para varias publicaciones culturales. Gran parte de sus colaboraciones pueden encontrarse en el blog "El último remolino". Ver todas las entradas de Felipe Santos


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