Revista Cocina
El viernes pasado asistimos en Bodega Selección de Alicante a la segunda jornada del curso de quesos del mundo y sus maridajes. En esta ocasión la propuesta fue viajar al norte de España para probar quesos de Galicia, Asturias, Navarra y Castilla León, con un invitado especial de las islas Baleares. Así, probamos un queso de tetilla gallego (leche de vaca, pasta blanda), un queso zamorano (curado, leche de oveja), Idiazábal (Navarra, curado y ahumado de leche de oveja), Cabrales (queso azul, Picos de Europa) y un balear queso de Mahón (leche de vaca, pasta prensada).
Para explorar el maridaje con los quesos se nos presentaron 4 vinos. Divinus 2006 (DO Pago Guijoso, blanco con crianza 1005 Chardonnay, Sánchez-Muliterno) es un vino de color amarillo dorado, con una nariz rebosante de ahumados y frutos secos, que dejaba aparecer algo de fruta en segundo plano, con alguna nota de oxidación, y que en boca se mostró seco, con una acidez correcta, alguna nota cítrica de pomelo y de nuevo frutos secos; no es un vino que me entusiasme, al menos no con esta edad. El rosado de la sesión fue el Parató Rosado 2013, un rosado de Pinot Noir del que ya hablamos en una anterior entrada. Galicia estuvo representada por la Ribeira Sacra, con el Regina Expresión 2009 (DO Ribeira Sacra, tinto con crianza 100% Mencía, Regina Viarum), de color picota de capa alta, algo apagado, con ribete granatoso; en nariz torrefactos, fruta muy madura y algún barniz, y en boca secante, marcando las notas ahumadas; no me entusiasma este vino. La región levantina estuvo representada por un tinto jumillano, Equilibrio 4 2013 (DO Jumilla, tinto roble 100% Monastrell, Bodegas Sierra Norte), con un color picota brillante muy bonito, con ribete violáceo; floral, fruta muy madura y quizá algo de regaliz, y en boca amargos, seco, frutal y de buena acidez; está bien sin ser espectacular. Y ya pensando en el cabrales, teníamos un generoso, Aranda Cream (DO Denominación de Origen Jerez-Xérès-Sherry - Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda - Vinagre de Jerez; generoso dulce, Palomino y Pedro Ximénez, Álvaro Domecq), vino de color ámbar oscuro de capa baja, con una nariz punzante, plena de yodados y avellanas tostadas y con un buen dulzor en boca, pero nada empalagoso, marcando la parte de fino que tiene.
El Chardonnay fue el vino propuesto para maridar con el queso de tetilla, pero en mi opinión la potencia del vino se lleva por delante al queso, aunque al final dejan en boca una sensación agradable. Con el queso de Mahón se resalta la acidez del vino y se llevan muy bien; rica combinación. La unión con el queso zamorano resulta en un encuentro potente pero agradable, igual no para todos los paladares, pero que a mi me ha gustado mucho. Con el Idiazábal de nuevo una conjunción potente, pero el ahumado del queso no me va muy bien con el ahumado del vino.
Pasamos a probar los maridajes con el Pinot Noir vinificado en rosado. El tetilla y el rosado catalán se llevaron bien, frutosidad + grasa que se conjuntan y donde la acidez del vino limpia la boca para otro bocado; bien. Con el queso balear, se crea un agradable amargor en boca, con una buena conjunción de frutosidad y sabor del queso, me gustó. El queso de Zamora es muy potente para este vino, se desvirtúan los dos, no se llevan bien. Con el queso navarro, de nuevo potencia y ahumados del queso que hacen desagradable el vino; no.
El tinto gallego se propuso como complemento al queso zamorano. Con el tetilla, el vino hace que el queso desaparezca totalmente, no hay color. Con el queso de Mahón se dejan querer, pero no es una combinación que yo elegiría. Bien con el queso para el que se había escogido, el de Zamora, buena potenciación de sabores y persistencia. No está mal con el Idiazábal, pero se potencian mucho los ahumados del queso; se deja combinar pero nada más.
El último vino tranquilo, el Monastrell jumillano, era el propuesto para el queso de Idiazábal. Con el queso de tetilla no combinan para nada, mucho amargor en boca y desaparición del queso; definitivamente no. La cosa mejora algo con el queso de Mahón, pero siguen apareciendo unos amargores desagradables. No me entusiasmó la combinación con el queso zamorano, aunque mejoran algo las sensaciones en boca al cabo de un rato. Bastante bien con el queso de Idiazábal, los ahumados del queso hacen resaltar la fruta del vino; bien.
Por último, esa maravilla de queso que es el Cabrales. En este caso un Cabrales artesano que estaba sencillamente delicioso y del que no me pude resistir a traerme a casa un par de cuñas. Ni intentar maridarlo con otro vino, así que fuimos directamente a por el Cream, y el resultado fue fantástico para mi gusto; al ser un vino algo más seco que por ejemplo un Pedro Ximénez, se conjuntaba muy bien con el queso, y aunque se mantenía la potencia del Cabrales, la texturas y sabor en boca eran deliciosos. Muy buena recomendación.
Muy interesante sesión, con mejores quesos que vinos e interesantes resultados de armonías.