Juan Pelegrín. Manon
Apoteósica tarde de antitaurinismo en Barcelona, con media entrada escasa, nueve mil personas dicen en Burladero, muchos con sus pancartitas, pagando cincuenta napos por ver un espectáculo mediocre y corrompido, que es la verdadera causa de la abolición catalana, a la que no le echan ni echarán cuentas mientre quede un político sin despellejar. July y Manzanares representaban con su 66% la cuota que impone el G-10 cuando se anuncian borregos tipo Garcigrande, Cuvillo, o derivados de la juanpedritis, mientras Castella completaba el cartel en calidad de miembro de la Oposición. Pero como sus odiados políticos, son todos igual. Nueve orejas, que se dice pronto para una plaza de primera, con una petición de indulto para Cascarón, pidieron todos esos que, sacando a hombros hasta a Carmen de Mairena si es menester, pidiendo indultos para los toretes con los que son estafados y berreando una docena de veces el llibertat, llibertad, o como se diga, se creen que están montando un Mayo del 68. Me da vergüenza ajena verles perder la dignidad, corromper su Fiesta por mendigar una triste noticia de trescientos caracteres en la agencia EFE y encumbrar a aquellos que cada tarde que torean, alegóricamente hunden su estoque en el hoyo de las agujas de la tauromaquia. Nos gustaría ver al aficionado catalán, como los bravos, morir con honra. Sin mojigatos lloriqueos ni lamentos de telenovela.
Cogiendo el puente aéreo, en la capital de la meseta, como dicen los nacionalistas, una Tía de Murcia, matadora de novillos, que no llega ni a ser veinteañera y cuyos muslos son atravesados por más cicatrices que los del Presidente de los Toreros, salió a hombros por la Puerta del Toreo. Conchi Rios es el nombre. Con un tabacazo enorme se presentó en Madrid, con una figura del escalafón como Jiménez Fortes, y ante todo, derrochó casta, seriedad y ganas de ser torero. Le puso muchos ovarios y poco fingimiento. El folklore, en el toreo, lo ponen los machos del G-10. Se sobrepuso a la jindama de los tres avisos que casi le dan en el primero, para torear la mar de bien, con alegría, despegada a veces, pero dando distancias y dejando la muleta siempre puesta y planchá, arriesgando sin mentiras, y matando por arriba y al encuentro. Una gran noticia para el toreo, que algunos mediocres se empeñan en ensuciar, sacándole a una chavala que debuta, con el cuerpo reventado, en la Ventas, la misma escuadra y cartabón que se dejan en casa cuando llegan las figuras en Isidro.
A todo esto en Cèret, la vieja escuela, se han vuelto a ver aquellas cosas por las que muere un aficionado. Como la casta, que es como un huevo Kinder, que lo mismo te puede salir un barrabás de banderillas negras, o dos, que un toro de Escolar bravo en varas y noble y entregado en la muleta. El resumen de Céret 2011, corre a cuenta de otros, como David o JuanPasmo, que han estado allí. Y han visto las mismas arenas que pisó el Cid, único miembro del G 10 con pasado como Matador de Toros. Y que se echa de menos.