30 años desde su estreno, Blade Runner sigue siendo objeto de estudio y de acérrimos debates y polémicas, como el asunto de si Deckard es o no es un replicante.
Mucha tinta se ha vertido sobre el particular, con argumentos a favor y en contra. Y tras el anuncio de Ridley Scott en una entrevista, declarando que efectivamente Deckard es un replicante (tras el Montaje del Director, y nunca mejor dicho lo de “montaje”, y otras declaraciones hechas por Edward J Olmos en la convención de ciencia-ficción Basauri Con 1.0 (al explicar el significado del unicornio de origami), la cuestión debería estar zanjada. De nada sirve argumentar si los ojos le brillan o no, como al resto de replicantes, guiño hecho al espectador, ya que si en el contexto de la acción de la película esto fuera determinante, no sería necesario realizar un test Voight-Kampff, etc, etc. Da lo mismo si hay sueños sobre unicornios o cualquier otra artimaña del director por hacer encajar esa idea en el guión original. Muchos seguimos pensando o queriendo que Deckard sea humano.
Los motivos pueden ser varios y peregrinos. Deckard como replicante parece ser el ideal para un personaje canallesco y rufián, como al parecer se presenta al cazador de replicantes. Pero después de leer cientos, miles de notas, opiniones, mensajes y argumentos de toda clase en ambas direcciones, pienso que se han dejado de lado algunos aspectos. Uno de ellos, la parafilia sexual del Deckard humano. El hecho de su enamoramiento con Rachael, si ambos son replicantes, no tiene ningún tipo de sorpresa ni morbo, es algo normal, a pesar de su naturaleza artificial. Tienen implantes para que su experiencia sea humana al 100% por lo que enamorarse no es nada extraño. El mismo Batty demuestra un cierto afecto por Pris. Bien, entonces la pareja Deckard-Rachael no sería nada del otro mundo. Sin embargo, si Deckard es humano, entonces la cosa cambia. Quizás éste fué el aspecto que más me sorprendió en una primera visión de la película (naturalmente la versión original, no del Montaje del Director). Deckard enamorándose de una máquina. Morbo y vicio, o desviación sexual. Parafilia al fin y al cabo. Hacer el amor con un robot, androide, pellejudo… ¡Vaya! Lo que le faltaba ya al desgraciado ex-blade runner, alcohólico y hombrecillo. Meterse en la cama con una muñeca hinchable de lo más sofisticado. ¿No es más interesante así que del otro modo? ¿Qué le falta a Deckard para ser un canalla completo? Mata por dinero, bebe para olvidar sus penas, no le vemos fumando en ninguna escena, pero eso no quiere decir que no se drogue también, se tira a una muñeca artificial…. Vamos, que es un portento. Y si conservamos el final feliz, quizás sea el punto en donde Deckard se redime, se conforma con su novia artificial y cambia de vida.
¿Qué ocurre si quitamos el final feliz? Suponiendo lo anterior, no pasa nada. Puede ser tan feliz como se quiera. Deckard huye con su muñeca, sin presentarnos sus planes posteriores ni a dónde van. Si en cambio es un replicante…. tampoco podemos suponer nada. ¿La matará? entonces quien le ha programado es más canalla que él mismo. Un replicante matando a sus semejantes, y encima también a su novia replicante. ¡El remate! ¿Huirá con ella? Es lo que hubiera querido hacer Batty con su modelo básico de placer, Pris. O sea que quien de por sentado que el final del ascensor significa que Deck se carga a Rachael, bueno, está en su derecho, pero tampoco está tan claro. El gesto de asentimiento de Deckard al recordar las palabras de Gaff puede interpretarse a gusto del consumidor.
Vueltas y más vueltas para unos guiones incompletos y recortados, llenos de parches para conveniencia de unos y otros. Quizás esa sea su grandeza, que cada cual puede interpretar y reinterpretar todo lo hecho hasta la saciedad.