Desde la comodidad de nuestras casas y el ajetreo cotidiano es fácil olvidar que ahí fuera se practica un paradigma agrario que nos afecta y amenaza a todos. Vas al súper, escoges tus alimentos, y pagas a la salida. Hecho. Esa es toda nuestra relación con el origen de aquello que al final se convertirá en nuestra propia carne. Si te sientes identificado, te recomiendo que la próxima vez que viajes por la península ibérica por carretera aproveches para prestar atención al paisaje agrícola que nos rodea. Eso hice yo esta misma semana y la impresión fue lo suficientemente grande como para motivarme a escribir por fin esta entrada invitada en Eva Muerde la Manzana. Edurne me lo pidió hace ya unos meses, pero hasta ahora no había encontrado una inspiración que estuviera a la altura de su blog.
Sin embargo el paisaje de la meseta aragonesa me dio la sacudida que necesitaba. Durante el viaje vi una tierra ultrajada. Inmensos campos de maíz, casi con seguridad transgénico, cubren estos parajes de belleza ya olvidada. Los tallos desnudos después de la recolección parecen auténticos zombies del reino vegetal. Casi pude oír el gemido de dolor de las hectáreas y hectáreas de tierras labradas, al descubierto, expuestas a las inclemencias del tiempo y violadas año tras año en una batalla perdida del arado contra la compactación y la desertización. Si no crees que este es un suelo agonizante, casi muerto, piensa que el actual Irak fue hace miles de años un paraíso en la Tierra. Situado en el creciente fértil y bañado por los ríos Tigris y Eúfrates, fue la cuna de la civilización moderna. Allí ahora no hay más que arena estéril, incapaz de ofrecernos vida. Ya en nuestro entorno cercano, desiertos como el Sahara o los Monegros fueron zonas fértiles y productivas antes de que la combinación de un clima seco con las malas prácticas agrícolas y la tala descontrolada les asestaran un golpe mortal. Y lo peor es que el avance implacable de los desiertos continúa en este mismo instante. El Sahara no se amilana ante el estrecho de Gibraltar, sino que continúa subiendo hacia el norte, hacia nosotros, imparable ([1], [2]).
El arado les pareció sin duda un gran invento a nuestros antepasados paleolíticos recién convertidos a campesinos, ya que proporcionaba un modo de extraer con rapidez una fertilidad que se había acumulado de forma natural en el suelo durante miles de años, produciendo grandes cantidades de materia orgánica y alimento que parecerían seguro como caídas del cielo. Nos ocurre a menudo que buscamos la recompensa rápida, sin pensar mucho en las consecuencias a largo plazo. Es comprensible, pero no por eso debemos dejar de aprender de nuestros errores y rectificar mientras estamos a tiempo. La fertilidad gestionada de este modo no es un recurso inagotable, como lo demuestran los procesos de desertización que acabo de describir en el creciente fértil, el Sahara, los Monegros, y prácticamente cualquier desierto del mundo. El desierto es avaricioso y siempre se deja ayudar por la acción incontrolada del hombre: por la tala, la agricultura y la ganadería mal gestionadas. En la era moderna post revolución verde a esa mala gestión se le ha unido la utilización de sustancias químicas tóxicas en casi cada paso del proceso de producción. El desierto es amigo de Monsanto.
" El suelo al descubierto es el enemigo público número uno".
- Kirk Gadzia, profesor de Manejo Holístico
Pero veamos cuál es el efecto de arar la tierra a largo plazo. La capa fértil que se encuentra en los primeros centímetros de suelo es como un ser vivo. Tiene una estructura compleja en la que tienen lugar procesos análogos a los del metabolismo de un ser vivo. Además, un suelo fértil contiene multitud de criaturas (microorganismos, gusanos, insectos, etc), materia orgánica (humus) y minerales, además de aire y agua. En esta capa se encuentran las fascinantes y poco conocidas micorrizas, una simbiosis entre microorganismos y las raíces de las plantas que forman una red interconectada, como si fuera el sistema nervioso del suelo. Las micorrizas tienen a su vez sus propias raíces (llamadas hifas) que se extienden hacia las profundidades del suelo, permitiendo que las plantas con las que conviven tengan acceso a nutrientes que de otro modo estarían fuera de su alcance. La segmentación mecánica y exposición al aire producida por el arado evaporan agua, oxidan sustancias, acaban con las micorrizas y producen compactación (expulsión del aire), convirtiendo al suelo vivo en un terreno inhóspito para la vida. Cuando aramos la tierra estamos matando a este ser vivo, estamos matando al suelo. Comienza así un proceso que nos lleva inevitablemente hacia una dependencia de sustancias externas con el objeto de remediar la pérdida continua de materia orgánica y la incapacidad de las plantas de metabolizar los minerales debida a la ausencia de microbiología. Y cuando estas sustancias son de origen industrial, los desequilibrios se acentúan cada vez más, agravando la ocurrencia de plagas, que a su vez intentamos enmendar con pesticidas (venenos) también tóxicos. Es un círculo vicioso y una ruta hacia la dependencia de las grandes multinacionales ([3]).
¿Empiezas a preocuparte? Yo sí.
" La tierra, como un organismo vivo, tiene una piel externa y un esqueleto estructural básico profundo: la roca madre. Como todo ser, la tierra se forma, crece, reproduce, y puede morir prematuramente, se alimenta y respira, [...]".
- El ABC de la agricultura orgánica, Jairo Restrepo.
Si dejásemos la discusión aquí confío en que al menos le darías un par de vueltas antes de desechar la idea por completo. Es posible que concluyeras que no hay nada que hacer, que esto no tiene remedio y que es mejor disfrutar del momento sin preocupaciones. Y si no hubiera solución yo estaría totalmente de acuerdo. Lo que ocurre es que existe una solución, o mejor dicho muchas. Amigos, ¡ahora empiezan las buenas noticias! [4]. A lo largo de los últimos 100 años aproximadamente han ido surgiendo multitud de ingeniosas ideas para hacer posible una agricultura que no degrade la tierra y que proporcione suficientes alimentos altamente nutritivos para todos. Todas ellas combinan la sabiduría ancestral de nuestros antepasados con un gran respeto por la Naturaleza y un conocimiento científico solo posible en nuestra era. Permacultura, pastoreo racional de Voisin, manejo holístico, método Fukuoka, pasture cropping, diseño en línea clave, agricultura orgánica, panes de piedra, compostado de Sir Albert Howard, agricultura biodinámica, estructuración del agua, usos agrícolas del agua de mar y su precipitado... la lista es inmensa. La clave está en que todas ellas toman el patrón de la Naturaleza como modelo y lo adaptan para que nos proporcione los alimentos que necesitamos, sin arado y sin fertilizantes químicos ni pesticidas tóxicos. Si tomamos como ejemplo el bosque, vemos que en él no hay pérdida de minerales, ni erosión descontrolada, ni necesidad de utilizar sustancias tóxicas. Si el bosque puede, nosotros también podemos.
Algunas de estas ideas se han ido uniendo en Iberia para formar lo que se conoce como la red ibérica de Agricultura Regenerativa (Regenerative Agriculture o Regenag en inglés). Regenag se originó en Australia como una red de granjeros y personas afines que se dieron cuenta de que en el estado actual de las cosas una agricultura sostenible ya no es suficiente. Necesitamos una agricultura que recupere todos los recursos perdidos. Bajo este gran paraguas se encuentran distintas técnicas que hacen posible un proceso de regeneración no tóxico e independiente de las grandes multinacionales. En concreto la red ibérica de Agricultura Regenerativa se dedica a facilitar la difusión y puesta en práctica de estas técnicas y conocimientos por toda Iberia. La siguiente lista resume las principales temáticas de trabajo y estudio:
En las próximas entregas de esta serie sobre la Agricultura Regenerativa ahondaremos más en todas ellas.
Una última reflexión. Uno de los aspectos más interesantes de la Agricultura Regenerativa es su enfoque hacia la regeneración del tejido humano, rural y social. De nada sirve disponer de métodos para regenerar la Naturaleza si no hay personas que los valoren y que quieran y puedan dedicarse a ello de forma profesional. Por eso me gustaría llamar vuestra atención sobre la analogía existente entre el paradigma agrario actual y nuestra sociedad actual. Los monocultivos se asemejan a los "monopensamientos" que inundan nuestra mente colectiva. Pero la diversidad es tan importante en nuestros campos como en nuestras cabezas. Nos asegura un desarrollo pleno de plantas y personas, y una colaboración constructiva entre distintas especies e ideologías. Al igual que entre las distintas especies en la Naturaleza, existe una relación simbiótica entre personas con pensamientos distintos pero dispuestas a dialogar. Las plantas necesitan de otras plantas al igual que los seres humanos necesitamos de otros seres humanos. Os propongo que a partir de ahora celebremos la diversidad escuchando de forma respetuosa las ideas de otros.
" Lee cosas con las que estés seguro de que no estás de acuerdo según tu pensamiento actual. Le hará bien a tu mente y subirá tus pulsaciones".
― Joel Salatin, Folks, This Ain't Normal: A Farmer's Advice for Happier Hens, Healthier People, and a Better World [Amigos, esto no es normal: Consejos de un granjero para tener gallinas felices, gente más sana y un mundo mejor]
Recursos adicionales:
Próximamente:
- Descubriendo la Agricultura Regenerativa, capítulo 2: Agricultura orgánica y microbiología
- Descubriendo la Agricultura Regenerativa, capítulo 3: Manejo Holístico
- Descubriendo la Agricultura Regenerativa, capítulo 4: Diseño en línea clave
- Descubriendo la Agricultura Regenerativa, capítulo 5: Granjas polifacéticas