Revista Cultura y Ocio

Despedida a Carlos Fuentes

Publicado el 15 mayo 2012 por Santiagobull
Despedida a Carlos Fuentes

Todavía recuerdo la primera vez que leí a Carlos Fuentes. Yo tendría unos diecisiete años, y, aunque nunca hubiera abierto uno de sus libros, su nombre me era más que familiar (como suele suceder con escritores de su talla). Por aquel entonces fue que compré La cabeza de la hidra, en una edición sencilla pero bien hecha, y no pasó mucho tiempo antes de que me volcara en sus páginas. No sé cuál sería mi impresión si se me ocurriera releer esa novela, pero en ese entonces me absorbió como un agujero negro: una trama policial que, me pareció a mí, estaba muy bien dispuesta y estructurada, donde cada acción sucedía en medio del clásico ambiente de la novela negra y que, además, contaba con detalles que fácilmente se le calaban a uno hasta lo más hondo, como esas conversaciones telefónicas en las que dos de los personajes sólo hablan mediante citas de Shakespeare. Y, por si fuera poco, no pasó mucho tiempo después de terminarla cuando alguien me dijo que, de las obras de Fuentes, esa era una "relativamente menor". Dicho de una manera sencilla, me era imposible creerlo. Y, sin embargo, era así.  Ahora, que tampoco voy a mentirles dándomelas de entendido. En realidad, es relativamente poco lo que he leído de Carlos Fuentes; pero ese poco basta (y sobra) para poder decir que es uno de los mayores novelistas del panorama latinoamericano del siglo pasado.  Hoy, este escritor, cuya envergadura y porte realmente son comparables a los de las águilas a las que él se refirió en más de uno de sus textos, ha dejado de habitar entre nosotros, abandonando (así sea sólo en carne) el trono que los años y las obras le dieron en el ámbito de la literatura mexicana. No diré mucho más ahora, porque pretendo hacerlo en otro lugar, pero no quiero dejar de levantar mi copa (con una canción de José Alfredo Jiménez de fondo, claro está) en su nombre, y en el de la memoria de un autor en cuyas obras se refleja mucho más que la vida y la realidad de un país. Definitivamente, no será la muerte la que haga que esta fuente deje de manar. Ni, creo yo, lo será el olvido, porque sigue, y seguirá, siendo el rey. 



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