La última vez que vi a Devendra en directo, no hubo tanta exaltación femenina. Él se cubría el rostro con una frondosa melena negra y nadie le pidió que se quitase la camiseta.
Cambios que vienen a medida que pasan los años, y que una, mirándole a los ojos, y repasando hasta llegar a sus zapatos, entiende. Sin embargo, siempre creí que su curiosa personalidad y su inclasificable música (¿folk alternativo?) acabarían acaparando a otro tipo de público. Más sensorial, menos carnal.
Sexualidades aparte, si es que eso se puede apartar cuando el muchacho se pone a susurrar, la punta del pie que ha metido en la electrónica con su último disco se ha adaptado a la perfección a su sentido del directo.
Música y voz siguen siendo exquisitas, moldeables a la cabeza que oscila entre toc y toc, con cambios de tono que encajan como la fichas correctas en un puzzle y apogeos instrumentales.
Y así, entre el castellano y el inglés, se cerró el ciclo del Circo Price de los Veranos de la Villa. Por cierto, estupendo lugar que debéis conocer.
Espero volver a ver pronto al texano-venezonalo. Y... ¿por qué no?... Que sea sin camiseta.