El “pan y circo” actual sustituye a la antigua mezcla de control estatal y religión popular. Formula magistral de éxito ininterrumpido, permite combinar el entretenimiento de las masas y su distracción, con bacanales de emociones que desvíen la atención general de lo verdaderamente importante, aunque cada día sea más complicado establecer qué es vital en los treinta segundos siguientes de la marcha de este tranvía, sin frenos, en la que una minoría ha elegido el destino del conjunto de los pasajeros.En estos momentos de unión mental, casi física y no digamos espiritual, de todo una nación, representada por nuestros 11 gladiadores de los tiempos modernos, frente al resto de los países económicamente más poderosos que nosotros, la metáfora de la lucha sin cuartel se impone, para demostrar que: pobres sí, pero en plena forma. Nuestros jugadores compensan hoy, las órdenes que mañana recibiremos de los países vencidos (la mejor venganza ya no es fría, es simplemente presupuestaria) y nuestros políticos olvidan, incluso sentados en las mismas gradas que nos osan embargar como lo hacen con las mesas de los colegios, que los clubes españoles deben un millón de euros entre impuestos y seguridad social. El espectáculo debe continuar, the show must goooool on. Si la Eurocopa es la hermana pequeña de la Copa del Mundo, Everardo Gout es el benjamín del mejor gusto mexicano por el buen cine. Ligando las tres últimas Copas del Mundo con la realidad impecable y dura de los bajos fondos del país, secuestros, narcos, policías corruptos, la radiografía mexicana resultante impresiona tanto como un cuadro de Frida Khalo, desgarrado, con heridas, dolor y muerte y el director renueva el thriller aireándolo y concentrándolo al mismo tiempo para exprimir hasta la última gota de sudor.La película contiene los travellings más espectaculares que haya visto en los últimos meses, etéreos, alejados de una tierra perpetuamente manchada de sangre para encuadrando el plano inesperado, inclinado, retorcido, deformado. Casi expresionista. Más de dos horas de un cine que confirma, como ya hemos comentado varías veces, que la cinematografía mexicana puede que sea la mejor en español en los últimos años. Sus directores están recopilando premios en todos los festivales internacionales. El director lleva el gusto en los genes o en sus elecciones profesionales (su productora se llama Casa Buñuel), hasta en el apellido y, por supuesto, no falta en su primera película. Dos protagonistas captan la atención del espectador de una manera hipnótica, Tenoch Huerta, un policía, pero el que realmente se sale de la pantalla es Carlos Bardem, eufórico en un papel muy complicado de interpretar. ¿Cómo transmitir todas las sensaciones de un secuestrado cuando se encuentra encapuchado el 90% de la película? Carlos Bardem no sólo lo consigue sino que lo borda. Cada uno de sus músculos transmite el terror anclado en su ser, sus dudas, sus leves esperanzas, su frustración o su cólera. Su voz narra la crónica de su secuestro anunciado hasta la escena final. Bravo, tocayo, me quito la capucha ante tu sublime interpretación.El fútbol como el cine. Una lucha que se juega en unos minutos, en que si se gana se rememora mil veces la batalla y si se pierda se intenta olvidar. Días de gracia es el thriller que me gustaría contar mil veces y verlo casi otras tantas.