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Dolores Aguirre, la dama indomable

Por Malagatoro

Dolores Aguirre, la dama indomable

El pasado viernes, a los 78 años de edad, falleció en Sevilla la prestigiosa ganadera Doña Dolores Aguirre. Dolores Aguirre (Berango, 1935) comenzó su andadura en la cría del toro bravo en 1977, al adquirir la ganadería a la condesa de Donadío y hacerse con la finca Dehesa Frías, donde pastaban sus toros de encaste Atanasio Fernández.Poco a poco fue incrementando su prestigio y su nombre se hizo un habitual de las grandes ferias. Madrid, Bilbao y Pamplona, fueron las plazas referencia de esta ganadera que defendió siempre la integridad y la seriedad por encima de todo. Foto: Oliver Duch.


“El ajedrez taurino ha perdido a su Dama. Galvanizada del mismo acero extraído de las minas vizcaínas con el que parte de su familia forjó su fortuna, huía de las medias tintas tanto como de los toros descastados. Si hubiera que definirla con una frase, esta sería “en corto y por derecho” y si hubiera que limitarse a una palabra, “implicación”.

Implicación como esposa de un prohombre de nuestra tierra, asumiendo fielmente el segundo plano al que orillaba a la mujer una sociedad oligárquica en la que quedó imbricada desde la cuna. Como madre, no solo de su hija Isabel, a la que adoraba, sino de muchos otros a los que hizo acreedores de su cariño, como el propio Cayetano Rivera Ordóñez, que aprovechaba la colindancia de la finca de su abuelo con Dehesa de Frías para cobijarse en el manto protector de la de Berango. Y no digamos nada como ganadera, donde huyó de los atajos para consagrar su amor al toro bravo, el que había idealizado desde su barrera del tendido 1 en Vista Alegre. Y aunque para ello tuviera que sacar a pasear sus espolones y extremar su vehemencia, que la tenía y mucha. Y así, a fuego lento, aunque en las cercanías asomase un corazón que no le cabía en el cuerpo, fue forjándose una leyenda de femme indomable, bajo la que era respetada en el orbe taurino y venerada por el aficionado torista.

Su contundencia verbal y gestual provocó que sus éxitos, muchos y variados, y sus fracasos, que alguno tuvo, quedasen amplificados por el mismo diapasón en virtud del cual a nadie resultaba indiferente. Si te apreciaba, brindaba amistad y cariño hasta la extenuación; pero cuando ponía la cruz a alguien le desterraba de su pensamiento, confinándole en la distancia al estilo de las damas del cine de los cincuenta.

Se sentía vasca por los cuatro costados y hacía gala de su origen y el amor a su tierra allá donde iba. Demostrando a aquellos que estaban en las antípodas de su pensamiento que no se encuentran tocados por el halo de la exclusividad en materia de vasquismo.

Taurinamente tuvo tres amores en forma de plazas de toros. Bilbao, donde solo un puñado de toros le permitieron ser profeta en su tierra, destacando entre todos Mascarito, galardonado por el club que ocupaba su corazón, el Cocherito del que fue la primera fémina en acceder como socia. Madrid, donde más alto rayó el fondo de bravura de sus atanasios y Pamplona, a la que acudía aterrada por los percances que podían provocar sus bureles en el encierro matutino, donde los tendidos de sol le cantaban aquello de “Qué guapa está Dolores, qué guapa, qué guapa...” La misma sintonía que ahora escuchará, como música celestial, en los jardines del cielo a los que, con toda seguridad, deparara la misma atención milimétrica con la que cuidaba a su tesoro botánico de Berango.

Descanse en paz / Goian Bego”

Artículo de Asier Guezuraga Ugalde, publicado en El País


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