(ABC, Natividad Pulido, Enviada especial a Cracovia, 12/07/2011)
El Museo Nacional de Cracovia recorre cuatro siglos de nuestra Historia (1470-1840) a través de un centenar de piezas.
«Santo Subito». La imagen de Juan Pablo II es omnipresente en toda Cracovia, la ciudad donde vivió gran parte de su vida, la «pequeña Roma», llamada así por la cantidad de iglesias por metro cuadrado que atesora. Con motivo de la presidencia del Consejo de la Unión Europea, Polonia celebra un programa de actividades culturales del que forma parte una exposición en el Museo Nacional de Cracovia con más de un centenar de obras que repasan cuatro siglos de la Historia de España (de 1470 a 1840) a través de las colecciones de Patrimonio Nacional. Gracias a un acuerdo entre ambos países, el 1 de junio llegó a Madrid una dama muy distinguida, con un porte exquisito. Pasará el verano en el Palacio Real. Es «La dama del armiño», de Leonardo da Vinci, estrella de una muestra que reúne importantes tesoros de las colecciones polacas. Ahora es España quien lleva a Polonia sus tesoros —han recorrido en camiones 4.000 kilómetros y cuentan como seguro con la garantía del Estado polaco— gracias a la colaboración del Patrimonio Nacional y Acción Cultural Española y el patrocinio de la Fundación Banco Santander.Hasta el 9 de octubre
Recorremos la exposición —se inaugura hoy y permanecerá abierta hasta el 9 de octubre— con el comisario, José Gabriel Moya, y uno de los coordinadores, Álvaro Soler del Campo. Aún faltan pequeños detalles: ha habido que cambiar las cartelas de las obras (solo en polaco y en inglés) porque no se leían bien. Un tapiz fabricado en Flandes, velado por dos armaduras, nos reciben. Ya dan pistas del gusto de monarcas españoles como Carlos V y Felipe II. Como curiosidad, este último dio más relevancia en su testamento a la tapicería y la armería que a las pinturas. «Hemos pretendido mostrar la riqueza de Patrimonio Nacional y explicar a los polacos qué es Patrimonio Nacional», comenta el comisario. La mayoría de las piezas expuestas no cuelgan habitualmente en palacios, castillos y monasterios, sino que esperan su momento de gloria en almacenes. «Lo cual no le resta valor a la muestra, sino que evidencia la tremenda riqueza de nuestras colecciones», apostilla Álvaro Soler. El 20% de las piezas no ha salido nunca de España.
Hay por toda la exposición guiños a Polonia. Es el caso de los retratos de dos pequeños príncipes de la dinastía Vasa (Wladyslaw y Ana María, hijos del Rey Zygmunt III y Ana de Austria), que regresan a casa en este emotivo viaje. Préstamos de las Descalzas Reales, son obra del polaco Marcin Kober. Y más guiños a Polonia: un relicario de Wenceslao III, un bastón de mando polaco que pasa a ser el cetro de la Corona española, un retrato de María Amalia de Sajonia, hija de un rey polaco…
Obras de Velázquez y Ribera
Entre las joyas de la exposición, varias obras que pertenecieron a Isabel la Católica: un espléndido tapiz y una pequeña tabla de un políptico, obra de Juan de Flandes. Además, en pintura se han incluido curiosas obras como «La cuerna», de Velázquez (posteriormente se le añadieron, de autor anónimo, cabezas de animales y una lechuza), que cuelgan junto a cuadros de Ribera, Alonso Cano y Zurbarán. Como testigos, esculturas de Gregorio Fernández, Martínez Montañés y Pedro de Mena.
En el centro de la exposición se ha instalado una capilla muy especial: admiramos iluminados, entre la casi total penumbra de la sala, trabajos de Tiziano, Veronés, Tintoretto, El Greco y Luis de Morales. Arquetas, custodias, un bellísimo altar portátil, consolas, cerámica de Meissen, cristal de la Granja de San Ildefonso, la vajilla de Felipe V que se hizo en Pekín, un bordado realizado para Carlos III, pinturas de Guido Reni, Brueghel, Luis Meléndez… nos conducen hasta una pared donde cuelgan tres tapices y un cartón para tapiz, todos ellos de Goya. La exposición concluye en el XIX, con obras de Rusiñol, Sorolla (un retrato de Don Alfonso de Borbón de niño) y un busto de Alfonso XIII de pequeño, vestido de marinero, de Querol.
La dama y el príncipe
Su nombre es Adam. Se apellida Czartoryski. Elegante, muy afable y de maneras exquisitas, tiene un acento sevillano que es la envidia de Triana y se define como «un capillita» (es hermano de varias cofradías hispalenses). Es príncipe y en el 91 heredó de sus antepasados palacios, un monasterio y excepcionales obras de arte. Es dueño de un Leonardo da Vinci («La dama del armiño») —¡qué pocos pueden presumir de ello!—, amén de dos espléndidos Rembrandt, entre otras joyas. Echa en falta un Rafael, que desapareció, y ha recuperado algunas obras en subasta. Está encantado de cómo ha quedado la exposición en el Palacio Real de Madrid, «tan brillante y con un montaje muy inteligente». Recuerda que, hace años, Don Juan Carlos le pidió la dama leonardesca para el Prado. «No pudo ser entonces, pero esta vez agarré el toro por los cuernos y allí está». El Museo Czartoryski, en el casco viejo de Cracovia, lleva un año cerrado por reformas y aún queda un año y medio más, nos cuenta este atípico y castizo príncipe. ¿Por qué viaja tanto «La dama del armiño»? ¿No le preocupa su estado de salud? «Es una creadora de fondos para la fundación —contesta sin tapujos—. Yo heredé posesiones y obras de arte, pero también muchos gastos y 130 personas que trabajan para mí».