Revista Cultura y Ocio

El color prohibido (1)

Publicado el 12 junio 2014 por Tiburciosamsa
El color prohibido (1)
“El color prohibido” de Yukio Mishima empieza con una premisa muy prometedora, pero luego se acaba convirtiendo en un cajón en el que Mishima puso con muchísima verborrea todos sus fantasmas.

La novela comienza con el escritor consagrado Shunsuké Hinoki, que después de tres matrimonios desgraciados y algunas amantes traidoras, ha terminado por odiar a las mujeres. Shunsuké se considera feo y cree que en su juventud cambió belleza física y acción por una intelectualidad inerte. Shunsuké conoce a Yuichi quien “era un hombre de sorprendente belleza. La seducción que se desprendía de su cuerpo era suave, casi dubitativa, y evocaba no tanto una estatua griega de la época clásica un Apolo esculpido en bronce por un artista de la escuela del Peloponeso [buen ejemplo de la verbosidad de Mishima en esta novela y cómo se enrolla. Por cierto que todo ese alarde de erudición sobre el arte griego respondía a su interés por ese país. Unos meses después de haber terminado la novela viajaría a Grecia a la que describió como “el país de sus sueños“. No sé porqué barrunto que su orientacion sexual tenía algo que ver con su fascinación por lo griego]. Su cuello se erguía con nobleza, las curvaturas de los hombros eran delicadas, el pecho ancho, los brazos de una elegante redondez, un torso cuyas líneas se estrechaban de improviso en la cintura y las musculosas piernas firmes como espadas (…) La suave redondez de los hombres, la inocencia que revelaba el pecho demasiado expuesto en su desnudez, el encanto de los labios… todo ello poseía una dulzura extraña ye inexplicable. De las delicadas líneas de aquel cuerpo juvenil irradiaba una fragancia que evocaba “la dulzura prerrenacentista” a la que se refirió Walter Pater al hablar del delicioso relato del siglo XIII Amis y Amile…” Me encanta. Es una de esas descripciones que a veces escriben los escritores con la mano izquierda porque tienen la derecha ocupada en tareas menos artísticas, aunque más placenteras y sin embargo, el Mishima esteta y pedante no puede evitar salir a la escena. Pues bien, advertencia: en la novela el Mishima pedante, verboso y que se complace en las pajas mentales no para de salir a escena. A Shunsuké le fascinan la belleza y la juventud de Yuichi. Ve que podrá tener el tipo de juventud que él no pudo tener: “Ser un hombre joven en toda su perfección, ser la perfecta representación exterior de la belleza, tal había sido el sueño que aquel escritor feo tuvo en su juventud…” Uno puede comprender la nostalgia de Shunsuké por su juventud perdida y desperdiciada, pero Mishima se apresura a explicitarla en un párrafo verboso que cae de lleno en la categoría de la paja mental: “La juventud del espíritu, el periodo de la vida en el que se desarrolla la espiritualidad, ése era el veneno que le hacía perder rápidamente a un hombre joven su “juvenibilidad”, por así decirlo.” (…) En sus ideas y reflexiones, en todo cuanto constituía su “juventud literaria” no admitía nada permanente, universal, nada que fuese desagradablemente ambiguo, es decir, rechazaba la eternidad romántica.” ¿Cansan un poco tantas disquisiciones? Tranquilos. Sólo vamos por la página 39. Quedan como 560 más.Yuichi confiesa a Shunsuké que le gustan los hombres y Shunsuké concibe un plan para utilizar a Yuichi para vengarse del género femenino que tan mal se ha portado con él. Las tres mujeres de las que se quiere vengar son Yasuko, la joven estudiante que coqueteó con él sin intenciones de llegar a más y que es la novia de Yuichi, la baronesa Kaburagi, que fue su amante con la connivencia de su marido con el solo fin de chantajearle luego, y Kyoko, una mujer frívola y superficial, que es una auténtica calientapollas y jugueteó cruelmente con Shunsuké. Shunsuké fuerza a Yuichi a casarse con Yasuko y comienza su venganza. El capítulo quinto, en el que Shunsuké adquiere tintes mefistofélicos mientras va dirigiendo a Yuichi, indicándole cómo tiene que suscitar el interés de la baronesa Kaburagi y de Kyoko al mismo tiempo y poner celosas a las tres mujeres, es de antología. Sin embargo, poco después Mishima se cansa de esa trama y se mete en la que de verdad le interesaba: cómo Yuichi empieza a explorar su homosexualidad y a explorar los ambientes homosexuales del Tokio de comienzos de los 50. Es decir, la trama que había ido desarrollando durante 125 páginas da un quiebro. Shunsuké, con quien había iniciado la novela pasa a segundo plano, y el eje de la acción es ahora la vida sexual de Yuichi.El problema es que las siguientes 470 páginas están centradas en Yuichi y el personaje no da para tanto. Sabemos que es muy bello y que no hay hombre ni mujer que se le resista. Pero más allá de eso, su personalidad queda difuminada. Parece como si no tuviera personalidad propia. Y lo peor es cuando Mishima insiste en hacernos partícipes de sus pajas mentales, digo, de la vida interior de Yuichi: “Yuichi no amaba a las mujeres, pero era una mujer la que había alumbrado a su hija. En esa ocasión él vio la faceta fea del deseo sin finalidad, de la vida, que no tenía nada que ver con la voluntad de Yasuko. Tal vez el pueblo nazca, sin saberlo, de un deseo semejante. Con la economía, Yuichi nutría la ambición de descubrir un nuevo deseo y de convertirse él mismo en ese deseo. Con la perspectiva que tenía de la vida, y a pesar de su juventud, Yuichi no estaba impaciente por encontrar una solución. Al ver las contradicciones y la fealdad de la sociedad, nutría la ambición de transmutarse en esas contradicciones y en esa misma fealdad.” Toda esta paja mental es para justificar que Yuichi piensa en aprovecharse de su relación con el rico Kawada. ¿No hubiera sido más fácil escribir: “Este tío está forrado y está coladito por mí, con dos polvos que le eche me pone en casa”?

Hay algo en Yuichi como personaje que me hizo pensar en Ariane, la protagonista de “Bella del Señor” de Albert Cohen. Ariane es también una mujer bellísima y hay algo inasible en ella. Uno no consigue hacerse una idea clara de cómo es su personalidad. Parece como si su personalidad empezase y terminase en su belleza. Pero desde un punto de vista novelístico no importa, porque el peso de la trama lo lleva Solal, el alto funcionario de la Sociedad de Naciones que se enamora de ella. En el caso de “El color prohibido”, a partir de la página 125 el peso de la novela lo lleva un Yuichi bellísimo y que da para muchas pajas mentales y de las otras, pero al que le falta fuerza suficiente como para sustentar la novela. 

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